Las noches pasaban así como los policías y sus múltiples
golpizas, pero el silencio y el sentimiento de la soledad aun perduraban. ¿Cuánto
más debía de esperar para ya terminar esta trama? ¿Qué más tenía que pasar para
poder al fin darle un buen finiquito a esta historia? Me estaba volviendo loco,
estaba estancado en la novela aunque; al final y agradecido, hubo un chispazo
de luz que entro por esa puerta y me dio la fuerza necesaria para al fin
terminar. Hoy termina y hoy al fin habrá paz y alegría.
-Espero que te la estés pasando bien. Ya fue un mes y me
dicen mis compañeros que desde que llegaste no dices ni una palabra y eso, te
digo la verdad, los hace enfadar más; así que, dales la satisfacción de
escucharte, de oír esa linda voz tuya- Me decía el “licenciado” mientras se
quitaba su saco barato, lo ponía en la mesa y se arremangaba sus mangas de su
camisa lisa. El mismo que me había entrevistado en la comisaría antes de que
volara en mil pedazos y el mismo que me había llevado a mi hogar actual sin
antes haberme enseñado a…ella.
-Solo las personas dignas pueden escuchar mi voz y usted se
lo ha ganado y aunque su compañero no, él es solo afortunado- Tenía más de un
diente roto, así que dolía al hablar. Un dolor nuevo.
-Guau, esa voz. Encantadora- Decía el oficial que acompañaba
al trajeado mientras me veía y se colocaba detrás de mí para soltarme las
esposas y empezarme a golpear.
-Eres muy afortunado niño, bastante yo diría; aprovéchalo-
Le dije mientras sentía mis piernas y brazos libres de la fría silla de metal.
Ya era libre y estaba motivado.
El policía libero las esposas y empezó a caminar a la mesa
de madera, por donde estaba su acompañante dándome la espalda. Justo cuando
pasó a un lado mío y me dio la espalda él también, me levante con rapidez y
coloque mis manos alrededor de su cabeza y dije:
-Debiste de aprovecharlo niño- Cuando jale mis brazos en
direcciones opuestas con mis manos aferradas a un rostro que apenas de daba
cuanta que estaba sucediendo rompiendo su cuello y dejando un cuerpo sin vida.
El crujido fue notorio y el investigador se dio la vuelta
con cierta torpeza. Al momento que ya estábamos de frente y él tenía una mano
lista para sacar su arma, yo ya tenía la del oficial muerto en mis manos apuntándolo.
-Como la vida va y viene ¿No cree oficial? Las cosas cambian
tan rápido. Era un buen chico, me agradaba; su cabello olía rico- La sonrisa
volvía a mi rostro y se sentía tan bien.
-No hagas nada…- No lo deje terminar la clásica frase.
-No lo digas querido, está muy sobrevaluada esa frase. Mejor
saca tu arma y aviéntamela antes de que te perfore el cráneo, tome las llaves
de tu auto y vayamos al lugar donde me encontraron medio muerto y, aunque eso
lo puedo hacer yo solo; no quiero manejar en soledad y no sé dónde estoy,
primeramente; así que, no me hagas perder tiempo y dame el arma- Dudo por unos
momentos pero al final cedió.
Ya con las dos armas en mi poder, una la guarde y con la
otra le seguí apuntando.
-Bueno, ya escuchó el plan; así que vámonos, no perdamos
tiempo-
Salimos de la choza y una ola de aire fresco golpeo mi
rostro, era tan delicioso; una cosa que envicia a cualquiera que este un mes en
una pocilga. Subió al auto en la parte del chofer y yo en el asiento de atrás de
él; arrancó la máquina y nos fuimos.
El camino no fue largo pero si en silencio hasta el pequeño
pueblo en donde viví por una temporada.
-Ve lento por aquí, no queremos perder a nuestro objetivo;
aunque sé que no puede moverse mucho-
-¿A quién buscamos? ¿A quién la mató?- Preguntó el chofer
mientras seguía el tranquilo camino del poblado.
