jueves, 27 de junio de 2013

Besos limitados.

Bajo el respirar cálido y constante de tu cuerpo y envuelto en tu aroma siento tu corazón latir dulcemente. Tus manos aferradas a mí cuello y tu alma unida a la mía haciéndose cómplices de nuestros pecados y gritándole silenciosamente al mundo el amor que nos hemos expresado una y otra vez siendo objetos de miradas y comentarios envidiosos de la gente que nos mira y señala.

Una mano mía pasa infraganti por tu mejilla suave enredándose en tu cabello largo y oscuro y luego rozando tus danzantes hombros para al final sujetarme de tu espalda baja y cadera que rítmicamente piden más de la noble sensación.

Los pensamientos dejan de fluir y el sabor de tu cuello entra por mi boca siendo víctima de feroces mordidas y de una mirada punzocortante sobre tus ojos cafés que envueltos en sus parpados ven colores y sensaciones queriendo ver que es lo que sucede en el mundo que la rodea pero la excitación le pide las sombras, amplifica más las sensaciones.

Una pierna se enreda con la mía y una mano la toca lentamente para detenerse en su pelvis y aferrarse a ella. Dedos pasan por mi espalda y rasguñan todo a su camino haciéndose notar y dando gusto a la que vive en la oscuridad y al que come del cuello.

Pequeñas ráfagas de luz pasan alrededor de ellos rápidamente haciendo gemir a la mujer que está en mis brazos y a mi provocan un estremecimiento que tensa los músculos hasta su cansancio donde caído sobre ella mientras la sigo abrazando. Sus ojos se pierden entre las ráfagas y su cabeza cae sobre el piso a propósito.

Sus dedos dejan de moverse y mi mano deja de tomarla de la cadera; nuestro respirar de vuelve cada vez más silencioso hasta callarse. Un estruendo retumba fuertemente pero ya no nos asustamos ya que nuestras almas se han ido del mundo que conocíamos.


Por ultimo escucho su corazón detenerse y ella oye un último suspiro mío sobre sus hombros. No hay una última caricia, no hay una última mirada y no hay un último beso para su amor, su pasión, su lujuria y para sus cuerpos que lo pedían a gritos.

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