El sonido se llamaba silencio y lo que la vista veía era
oscuridad. Mis labios recitaban tu nombre lentamente y como un susurro entraban
en tu oreja, mis manos sin saber a dónde ir conocían tu cuerpo con suavidad y
ternura.
Tu aroma, oh… tu aroma hecho un éxtasis entraba a mi cuerpo
si querer salir y quedarse ahí por una eternidad. Tu sabor, el más exquisito
manjar que ninguna persona podría igualar; el de tu espalda fría.
Nuestras manos se llamarón y se encontraron, se tocaron conociéndose
y al final se unieron con una fuerza imparable e inigualable, no se querían soltar.
Era en un cuarto oscuro cuando supe con quiero pasar la
eternidad, es en mi corazón el que late por un beso mas de tus labios
predilectos que chocan como pólvora en un cuarto de fuego, incendiando todo a
su paso y volviéndose imparable para cualquiera que quisiera detenerlo.
Y se encontraron tan suaves, tan dulces, tan magníficos; los
labios de dos enamorados.
Por encima de los dos cuerpos, una luz tenue se prendió iluminando
solo a las personas, todo lo demás seguía sumergido en la obscuridad.
Hicieron de lo imposible posible en la oscuridad y ante la
luz se presentan juntos, inseparables, imparables. Llevan diez meses juntos y
les falta una eternidad unidos.
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