viernes, 2 de enero de 2015

Castidad. Parte 8

Estoy harta.

¡¿Cómo puedo extrañar o siquiera pensar en alguien que solo vi unos momentos?! Necesito pensar, salir; regresar a mi vida porque ese desgraciado hijo de puta con sus palabras me arrebato mi libertad, mi estilo de vida. Maldito y estúpido policía.


Esa misma noche salí por la ventana con las prendas más provocadoras que encontré en mi closet y mirando en todas las direcciones esperaba ver alguna señal de que me estuvieran siguiendo, pero nada solo la luz de la Luna, el sonido de los insectos por la humedad de la noche y el taxi que me llevaría ahora no a un bar, sino a un prostíbulo. Necesitaba el tacto de mujeres y hombres, necesitaba carne y sacarme de la mente a una persona e ingresar a muchas otras.

Era un lugar con muchas luces, varias mesas redondas con tubos en medio de ellas y con sillones a su alrededor, con música sensual y una cantidad espectacular de mujeres caminando sin nada que no fuera una tanga y tacones altos y en sus manos con bebidas o la mano de su acompañante dirigiéndolo a los cuartos que estaban en el fondo. Cuartos donde se podía hacer de todo, cuartos donde no existen reglas.

Llegando me senté en uno de los sillones y de inmediato una mujer de mi edad aproximadamente se me acerco con sus grandes y caídos senos y me dijo que si no le invitaba algo de tomar, sin decirle nada le pedí un par de cervezas al cantinero. Era un hombre gordo pero respetuoso y siempre vestía de camisa blanca y chaleco blanco; me caía bien el mendigo.

Comenzamos a hablar acerca del porque estaba ahí y que era lo que necesitaba cuando un hombre se sentó al lado de la mujer de senos caídos pregunto si podía unirse a la plática. Como era lo que quería desde al principio le dije que sí y que si quería podíamos comenzar a calentar motores y con estas palabras de inmediato podio una cubeta de cervezas y comenzó a tocar a la mujer que tenía enfrente.
Empezó por los muslos, la cadera y fue subiendo por el vientre hasta poner sus gordas manos en los senos desnudos y presionarlos con algo de fuerza.

Este era un tipo grande de tamaño, de cabello negro y corto, de facciones gruesas y algo barbudo. Traía una camisa a cuadros azul, pantalón de mezclilla y botas vaqueras. Las joyas resaltaban de su cuello, manos y dedos; era un claro narco del lugar. Justo lo que necesitaba ahora.

Las cosas comenzaban a subir de tono y ahora mis dos compañeros se andaban toqueteando, cada uno en la manos del pecho y de la entre pierna del otro y estaba ya ansiosa de irnos a un cuarto y disfrutar de lo que restaba de la noche cuando voltee a ver la barra de bebidas donde despacha el barman y lo vi y el me vio mientras sujetaba su vaso con una bebida oscura.

Su mirada oscura y penetrante, la sonrisa que me regalo mientras subía su vaso en señal de saludo, su camisa rayada, su pantalón café con muchas bolsas y sus zapatos negros, su cabello corto y peinado con gel. Era él.

¿Qué debería hacer? ¿Dejar mi diversión que se estaba parando del sillón invitándome a un cuarto y pararme e irme a sentar con aquel sujeto que me miraba? ¿Qué?

Me levante de mi lugar y tome de la cadera a la nudista y nos fuimos al cuarto. 

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