miércoles, 5 de junio de 2013

El silencio privilegiado.

Era viernes por la noche, el viento soplaba haciendo un ambiente fresco por mi departamento ya que estaban las ventanas abiertas sin miedo a que entraran a robar por ahí, ya que vivo en un tercer piso y es prácticamente imposible que alguien entrara sin ser visto y lo mejor de todo era que vivía en el edificio de alado de una escuela judía, lo que me daba seguridad extra y sin miedo al estrés por los ruidos de los estudiantes ya que estaba fuera de casa todo el día menos los fines de semana.

En un edificio de solo tres pisos los vecinos son pocos y la mayoría  personas que gozan del silencio y de la privacidad aunque debajo de mi hogar se acabaran de mudar y ahora estaba solo, lo que me daba un silencio privilegiado y privacidad única.

Trabajo todo el día en una fabrica como un encargado de las maquinas y mecanismos del lugar; el que ve que todo funcione debidamente, el que se preocupa por la seguridad de sus empleados  y el que hace que todo mejore con cada vez más rápido. Eso era de  día.

Vivo solo y no tengo parientes en las cercanías de mi hogar, los amigos son contados y sin nadie que me molestara o esperar alguna interrupción de las actividades, mi vida era normal; hasta donde en verdad me conocen porque de noche, los viernes por la noche, eran momentos de desahogo, de impartir cátedra a la ciudad y de causar miedo a la población o al menos a los que hicieran el mal. Era considerado una amenaza a nivel nacional y empezaba a ser perseguido por detectives y estudios de peritaje; me consideraban un asesino en serie y aunque sabían que nunca dejaba pistas en el lugar donde me parara, esperaban encontrar algo; su fe era lo último que moría al igual que el de las familias cercanas a la víctima. El deseo de encontrarme y cobrar venganza los cegaba ante la razón de la muerte de su pariente, eran violadores, asesinos, estafadores, delincuentes; etc. lo único que tenían todos relacionado era que habían sido malos con la demás gente.

No era un justiciero aunque me empezaba a ganar esa etiqueta, ni un héroe para la sociedad o una especie de esperanza para la población de que todo podía mejorar y que todos éramos capaces de impartir justicia; no. Soy un hombre común y corriente que asesina a asesinos y demás cóleras de la ciudad, sin sentimientos porque sufrí en mi infancia algo que me marco, sin temor a la represalia porque sabía que a lo que más debía temerle era, a mi mismo; yo era el mal de la ciudad y el asesino a sueldo; un criminal con el más grande deseo de venganza; y prefiero eso a ir a terapia porque no estoy loco, al contrario, sé lo que hago y que lo causo, no le temo a nada y vida está llena de color rojo.

Entre a mi casa y cerré la puerta con llave, sin prender las luces cerré las cortinas cuidadosamente y encendí unas lámparas de escritorio y mesa; no necesitaba mucha luz para prepararme. Entre a mi cuarto y puse encima de mi escritorio mi computadora portátil encendiéndola, la que siempre dejaba en casa. En lo que cargaba sus documentos me coloque unos tenis oscuros, un pantalón ligero igual de oscuro y una playera de cuello redondo y de manga larga a pesar del calor. Fui al closet y de la repisa de arriba y esquinada saque una maleta la cual tenía candado y la llave estaba escondida en la tierra de una planta, cerca de una piedra. De ahí saque una maleta más pequeña con ya aditamentos en su interior que había puesto en la semana. Regrese al escritorio y de la computadora abrí un documento colocado en el bote de basura a propósito. Era un horario, un plan de trabajo, un esquema con planos de una casa, una tabla con descripciones físicas de una persona y unos textos en los cuales se explicaban hobbies, actividades favoritas y desagradables, eventos fuera de lo común en la semana, breves explicaciones de personas cercanas en distancias al hogar descrito relacionadas con el sujeto explicado con anterioridad y en la parte de hasta abajo y en letra distinta a lo demás; la razón del porque no iba a amanecer al día siguiente.

