lunes, 29 de diciembre de 2014

Castidad. Parte 7

Los días pasaron y no supe nada de aquel hombre moreno y de ojos oscuros y he de ser honesta; no recuerdo si era alto o bajo o el color y textura de su cabello, solo esa voz seria; muy seria.

Sin embargo, no me quise arriesgar y tuve que suspender mis salidas nocturnas del convento y conformarme con esas líneas blancas que formaba en mi habitación y ese palo de plástico que hace vibrar mis entrañas.

Comenzaba pensando en mis aventuras con mis hombres, en la forma en la que me tocaban y recordando lo que habían provocado en ese momento en mi cuerpo pero de un momento a otro comenzaba a fantasear con aquel oficial sin talvez verle bien el rostro, solo con un cuerpo tonificado, esa voz que me encanto dándome órdenes y unas manos fuertes que hacían lo que querían conmigo. ¿Cómo no gemir y suspirarle a un hombre así?

Por el pueblo se veían las patrullas y los oficiales federales con sus armas largas y su uniforme entre azul y negro. Trataba de ver el rostro de cada uno de ellos y cuando se me iban algunos pensaba si acaso habrá sido él. A veces llegaban al puesto de galletas y yo estando distraída cuando alzaba la mirada esperaba sus facciones o un tono serio de voz; jamás lo recibí.

¿Acaso lo habrán matado? ¿Acaso habrá reflexionado y abandonado esta tierra de muertos? ¿Acaso esta tras los malos y solamente esta ocupado? No lo sé, pero me esta volviendo loca.

¿Cómo es posible que una voz, qué un hombre que acaso lo vi un par de minutos haya entrado de esa manera en mi mente? ¿Qué una voz me haya robado la mía cuando yo le robo la voz a los hombres?


¿Dónde estará?

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