martes, 2 de julio de 2013

Sin título.

-¿Porqué no me siento diferente? Te tengo aquí, atrapado y condenado por tus pecados y acciones. Me miras con ojos envueltos en llanto y me ruegas que te deje ir; que te libere ya que has aprendido la lección, ya que has sentido el miedo, la angustia y el suspenso de estar al borde de la muerte.- Estaba de espaldas a él, sentado en una silla de aluminio mientras veía el piso y trataba de entender lo que estaba pasando. Lo que sentía, que no era nada.

-Por favor, te lo ruego; pero déjame ir, tengo esposa e hijos. En serio lo siento, por lo que te hice y por todo lo que le he hecho a la demás gente. No sabía lo que hacía pero he aprendido; déjame ir por favor. Lo siento- Entre lágrimas y gemidos le entendí.

-No sabías quien era, no sabías con quien te metías hace más de nueve años, no pensabas que me volverías a ver, ya como un adulto, a pesar que te vi día tras día después de eso y sabía que tú me reconocías, era un niño.- Mis palabras eran suspiros pero sabía que las escuchaba, no tenía nada más que oír.

De reojo lo vi ahí, de rodillas con los brazos atados y las piernas encadenadas. Su cara estaba viendo al piso y sus hombros se alzaban por sus lamentos. Tenía la ropa con la que lo atrape, no me quería tomar la molestia de verlo desnudo y no quería hacerlo.

-¡Por favor, te lo ruego, déjame ir o mátame ya! ¡Hazlo!- Termino gritando por el nerviosismo.
-Tranquilo, tenemos tiempo, no tengo prisa en hacerlo. Lo voy a tratar de disfrutar y tú también lo harás. Ese día no te tomaste tu tiempo, tenías prisa; lo acepto y te lo agradezco, fue rápida esa situación en el callejón. Pero yo no seré como tú lo has sido, yo me tomare mi tiempo. Debes pagar.- Diciendo esas palabras me levantaba de mí asiento, acercándome lentamente haciendo sonar mis pisadas y deteniéndome frente a ti aunque no te atrevieras a alzar la mirada tomaba con fuerza el arma y te disparaba en una de tus manos; la bala te la destrozaba por completo, no era nada mortal, solo doloroso ante cualquier movimiento y aun si él.

El grito al igual que el estruendo de la bala se escucho por toda la habitación y la sangre salía despavorida de tu cuerpo, siendo libre; justamente libre de su prisión.

Te tiraste al suelo boca abajo llorando y gritando de un dolor profundo.

-La mano con la que cometiste tu fechoría, la mano que nunca dejo de moverse. Va uno, querido creador de monstruos.- Seguía con los brazos atados y un gran charco del liquido rojo empezaba a crecer al igual que las personas crecían con el mal que vivieron. Desee haber sido el único, pero sabía que no era así y que ya nada podía cambiar a esa gente, incluyéndome.

Camine a una de sus piernas que estaba estirada y ahora tomando de rodillas un cuchillo penetre con el metal frío su piel rasgándola y rompiendo el musculo del muslo. Se trato de contraer pero ya era tarde porque gire bruscamente el mango y su grito aumento progresivamente. Deje el cuchillo y me levante; si se movía lo enterraría mas y sin él saberlo, no paro de moverse y tratar de sacarlo con la única mano funcional que ahora le quedaba.

-La pierna con la que te acercaste acechándome y te fuiste dejándome marcado de por vida. Van dos maldito desgraciado.-

Las lágrimas no dejaban de salir al igual que la sangre en su “mano” y pierna. Pero había entendido que el dolor era incomparable y más aun con movimiento así que se quedo tirado en el piso, en su charco.

-Mátame, ya hazlo. No tienes el valor de hacerlo.- Necesito fuerzas para poder hablar con tanto dolor, pero mejor se hubiera detenido antes de decir lo siguiente:

-Te veía después de eso y sabía que habías sido tú, que no habías tenido el valor de hacer algo para hacerme pagar; te había convertido en mi perra y jamás me olvidarías. Ese poder, esa fuerza, eres mío niño estúpido y ¿crees qué haciendo esto ganaras? No, porque yo siempre gane tu vida.-

Era la verdad y ya la sabía, un miedo recorrió mis piernas incesantemente quitándome mis fuerzas y ganas de seguir adelante. Era verdad, todo.

-Tú y yo tenemos historia, pitufo.- ¿Por qué se ríe? ¿Por qué se ríe de mí? Siempre lo ha hecho.


No podía perder más tiempo, él se estaba desangrando; no tenía que acabarse así.

Reaccione y tome mi jeringa y la inyecte en su cuello sin que la sintiera por el dolor de sus extremidades. Era adrenalina y gracias a eso; no podía dormirse y desmayarse.

-¿Sabes por qué tienes las piernas encadenadas y por qué estas están unidas a un mecanismo que termina del otro lado del cuarto? Te voy a levantar y poner de cabeza.- Me enfile a la esquina donde había una cuerda y la jale con fuerza y esta por medio de poleas alzo el cuerpo ensangrentado del hombre poniéndolo de cabeza y colgándolo a unos centímetros del suelo. Amarre la cuerda a otro poste para que no se cayera.

Sus brazos colgaban y goteaban constantemente mientras gracias a la adrenalina sus ojos no se cerraban y gritaba de dolor ya con la garganta destruida.

Tome un bote sellado transparente con un líquido verdoso y mientras caminaba a él lo iba abriendo y sin dudar para luego verterlo en todo su cuerpo. El ardor se agregaba a su dolor al igual de un aroma a limpiador de piso. Use todo lo que había en la botella y vacía la tire a un lado.

-El fuego con el que te veras de por vida, el dolor que ahora vivirá en tu vida y la marca con la que la gente te observara. Otro, querido quemado.- Saque un cerillo de mi bolsillo, lo prendí y lo arroje a su pecho.

Me aleje rápidamente y un calor junto con iluminación florecía por toda la casa abandonada. Ya metros alejado me di la vuelta y ya no tenía ropa. Se retorcía con energía y como si no hubiera gritado antes, su rugido estallo incesante.

Minutos después fui al baño y tomando una manguera que ya había puesto abrí la llave y detuve el fuego. Ya no era él pero aun seguía vivo.

-Tendrás en tu mano el palpitar de un corazón ardiente.- Fue lo último que dije antes de volver a tomar el cuchillo  de su pierna y escribir en su piel la fecha de ese día, el año actual y el de hace más de nueve años.

Ya no tenía una mano, ya no le servía una pierna, ya no tenía rostro, ya no tenía pierna y ya no tenía una vida. Estaba consiente cuando lo deje y días después vi que estaba vivo; esa fue y deseo que sea la última vez que lo vuelva a ver.
























Lo siento, en verdad perdón por lo que ha pasado. No será la última vez que escriba de esto en la que los personajes sean los mismos. La vida va y viene, y al final no poder gritar destruye más de lo que se piensa.


Tengo miedo.

2 comentarios:

Luis Gabriel... dijo...

Tenía que se el primero en comentar y decirte mi opinión.

Eres lo que eres, no lo olvides.

Luis Gabriel... dijo...

Tenía que ser el primero en comentar y decirte mi opinión.

Eres lo que eres, no lo olvides.