lunes, 16 de julio de 2012

El fin del asesino. Parte 16

Todo había empezado con una mujer que me enamoro, que me hechizo con su mirada virgen a la vista pero con secretos malignos guardados en ella. Era un ser hermoso y cautivador, pero letal y que al final de cuentas termino cubierto del liquido que tanto amaba. Fue a simple vista mi iniciación hacia el nuevo sendero de mi vida y nunca pensé que este tuviera un fin, yo era indestructible aun con miles de almas penando en mi cabeza; nunca me arrepentí de nada.

Estuve casado y la deje porque si no lo hacía iba a terminar como todos los demás, ahora solo huesos, polvo algunos otros y otros tantos aun con una piel pálida, ojos abiertos y los pocos músculos sin comer por los gusanos tiesos.

Hubo otra dama en mi vida, no cuenta contarla ya que solo fue temporal; se fue por sus pantalones. Nunca más volví a saber de ella y así está mejor ya que la iba a matar en algún momento dado.

Un detective que termino con un caso cerrado por falta de presupuesto, por falta de convicción y de pruebas para seguir adelante y lo que logro fue porque yo se lo di. Ahora vive en un pueblo alejado de la capital con su esposa y dos hijos; se ve muy feliz y de vez en cuando voy a aquel pueblo a comer a su restaurante una rica casera y nos saludamos. Lástima que no sabe quién soy.

Victimas, no puedo nombrarlas a todas. Solo puedo decir que cada una de ellas fue especial y aprendí lo que pude de sus métodos nada afinados y sus características algo humanas, algo que yo nunca tuve o tendré, a sentir.

Esa sangre que recorría por sus cuerpos al ser penetrados o degollados, cada litro valía la pena, cada sollozo suyo era un éxtasis, pensar que lo último que miran es a su verdugo es una sensación de poder; verlos, escucharlos, sentir su corazón a metros de su cuerpo son cosas que nunca podre igualar pero al final de cuentas todo se acaba.

Tuve una vida normal o trate de tenerla, no pude con ella y por eso le pongo fin a mi vida. Nunca podre sentir un sentimiento de ser amado o de amar; solo un vacio y un nada.

Hoy dejo mi vida y la de ella también, la de la mujer que sujeto mi mano en mi último aliento de vida. La que me dejo libre y la que me permitió sentir el amor. Nunca podre agradecerle o creo que ya lo hice.

El dolor se expande por mi cuerpo y he dejado de sentir gran parte de mi cuerpo, solo veo sus ojos; mirándome llenos de alegría y gratificación y siento mi corazón palpitar bombear sangre inútilmente por un cuerpo que muere rápidamente.

Nuestras vidas estuvieron juntas por el tiempo necesario como para morirnos en nuestro propio amor.

Dejó de latir mi corazón por ti, en la iluminación de la alcoba que se tiñe ahora de rojo, los dos juntos y solos con nuestro propio amor.

El amor, la pasión, la violencia y la muerte que nos caracterizó fue lo que nos termino uniendo y solo uniendo. No podremos vernos en el cielo pero no importa, nunca creí en él; solo en tu mirada.

He dejado de vivir solo para volver a nacer y todo habrá valido la pena.


-Fue un crimen pasional, lo sé- dijo el forense que apenas estaba llegado a la escena del crimen.

-No creo, mire bien. Tiene la mano agarrada a la otra- le comento su pareja de oficio.

-¿Y? mire nomas como están- Señalo la sangre en general con un gesto con la cabeza.

-Puedes puede ser que tenga razón compadre ¿Después de esto nos podríamos ir a comer unos tacos con Doña Lucia?- el  forense empezó a abrir su portafolio.

-Sí, ¿por qué no?- y los dos policías empezaron a hacer su trabajo.



Fin.

“El fin del asesino. Parte 15”

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