El mar estaba agitado. La brisa de las olas nos caía a en
los rostros y nos dirigíamos a un lugar que no conocíamos. No sabíamos en donde
estábamos ni cuanto faltaba, solo que caía agua desde el cielo, las nubes
comenzaban a relampaguear y el bote se elevaba con cada ola con la que chocaba.
Las condiciones no favorecían y con solo tres personas en un bote pequeño, no
había mucho que se perdía.
Los minutos pasaron y olvidando que era sentir el sol en el
rostro o la sensación de estar seco vimos tierra firme.
“Ahora el problema va a ser llegar allá” dijo uno de los
compañeros que venían en el bote. Éramos tres contándome, el conductor, un
chavo aferrado a la orilla del bote y yo; los tres con agua salada hasta donde
no sabíamos que podía entrar el agua con sal. Los tres de la misma edad pero
con la misma duda de que iba a pasar después de embarcar en el puerto.
Era una playa con arena gruesa y piedras del tamaño de
personas en la que nos esperaban múltiples personas con tres paquetes de
maletas de tres diferentes colores. Cada paquete tenía una bolsa para dormir,
una cantimplora y ropa; todo del color que nos tocara. Azul, rojo y verde.
Logramos embarcar con dificultades a lado de un cuarto de
control en la orilla de la playa de donde proveníamos, nos dieron nuestro
paquete de ropa y accesorios, a mí me tocó el rojo y nos invitaron a entrar al
cuarto de control.
Con un gran ventanal de pared a pared y con computadoras
debajo de este se veía todo el mar y como las olas chocaban y se elevaban contra
el otro lado de vidrio. Era como estar dentro de donde se maneja en un gran
barco, solo que aquí no estábamos a más de dos metros de la orilla del mar.
“Aquí estarán hasta que se acabe su estadía, Marco es el único
que puede salir por alimentos y víveres para ustedes. Es la única condición;
buena suerte y éxito” Estas palabras nos la dijo un señor de traje que se
cubría de la lluvia con un paraguas y terminando de hablar cerró la puerta tras
de sí y se escuchó un cerrojo. No hubo preguntas ni comentarios, solo silencio
entre nosotros y el ruido de la lluvia y de las olas chocar contra el vidrio
del otro lado.
“Luis” le extendí la mano a Marco para saludarlo “Marco” él
contesto, luego al otro chavo “Luis”, “Juan” respondió.
“Y bueno ¿Todos venimos aquí a contestar nuestro examen de
titulación?” “Yo sí” Yo también” pregunte y contestaron.
Silencio mientras nos veíamos a los rostros húmedos.
“¿Saben dónde estamos?” preguntó Juan. “Yo no” con
honestidad le dije y después dirigí mi mirada a Marco que dijo “Yo tampoco”.
“Pero tú fuiste quien nos trajo aquí” mi argumento era
válido. “Si, lo sé. Pero me dieron las coordenadas y yo solo las seguí; me
pidieron que los trajera”
“¿Cómo sabías leer las coordenadas? ¿Quién eres?” Juan se
veía como un tipo calmado pero ahora estaba muy nervioso y por eso preguntaba
con cierta histeria.
“Soy un estudiante de ciencias marinas y me enseñaron a leer
eso. Supongo que lo supusieron al traerme aquí” se veía igual de desconcertado
que nosotros.
“Pero eso no contesta la pregunta de porque solo tú puedes
salir de aquí” ahora me tocaba a mi cuestionarlo.
“Eso ni yo lo sé. Les juró que hasta ahora se lo mismo que
ustedes acerca de esta situación”
Ninguno de nosotros sabía en donde estábamos, ni que nos iba
a pasar y mucho menos que teníamos que hacer ahí. Los tres íbamos a realizar un
examen pero ¿Este era el examen?
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