sábado, 20 de febrero de 2016

Un anti-héroe más. Parte 3

Y así fue como empezó todo, una gran habilidad para manejar la energía a mi placer, una fuerza tan grande como para levantar un auto, una capacidad para darle y quitarle fuerza a la gente, de hacer cosas magnéticas y de poder generar un campo de fuerza.

Bajo el agua sentía un placer incomparable, mejor que hacer el amor con cualquier mujer; aunque siempre el contacto físico es importante. Rodeado de madera me sentía tranquilo, de una manera, pasivo; y en una tormenta eléctrica, no tenían manera de contenerme, toda esa energía eléctrica en el aire me era como un niño en una dulcería con todo pagado.

Me gustaba jugarle bromas a la gente dándole toques, apagando y prendiendo la luz maliciosamente, erizando su cabello y algunas veces haciéndoles trucos de “magia”. Nunca fui muy afectivo con los niños ajenos y me desesperan los niños que no se están tranquilos, así que de vez en cuando jugaba con ellos e iba poco a poco absorbiendo su energía hasta cansarlos dejarlos dormidos hasta el día siguiente. Mi fuerza nunca la había podido ocupar a su máximo potencial, pero ya nadie me molestaba porque aunque no había cambiado mi aspecto, mostraba señales de una fuerza superior a la natural aunque como humano, era igual de frágil.

Soy de las personas que les gusta correr, un día iba corriendo y quise correr un tramo a toda velocidad pero algo extraño paso; comenzó con un hormigueo y después la vista se me nublo y en un parpadeo ya estaba del otro lado de la calle. No había entendido que había pasado, así que lo repetí una y otra vez en distintos lugares, sin gente alrededor obviamente; y al final entendí, gracias a un vídeo, que en el momento que me disponía en ir más rápido desaparecía en un haz de luz y luego esté se subía a las líneas de luz, viajaba en ellas y luego el mismo haz bajaba y volvía a aparecer. Eran distancias en metros en tiempos de mili segundos; estaba fascinado pero a la vez frustrado porque no podía utilizarlos para otro fin que no fuera el persona, y eso también con cuidado porque si no me iba a empezar a meter en problemas.

Todo iba bien, todo estaba perfecto y estaba muy contento con mi nueva habilidad heredada por aquel vagabundo hasta que me di cuenta que una mancha negra comenzaba a crecer en mi pecho día tras día. Como si fuera algo vivo iba expandiéndose por toda mi piel hasta que pronto cubrió todo mi pecho y empezó a irse a los hombros, abdomen y cuello. No pasó mucho tiempo en que se empezara a notar y la gente comenzaba a hacer preguntas.

No sabía que estaba pasando hasta que una persona me comento que me había vuelvo una persona muy seria, solitaria y en cierto punto arrogante porque comenzaba a reírme mucho del mal ajeno, a ser muy directo e insensible desde hace unas semanas; el mismo tiempo desde que adquirí el poder y la mancha comenzaba a notarse.

El día siguiente quise hacer un experimento y con mucho trabajo fue un día en el que le hacía favores a la gente, en el que me comportaba como la persona más cortes y cordial de la universidad y del trabajo, en el que trataba a todos con paciencia y alegría. Que día tan difícil fue ese.

En la noche revise mi pecho y note que la mancha no había crecido pero tampoco se había disminuido. “No mames que me tengo que comportar mejor que hoy con esa bola de pendejos” y en un arrebato de estrés tense mis músculos y como si hubiera sido una descarga de electricidad todas las luces de la casa se prendieron hasta llegar a un punto de bolar los fusibles en cuestión de segundos. “Esto es perfecto” el sarcasmo siempre estaba presente.

Al día siguiente, resignado por como tenía que ser con las demás personas, iba caminando por la calle y vi un carro que no encendía claramente por falta de energía en su batería. A regañadientes me acerque al señor que enojado no sabía qué hacer y le pregunte si podía ayudarlo y le comente que levantaba el cofre e intentara prender el auto de nuevo, así yo podría ver que era lo que estaba pesando y “talvez” darle una solución.

Sin nada que perder el señor siguió mis instrucciones y giro la llave del auto mientras que yo, del otro lado del cofre levantado tocaba con mi mano la batería y le entregaba energía hasta que sentía que estaba llena; de inmediato el carro prendió y el señor salió de esté asombrado y preguntando que le había hecho, solo le conteste que le faltaba un pequeño empujón. Ante mi respuesta me di cuenta que estaba más tranquilo, como si me hubiera quitado un peso de encima y el estrés ya no se apoderaba tanto de mí, al igual que el enojo con el que andaba en los últimos días.  


Sin dudar, el señor se ofreció a llevarme a mi destino, acepte complacido y al llegar a la universidad fui directamente al baño en el que me quite el saco y la camisa y me di cuenta que la mancha había disminuido su tamaño considerablemente. Sin embargo, no me había dado cuenta que había entrado al baño de mujeres cuando observe salir a una chica de un cubículo. Se me quedo viendo por unos momentos con un rostro de extrañeza para después regalarme una sonrisa traviesa con esos labios que minutos seguidos iba a besar. 

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