-Que inteligente eres, querido. Pero si vuelves a decir una
tontería así te hago un tercer ojo muy sexy entre los dos que ya tienes- Veía a
la misma gente “aburrida” caminar por la calle hasta que por fin, un minusválido
caminado; sin una pierna y sin un brazo. Hoy era un buen día. –Detente y dile a
ese tipo que se suba al auto, bajas mi ventana para que me vea. Y no hagas nada
tonto, no quiero terminar aquí nuestro viaje- Cumplió mis instrucciones a la
perfección y cuando me vio el hombre de la calle, su rostro jamás se me
olvidara, no tenía precio esa combinación de horror y sorpresa que reflejaron
sus ojos.
Ya arriba del auto, sentado a un lado mío, con un arma apuntándole
y con la otra al conductor dije con una sonrisa sin mascara, una sonrisa
honesta:
-Hola- No sabía que contestarme, no sabía qué hacer y no
sabía lo que venía –Conduce hasta el mirador del condado, está a cinco minutos
de aquí; sigue esta calle y en el semáforo das vuelta a la derecha, luego a la
izquierda y en el tope, a diez metros te detienes; sin hacer tonterías o será tu
fin también.
En el camino intento hacer una pregunta:
-¿Cómo es qué tú…?- Su voz titubeaba y sudaba como puerco.
-La magia del cine mi amigo, nos ha enseñado que todo es
posible en la realidad- No dejaba de sonreír.
Llegamos al lugar y ordenándoles que se bajaran lentamente
me coloque detrás del inválido que ya no traía su muleta y se apoyaba delante de
mí mientras recargaba la punta del arma en la cien del pobre hombre. Estábamos
de frente al oficial cuando le arroje a éste la otra arma, la agarro en el aire
y sin perder tiempo nos apuntó a los dos.
-¿Para qué me das el arma?- Su voz ahora era más firme.
Estaba determinado, yo me tenía que encargar de quitarle esa determinación.
-Para que haga lo que está haciendo ahora, apúntenos y no
falle, en lo que yo empiezo a caminar cada vez más cerca de la barda en donde
empieza este barranco en donde si cae alguien ya no sobrevive- Me ocultaba detrás
del cuerpo del hombre que le costaba trabajo estar de pie por obvias razones.
-Dispare, no deje vivo a este hijo de puta; no lo valgo.
¡Dispare!- Era cierto y lo más inteligente que podía hacer el policía ante la
respuesta del invalido, pero su nobleza y orden moral se lo impedían; era
incorruptible y sabía que me tenía que tener vivo para pagar por todos mis
males.
-¿En serio crees que eso valgo? Eres un encanto de hombre, lástima
que te tengas que ir de nuestra pequeña reunión porque, el tiempo se acabó- Dije
mientras llegaba al barandal y me detenía en el borde. –Sabes algo, por un
momento me tuviste y debiste haberme acabado ahí, pero no; esperabas que
viviera como tú, que sintiera tu dolor y pena; fue una lástima que pensaras
así. ¿Unas palabras más?- Y sin darle tiempo de contestar o de siquiera
pensarlo, lo jale con toda mi fuerza aventándolo al barranco y escuchando solo
como su grito se alejaba velozmente.
Mire al oficial que estaba congelado apuntándome con su arma
sin saber ni que pensar.
-Creo que nuestro amigo no sabía que había escaleras para
bajar-
-¿Qué quieres?- Fue una pregunta en susurro mientras una lágrima
salía por su rostro, era muestra de su impotencia, de su desesperación y de que
su moral ahora ya estaba rota; ya no tenía nada.
Me subía al barandal con la poca fuerza que me quedaba y con
trabajos de mantenerme con equilibrio en el borde, me puse de pie con los
brazos extendidos y en una mano un arma dije:
-No quiero nada en la vida, solo me dejo ir- Coloque el arma
en mi frente y jale del gatillo mientras caía al mismo tiempo al vacío viendo
como el borde se alejaba de mí y segundos después como el policía se apoyaba en
él viéndome caer.
…
…
…
…
…
…
…
…
…
…
…
La bala no perforo, el cuerpo se desplomo antes de la
reacción del dedo en el gatillo pero lo que me sorprende es que; la caída tampoco
me mató y supongo que dieron el cuerpo por perdido porque desperté sobre el
pasto boca abajo con huesos rotos y un pájaro enfrente de mí que me observaba desconcertado.
Gire en el suelo para ver el cielo azul, suspire y sonreí.
Todo ya se había acabado, por ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario