Y así fue como empezó todo, una gran habilidad para manejar
la energía a mi placer, una fuerza tan grande como para levantar un auto, una
capacidad para darle y quitarle fuerza a la gente, de hacer cosas magnéticas y
de poder generar un campo de fuerza.
Bajo el agua sentía un placer incomparable, mejor que hacer
el amor con cualquier mujer; aunque siempre el contacto físico es importante.
Rodeado de madera me sentía tranquilo, de una manera, pasivo; y en una tormenta
eléctrica, no tenían manera de contenerme, toda esa energía eléctrica en el
aire me era como un niño en una dulcería con todo pagado.
Me gustaba jugarle bromas a la gente dándole toques,
apagando y prendiendo la luz maliciosamente, erizando su cabello y algunas
veces haciéndoles trucos de “magia”. Nunca fui muy afectivo con los niños
ajenos y me desesperan los niños que no se están tranquilos, así que de vez en
cuando jugaba con ellos e iba poco a poco absorbiendo su energía hasta
cansarlos dejarlos dormidos hasta el día siguiente. Mi fuerza nunca la había
podido ocupar a su máximo potencial, pero ya nadie me molestaba porque aunque
no había cambiado mi aspecto, mostraba señales de una fuerza superior a la
natural aunque como humano, era igual de frágil.
Soy de las personas que les gusta correr, un día iba
corriendo y quise correr un tramo a toda velocidad pero algo extraño paso; comenzó
con un hormigueo y después la vista se me nublo y en un parpadeo ya estaba del
otro lado de la calle. No había entendido que había pasado, así que lo repetí
una y otra vez en distintos lugares, sin gente alrededor obviamente; y al final
entendí, gracias a un vídeo, que en el momento que me disponía en ir más rápido
desaparecía en un haz de luz y luego esté se subía a las líneas de luz, viajaba
en ellas y luego el mismo haz bajaba y volvía a aparecer. Eran distancias en
metros en tiempos de mili segundos; estaba fascinado pero a la vez frustrado
porque no podía utilizarlos para otro fin que no fuera el persona, y eso también
con cuidado porque si no me iba a empezar a meter en problemas.
Todo iba bien, todo estaba perfecto y estaba muy contento
con mi nueva habilidad heredada por aquel vagabundo hasta que me di cuenta que
una mancha negra comenzaba a crecer en mi pecho día tras día. Como si fuera
algo vivo iba expandiéndose por toda mi piel hasta que pronto cubrió todo mi
pecho y empezó a irse a los hombros, abdomen y cuello. No pasó mucho tiempo en
que se empezara a notar y la gente comenzaba a hacer preguntas.
No sabía que estaba pasando hasta que una persona me comento
que me había vuelvo una persona muy seria, solitaria y en cierto punto
arrogante porque comenzaba a reírme mucho del mal ajeno, a ser muy directo e
insensible desde hace unas semanas; el mismo tiempo desde que adquirí el poder
y la mancha comenzaba a notarse.
El día siguiente quise hacer un experimento y con mucho
trabajo fue un día en el que le hacía favores a la gente, en el que me
comportaba como la persona más cortes y cordial de la universidad y del
trabajo, en el que trataba a todos con paciencia y alegría. Que día tan difícil
fue ese.
En la noche revise mi pecho y note que la mancha no había
crecido pero tampoco se había disminuido. “No mames que me tengo que comportar
mejor que hoy con esa bola de pendejos” y en un arrebato de estrés tense mis músculos
y como si hubiera sido una descarga de electricidad todas las luces de la casa
se prendieron hasta llegar a un punto de bolar los fusibles en cuestión de
segundos. “Esto es perfecto” el sarcasmo siempre estaba presente.
Al día siguiente, resignado por como tenía que ser con las
demás personas, iba caminando por la calle y vi un carro que no encendía
claramente por falta de energía en su batería. A regañadientes me acerque al
señor que enojado no sabía qué hacer y le pregunte si podía ayudarlo y le
comente que levantaba el cofre e intentara prender el auto de nuevo, así yo
podría ver que era lo que estaba pesando y “talvez” darle una solución.
Sin nada que perder el señor siguió mis instrucciones y giro
la llave del auto mientras que yo, del otro lado del cofre levantado tocaba con
mi mano la batería y le entregaba energía hasta que sentía que estaba llena; de
inmediato el carro prendió y el señor salió de esté asombrado y preguntando que
le había hecho, solo le conteste que le faltaba un pequeño empujón. Ante mi
respuesta me di cuenta que estaba más tranquilo, como si me hubiera quitado un
peso de encima y el estrés ya no se apoderaba tanto de mí, al igual que el
enojo con el que andaba en los últimos días.
Sin dudar, el señor se ofreció a llevarme a mi destino,
acepte complacido y al llegar a la universidad fui directamente al baño en el
que me quite el saco y la camisa y me di cuenta que la mancha había disminuido
su tamaño considerablemente. Sin embargo, no me había dado cuenta que había
entrado al baño de mujeres cuando observe salir a una chica de un cubículo. Se
me quedo viendo por unos momentos con un rostro de extrañeza para después
regalarme una sonrisa traviesa con esos labios que minutos seguidos iba a
besar.
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