-¿Porqué no me siento diferente? Te tengo aquí, atrapado y
condenado por tus pecados y acciones. Me miras con ojos envueltos en llanto y
me ruegas que te deje ir; que te libere ya que has aprendido la lección, ya que
has sentido el miedo, la angustia y el suspenso de estar al borde de la
muerte.- Estaba de espaldas a él, sentado en una silla de aluminio mientras
veía el piso y trataba de entender lo que estaba pasando. Lo que sentía, que no
era nada.
-Por favor, te lo ruego; pero déjame ir, tengo esposa e
hijos. En serio lo siento, por lo que te hice y por todo lo que le he hecho a
la demás gente. No sabía lo que hacía pero he aprendido; déjame ir por favor.
Lo siento- Entre lágrimas y gemidos le entendí.
-No sabías quien era, no sabías con quien te metías hace más
de nueve años, no pensabas que me volverías a ver, ya como un adulto, a pesar
que te vi día tras día después de eso y sabía que tú me reconocías, era un
niño.- Mis palabras eran suspiros pero sabía que las escuchaba, no tenía nada
más que oír.
De reojo lo vi ahí, de rodillas con los brazos atados y las
piernas encadenadas. Su cara estaba viendo al piso y sus hombros se alzaban por
sus lamentos. Tenía la ropa con la que lo atrape, no me quería tomar la molestia
de verlo desnudo y no quería hacerlo.
-¡Por favor, te lo ruego, déjame ir o mátame ya! ¡Hazlo!-
Termino gritando por el nerviosismo.
-Tranquilo, tenemos tiempo, no tengo prisa en hacerlo. Lo
voy a tratar de disfrutar y tú también lo harás. Ese día no te tomaste tu
tiempo, tenías prisa; lo acepto y te lo agradezco, fue rápida esa situación en
el callejón. Pero yo no seré como tú lo has sido, yo me tomare mi tiempo. Debes
pagar.- Diciendo esas palabras me levantaba de mí asiento, acercándome lentamente
haciendo sonar mis pisadas y deteniéndome frente a ti aunque no te atrevieras a
alzar la mirada tomaba con fuerza el arma y te disparaba en una de tus manos; la
bala te la destrozaba por completo, no era nada mortal, solo doloroso ante
cualquier movimiento y aun si él.
El grito al igual que el estruendo de la bala se escucho por
toda la habitación y la sangre salía despavorida de tu cuerpo, siendo libre; justamente
libre de su prisión.
Te tiraste al suelo boca abajo llorando y gritando de un
dolor profundo.
-La mano con la que cometiste tu fechoría, la mano que nunca
dejo de moverse. Va uno, querido creador de monstruos.- Seguía con los brazos
atados y un gran charco del liquido rojo empezaba a crecer al igual que las
personas crecían con el mal que vivieron. Desee haber sido el único, pero sabía
que no era así y que ya nada podía cambiar a esa gente, incluyéndome.
Camine a una de sus piernas que estaba estirada y ahora
tomando de rodillas un cuchillo penetre con el metal frío su piel rasgándola y rompiendo
el musculo del muslo. Se trato de contraer pero ya era tarde porque gire
bruscamente el mango y su grito aumento progresivamente. Deje el cuchillo y me
levante; si se movía lo enterraría mas y sin él saberlo, no paro de moverse y
tratar de sacarlo con la única mano funcional que ahora le quedaba.
-La pierna con la que te acercaste acechándome y te fuiste dejándome
marcado de por vida. Van dos maldito desgraciado.-
Las lágrimas no dejaban de salir al igual que la sangre en
su “mano” y pierna. Pero había entendido que el dolor era incomparable y más
aun con movimiento así que se quedo tirado en el piso, en su charco.
-Mátame, ya hazlo. No tienes el valor de hacerlo.- Necesito
fuerzas para poder hablar con tanto dolor, pero mejor se hubiera detenido antes
de decir lo siguiente:
-Te veía después de eso y sabía que habías sido tú, que no
habías tenido el valor de hacer algo para hacerme pagar; te había convertido en
mi perra y jamás me olvidarías. Ese poder, esa fuerza, eres mío niño estúpido y
¿crees qué haciendo esto ganaras? No, porque yo siempre gane tu vida.-
Era la verdad y ya la sabía, un miedo recorrió mis piernas incesantemente
quitándome mis fuerzas y ganas de seguir adelante. Era verdad, todo.
-Tú y yo tenemos historia, pitufo.- ¿Por qué se ríe? ¿Por
qué se ríe de mí? Siempre lo ha hecho.
…
No podía perder más tiempo, él se estaba desangrando; no
tenía que acabarse así.
Reaccione y tome mi jeringa y la inyecte en su cuello sin
que la sintiera por el dolor de sus extremidades. Era adrenalina y gracias a
eso; no podía dormirse y desmayarse.
-¿Sabes por qué tienes las piernas encadenadas y por qué
estas están unidas a un mecanismo que termina del otro lado del cuarto? Te voy
a levantar y poner de cabeza.- Me enfile a la esquina donde había una cuerda y
la jale con fuerza y esta por medio de poleas alzo el cuerpo ensangrentado del
hombre poniéndolo de cabeza y colgándolo a unos centímetros del suelo. Amarre
la cuerda a otro poste para que no se cayera.
Sus brazos colgaban y goteaban constantemente mientras
gracias a la adrenalina sus ojos no se cerraban y gritaba de dolor ya con la
garganta destruida.
Tome un bote sellado transparente con un líquido verdoso y
mientras caminaba a él lo iba abriendo y sin dudar para luego verterlo en todo
su cuerpo. El ardor se agregaba a su dolor al igual de un aroma a limpiador de
piso. Use todo lo que había en la botella y vacía la tire a un lado.
-El fuego con el que te veras de por vida, el dolor que
ahora vivirá en tu vida y la marca con la que la gente te observara. Otro,
querido quemado.- Saque un cerillo de mi bolsillo, lo prendí y lo arroje a su
pecho.
Me aleje rápidamente y un calor junto con iluminación florecía
por toda la casa abandonada. Ya metros alejado me di la vuelta y ya no tenía
ropa. Se retorcía con energía y como si no hubiera gritado antes, su rugido
estallo incesante.
Minutos después fui al baño y tomando una manguera que ya
había puesto abrí la llave y detuve el fuego. Ya no era él pero aun seguía vivo.
-Tendrás en tu mano el palpitar de un corazón ardiente.- Fue
lo último que dije antes de volver a tomar el cuchillo de su pierna y escribir en su piel la fecha de
ese día, el año actual y el de hace más de nueve años.
Ya no tenía una mano, ya no le servía una pierna, ya no
tenía rostro, ya no tenía pierna y ya no tenía una vida. Estaba consiente
cuando lo deje y días después vi que estaba vivo; esa fue y deseo que sea la última
vez que lo vuelva a ver.
…
Lo siento, en verdad perdón por lo que ha pasado. No será la última vez
que escriba de esto en la que los personajes sean los mismos. La vida va y
viene, y al final no poder gritar destruye más de lo que se piensa.
Tengo miedo.
2 comentarios:
Tenía que se el primero en comentar y decirte mi opinión.
Eres lo que eres, no lo olvides.
Tenía que ser el primero en comentar y decirte mi opinión.
Eres lo que eres, no lo olvides.
Publicar un comentario