jueves, 28 de junio de 2012

El fin del asesino. Parte 11


Era extraño, no estaba muerto ni vivo. Solo sentía la brisa de la noche correr sobre mi cabeza y el calor de mi pecho que se expandía por todo mi cuerpo; los únicos ruidos que habían eran el del césped y el de las pisadas que se alejaban de mi cuerpo que ya hacía en el piso.
Creo que este si es el fin de todo, aquí es donde se acaban mis penas, mis pensamientos y mis acciones. Nadie nunca sabrá que paso, como fue que llegue a ese lugar, ni quien me ejecuto y solo hasta que un visitante descubra mi cuerpo frio y desangrado es que descansen en paz de preocuparse de donde estoy.
Por mi pareja, después de saber que estoy muerto, no se suicidara porque no podrá por la simple duda de que fue en verdad lo que paso.
Saldré en la portada del periódico local como uno más de los ejecutados de estas áreas y me ligaran injustificadamente con el crimen organizado o con algún tipo de narcotráfico de drogas y armas; eso facilitaba las cosas aun siendo una total mentira.
Todo lo que había hecho en mi vida se resumía en los pocos segundos que me sobraban aun de aire, pero ¿era eso lo que en verdad buscaba o solo una razón para darme cuenta que ahora estaba más vivo que nunca?
Tenía dos agujas conmigo. La primera contenía una gran cantidad de morfina, la cual me causaría una muerte en cosa de minutos y la segunda, solo una cantidad considerable para dormir por cuatro horas. ¿Cuál usar?
Cuando escuche unos pasos que se acercaban a mi persona y uno par de pies se detenían a lado de mi cuerpo, tome una aguja con fuerza y la clave en la pierna del sujeto que estaba a mi lado y solo escuche una maldición del joven que ahora tenía una vista borrosa y que segundos después se derrumbo a un lado de mi.
Era aun una noche hermosa y una persona iba a sobre vivir de ella. Cerré los ojos lentamente y me dispuse a descansar.
 

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