martes, 26 de junio de 2012

El fin del asesino. Parte 10

Aquí es- dije pasivamente mientras apagaba el motor del automóvil y sacaba la llave.
-¡Pues… bájate! ¡Ya!-  Me grito mientras estaba desconcertado por el lugar al que lo había llevado pero si hubiera puesto atención hubiera sabido que solo estábamos a un par de kilómetros de carretera federal y a unas horas de la ciudad solo que estaba demasiado nervioso apuntándome sobre los hombros y sudando como puerco.

Me baje del vehículo y empecé a caminar por una senda donde desembocaba en un barrando de gran altura en la que si te caías te podías despedir de todo. Él también se bajo con algunos tropezones pero sin dejarme de apuntar y camino detrás de mí por el rocoso camino.

Camine hasta el límite del barranco y era una vista hermosa. Se veían lo valles y tanta vegetación que a cualquier pareja de enamorados le hubiera encantado estar o a algún fotógrafo de paisajes le hubiera encantado una fotografía de tan hermosa muestra de naturaleza; era el lugar que había deseado, el  adecuada para que al fin aquí se acabara la historia. Me di la vuelta y ahí estaba parado  esperando alguna señal para que hiciera lo que tenía que hacer, respiraba con ansiedad pero se fue calmando poco a poco; el arma le daba confianza porque se aferraba a ella y aunque estaba lloviendo sabía que estaba sudando por su rostro rojizo y sus pupilas irritadas ya que parpadeaba constantemente y al final se dio valor.

Se paró en su perfil derecho y subiendo el arma lentamente me miraba con perversión y una sonrisa que nadie se la podría haber quitado hasta que el arma estuvo perpendicular a mi cuerpo y a una distancia de no más de 1 metro me apunto a la cabeza. Se quedo rígido pero aun sonriendo y al final dijo con un tono que nunca le había escuchado pero que sabía que existía dijo:

-¿Algo qué quieras decir antes de que introduzca esta bala sobre tú cabeza de perversión y te libere de tú mal?- Me dijo con la seriedad que anunciaba que si lo iba a hacer, que si me iba a matar.

Suspire lentamente y cerré los ojos, mantuve la calma por un instante; por el último instante de mi vida y con aun mayor seguridad y confianza conteste:

-¿Cómo he de relatar mi propio fin?-

-No lo harás- y con el dedo sobre el gatillo acciono la pistola de calibre 50 y un relámpago cayó sobre la tierra retumbando entre la maleza de la carretera donde nadie me encontraría y desaparecería sin dejar nada a nadie; solo sería una leyenda y al final se dirían mil cosas acerca de mi y de mis fechorías en los noticiarios, en los periódicos y la gente hablaría acerca de mi y se crearían mil suposiciones referentes a mi existencia pero ninguna sería cierta ya que nunca sabrán lo que en realidad me paso. Fui asistido para ser asesinado.

Caí inmóvil sobre la seca yerba y bajo la lluvia que caía sobre mi cuerpo, escuchaba que se iba lentamente y al final solo cerré los ojos y me deje llevar por el momento, el de mi desaparición.

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