sábado, 18 de abril de 2015

Media Naranja. Parte 3

Después de mi interesante platica con mi “amigo” regrese al departamento, me di un baño, desayune como mandan los cánones e hice la limpieza de mi hogar. No me gustaba el desorden en ningún nivel y aborrezco esas esferas de polvo que se generan en el piso; pero era el único momento en que me podía dedicar a mi hogar y a mi ropa.

Me gustaba utilizar cosas recicladas de construcciones y madera vieja para hacer mis muebles, entonces mi sala se convertía en taller y ese aroma de madera recién cortada, era de lo mejor; solo una sensación superada por una buena comida recién preparada en un día soleado.


Ese calor, esos rostros desaparecer entre las llamas, esas miradas hacia el auto expectantes de lo que fuera a suceder, ese último respiro y parpadeo antes de presionar el botón; antes de que se contara una nueva historia, antes de que la gente saliera a las calles con miedo, antes de que se hablara de eso por toda la semana; mientras la policía dormía, mientras había gente preocupada por sus familiares desaparecidos, mientras todos esperaban una señal para actuar y al final, está llego envuelta en humo y cuerpos calcinados.


-No has tocado tu chocolate caliente mi amor- Me decía mientras me observaba con sus manos recargadas en su mentón sosteniendo su rostro y los codos apoyados en la mesa.

Estábamos sentados en la misma cafetería que siempre, en el mismo lugar que siempre, ordenando lo mismo que siempre, siendo atendidos por la misma mesera que había aprendido lo que ordenaríamos y solo nos pregunta “¿lo de siempre?” sin antes saludarnos.

Eran las costumbres del orden, lo que hace a la gente monótona y aburrida, desapercibida ante la sociedad y ante su entorno.

-Estoy disfrutando del momento. El estar sentado cómodamente, con un chocolate caliente, con buena música en la cafetería, rodeado de gente centrada en su mundo y contigo claro; una mujer independiente con la que disfruto mis tiempos libres- le decía mientras jugaba con una cuchara en la mesa de madera levantando y bajando la parte ondulada una y otra vez.

-Ay cariño, pero que cosas dices. Me halagas- Se sonrojaba y se volvía a inclinar en su silla mientras le daba un trago a su malteada de vainilla dejándole un claro bigote.

-Tienes espuma en el labio-

-Lo sé, quiero que me la quites- Se volvía a reclinar hacía donde yo estaba.

Tome la cuchara con la que jugaba, la lleve a su labio y le removí de un movimiento el fluido. Después lo deje caer sobre el vaso donde estaba la demás malteada.

Ese movimiento me pareció lento, eterno, calculado y medido de principio a fin. Como si algo hubiera hecho para hacer del tiempo más lento y afectando todo a mi alrededor.

-Ahí lo tienes, no tienes que desperdiciar nada-

-Gracias mi amor, no debiste hacerlo así- Su voz era decepcionada y estresada pero no era la primera ni la última vez que me la haría.


Los minutos pasaron y regresamos al edificio temprano; mañana ya era viernes y el comienzo de un gran fin de semana. 

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