Su sudor, su aroma, su sabor, su piel, su cabello, sus ojos,
su aliento, sus manos, su fuerza, su entrega, su lujuria, su potencia, su
aguante, su esfuerzo, sus sonidos, su voz, su miembro; etc. Era perfecto.
Le quería dar todo lo que tenía y hasta lo que no, todo lo
que se me ocurriera e imaginara, mis más grandes fantasías y deseos, todo mi
cuerpo y todos mis sentimientos, todo mi amor y compasión, toda mi furia y todo
mi poder.
Yo no era perfecta pero con él, en donde fuera y como fuera;
lo hacía perfecto. Solos él y yo aun sabiendo de que tenía que regresar al
convento pero no me importaba; ese momento era perfecto y no me importaba tener
sed o hambre, estar cansada de pies a cabeza, sudada y mal oliente; nada
importaba y nada me importaba de él con su espalda rasgada por mis uñas, su
cuello rojo de mis dientes o sus gotas de sudor que caían sobre mi cuando él
estaba arriba de mí. Nada, nada de este mundo me satisfacía, excepto él y solo
él. Lo amaba.
Pasó una semana y me pidió que nos fuéramos juntos; que desapareciéramos
de este mundo dejando nuestras vidas atrás comenzando de cero pero uno
acompañado de otro. Acepte sin dudarlo recordando que tenía dinero y joyas que
podríamos vender en la caja de seguridad de mi armario en mi recamara en el
convento.
Se suponía que iba a ser un viaje de entrada por salida
mientras que él también iba a hacer lo mismo con sus cosas que dejo en el campo
militar. Era el todo por el todo y estábamos dispuestos a hacerlo.
Ese mismo día me dejo en el pueblo para que pudiera tomar un
taxi e ir al convento mientras él iba al campo militar. Nos despedimos de un
beso, un apasionado beso mientras él me tomaba de la cadera y yo lo tomaba a él
del rostro. No dude y me baje del auto y al primer taxi me dirigí a la barda en
donde brincaría a mi cuarto, entraría por la ventana, tomaría la caja y
volvería a salir y así fue; no pasó nada fuera de eso, solo lo planeado.
Iba caminando por la calle con mi caja entre las manos esperando
a que pasara un colectivo pensando en él, en sus besos, en sus caricias, en su
fuerza y en todo lo que me hacía sentir. Caminaba con una sonrisa de placer
total.
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