Me gustaba planeas, organizar, contemplar y estudiar a lo largo de la semana para que el día indicado y con mayores beneficios no tuviera contratiempos aunque sabía que siempre todo era perfecto, me gustaba intentar que lo fuera.

Apague la portátil y elimine el documento de manera permanente, subí a la cama mi maleta y la abrí con cuidado. Cinta, cuerda, guantes, plástico, una jeringa, una botella con un líquido transparente y un cuadro de un trapo oscuro de tela cualquiera, el cual era desechable e inflamable; eran las cosas que saque y volví a meter cuidadosamente nombrándolas y pensando su objetivo o la razón por la cual las  portaba.

Cerré la maleta y la deje en la puerta de salida, entre a la cocina y tome un vaso de agua cerrando los ojos y escuchando el palpitar de mi corazón, lento y relajado, como una sinfonía que está empezando a tocar y disfruta de la presencia de los miles de espectadores en el auditorio. Yo estaba delante de ellos dirigiéndolos y moviendo mis brazos expresando los sonidos que ahora, en mi cuerpo eran emociones.

Apague las luces y fui a la ventana que daba directamente a la calle y en la que veían los hogares de mis vecinos asomándome de reojo. La calle estaba vacía y silenciosa y gran parte de las ventanas de las casa y demás departamentos estaban con las cortinas puestas y con las luces a apagadas, excepto una; la más grande en la que se ve la sala, los sillones y un piano de madera muy hermoso; pero hoy no era el instrumento musical lo que llamaba mi atención sino una pareja de jóvenes adultos, de mi edad, haciendo el amor en uno de los sillones.

Con las cortinas abiertas y con todas las luces prendidas el hombre estaba encima de la mujer besándole el cuello lentamente mientras que su cadera se movía a un ritmo ascendente y descendente y las uñas de la mujer debajo de él se enterraban en toda su espalda. El rostro de la dama mostraba placer, erotismo, sensualidad y amor, con sus ojos cerrados con fuerza y su boca abierta haciendo un grito ahogado. La mujer empujo al caballero enseñándome sus cuerpos desnudos y sudorosos, respiraron por un momento lo tomo de la mano llevándolo al piano, donde ella se sentó en las teclas y el apoyándose en el demás piano se unió a ella ferozmente haciendo que ella se prensara en su cadera con sus piernas y con sus brazos abrazándolo mientras sus ojos estaban entrecerrados y viendo al techo por encima del hombro del sujeto que ahora se movía de adelante a atrás. A lo lejos se veía la espalda del hombre marcada por las uñas de la mujer y unas líneas mostraban que ahora el sujeto sangraba lentamente.

Me pregunte si eso era lo que tenía que estar haciendo en vez de salir por las noches a cubrir mis necesidades violentas. Deje la pregunta al aire y me aleje de la ventana. Salí de mi hogar con la maleta en mano y me dirigí a mi auto el cual estaba estacionado a tres cuadras de mi casa. Me subí, puse la maleta en el lugar del copiloto, lo encendí y viendo por el retrovisor como me alejaba de aquella ventana encendida en medio de la noche.

Llegue a mi destino, dando un suspiro tome la maleta y saque el cuchillo y llene la jeringa con el líquido de la botella, los guarde en diferentes bolsillos y al final me baje del carro. Sin titubear camine hacia el hogar que había visto antes, por el cual había caminado en su interior de manera ilegal y parándome en la puerta principal vi la construcción identificando una luz prendida en un primer piso y una sobra andante. Camine a un costado del hogar y cerca de una ventana lo bastante grande, la jale y la logre abrir silenciosamente. De un brinco entre a la sala oscura e instantes después la luz de arriba se apago y solo se escucho el silencio privilegiado de la noche.


No trates de darme la espalda, no trates de no ver la ventana más cercana a ti, no trates de no sentir mi presencia en tu espalda, no intentes voltear a verme, no pienses en que solo es una brisa y que no tienes miedo. No cierres las cortinas después de que leas esto ya que te observare y al final solo escucharas el silencio privilegiado de la media noche en tu calle y sabrás que estoy ahí. 


Buenas noches, querido lector. 

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