La sensibilidad de una mujer con todas esas curvas que
cargan y la rudeza de un hombre con esa dureza que cautiva. Era dos hombres y
dos mujeres los que estaban presentes en el cuarto y uno de cada sexo estaban
disfrutando más de ese momento.
Lo veía sentado, viéndome; lo veía enfrente de mi rostro
mientras yo estaba acostada y sentía su respiración, mirándome y luego besándome
volviéndome en ese momento solo de su pertenencia. Me veía con los ojos cerrados
con una lágrima en uno de ellos, con la boca abierta inhalando y exhalando el
poco aire que tenía. Besando su hombro y tomándolo con fuerza de la espalda. Éramos
dos, solamente él y yo.
Sentía sus manos, sus bocas, su aliento a alcohol, sus
miradas lascivas, la fuerza del hombre cuando me tomaba de los hombros y de la
cadera y la sensibilidad de la mujer cuando sentía sus montes cerca de mí al
igual que su espectro depilado. Eran dos los que trataban de hacerme suya pero
yo ya era de alguien y no estaba en la habitación.
Lo deseaba, lo imaginaba, lo fantaseaba; era mío.
-No puedo más, déjenme salir- Fue lo único que dije cuando
de inmediato me pare del lugar buscando mi ropa, tomándola y saliendo del
cuarto sin importarme estar desnuda. No podía seguir ahí.
Me coloque mis prendas con excepción de mis zapatos ya que
iba a salir corriendo a la barra de alcohol a buscarlo, a decirle que lo había
extrañado, que estaba preocupada por él; que le diría todo lo que sabía.
Justo cuando doy el primer paso siento como una mano me toma
del hombro y me empuja con fuerza contra la pared, me toma del cuello y me pone
sobre las puntas de mis pies.
-¡¿Qué te crees al dejarme así maldita puta?! ¿Quién te
crees que eres? A mí me vas a dar tu coño ahora o sino me las vas a pagar
pinche vieja estúpida- Era aquel narco con el que estaba en la habitación. Su
voz era violenta al igual que su fuerza que ejercía sobre mi cuello, empezaba a
asfixiarme pero eso poco le importaba, era más su orgullo de macho el que
dominaba ahora. –A mí me vas a dar todo o si no te hare pagar, a mí nadie me
dice que la deje ir-
No podía más e instintivamente arroje mi rodilla contra sus
huevos liberándome de sus manos y tirándolo al suelo.
-¡Me las vas apagar pinche vieja pendeja!- Eran los gritos
que sonaban en el pasillo mientras me alejaba de ese lugar descalza.
-Hombre ¿no has visto a donde se fue un hombre moreno, un
poco alto con camisa creo que de rayas, pantalones de mezclilla y zapatos
negros que estaba bebiendo algo así como coca?- Fue lo que le pregunte al
cantinero gordo y elegante.
-No, lo siento. Solo vi que se tomó su bebida con rapidez y
se fue algo enojado a la puerta de salida; pero nada más, lo siento mucho
señorita, en verdad. ¿Era acaso alguien importante?- Decía la verdad y
preguntaba consternado.
-No lo sé, pero necesito hablar con él- Fue notable mi decepción.
-No pues, ojala lo encuentre. No fue hace mucho que se
salió, corra y tal vez lo vea afuera- Y sin duda eso hice.
Salí del prostíbulo con rapidez sin importar empujar a la
gente que iba entrando y me pare en medio de la calle esperando ver algo.
El calor era de humedad en el pueblo pero el asfalto estaba
frío.
Mire en todas direcciones con mis zapatos en la mano pero no
logre verlo. Se había vuelto a ir.
Baje la mirada y camine de regreso a la banqueta cuando unas
luces de un auto se prendieron y me deslumbraron haciendo que me tratara de
cubrir la vista con el ante brazo.
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