Era una mañana de domingo soleada, calurosa y con una rica
brisa de aire que entraba por la ventana de mi habitación mientras me
despertaba poco a poco después de haber degustado un rico helado con… ella.
Estirando las extremidades, un bostezo prolongado y pasar
los dedos de mis manos por mi cabello no muy largo eran parte de mi rutina
mañanera.
Comencé a ver por la ventana que quedaba no muy alejada de
mi cama y más alta que está en uno de los costados; la luz que entraba por ella
y el vuelo de uno que otro pájaro, escuchaba el ruido de las aves y la brisa
mover las hojas de los arboles; esté último me causaba una sensación de
tranquilidad y paz pero superaba la alegría que me causó una sonrisa de extremo
a extremo el recuerdo de la noche anterior; el volver a sentir esa ola de calor
entrar por la ventana del auto, el ver las llamas envolver el metal del camión
y observar como el haz de luz hacia desaparecer todos aquellos rostros de
hombre y mujeres que no conocía. Era una sensación de éxtasis total.
Después de varios minutos gozando de la mañana y del recuerdo
en cama, me levante descalzo y solo portando un pantalón delgado para dormir en
tono azul claro fui directo al baño; hice pipi y me lave la cara.
Regresé a la habitación y tome de mi buro aquel celular que
descansaba. Ya tenía un mensaje de aquella dama con la que había pasado la noche
anterior en la que me decía “Buenos días, no olvides ver los periódicos de hoy”
seguido por “Estoy en un estado de placer total, ya perdí la cuenta de cuantas
sonrisas me ha causado el recuerdo”.
Deje el celular en el buro y me enfile a la cocina donde
desayunaría una rica fruta fresca y cereal mientras veía el noticiero sentado
tranquilamente en el comedor. Me gustaba el café pero no soportaba la idea de
contraer gastritis por algo tan tonto como eso.
Vivía en un departamento modesto con una habitación, un baño
completo, una sala de buen tamaño y una cocina lo suficientemente amplia para
realizar uno de mis hobbies que era cocinar; en un edificio modesto, con
vecinos modestos, en una calle modesta y en una ciudad pequeña que crecía poco
a poco gracias a las industrias manufactureras que veían al lugar con potencial
para poner sus plantas de trabajo. Eso me gustaba ya que me daba un mayor campo
de trabajo laboral y personal.
Lave los platos que había ensuciado, regresé al cuarto y me
cambie la ropa para salir a correr un poco a un parque cercano a mi edificio en
donde se concentraba una buena cantidad de gente a hacer también actividad física.
Ahí encontrabas a hombres y mujeres de todas las edades y de todo tipo, solos
acompañados, con mascotas y con ropa muy holgada o muy justa.
Era una sensación interesante ya que, te movías de forma incógnita;
podías conocer los rostros pero no sabías que había detrás de ellos, que era lo
que hacían para vivir, cuáles eran sus nombres o sus ideas; nunca pasaba de un
leve gesto con la cabeza o un saludo con la mano a distancia. No había
palabras, solo miradas cruzadas.
Corría por entre los árboles y por entre la gente con mis audífonos
puestos escuchando música con una gran cantidad de bits pero podía sentir una
atmosfera pesada, un ambiente tenso de preocupación y temor; era el aire que
estaba espeso, como si el humo del camión se hubiera propagado por todas las
calles y avenidas, entrado por debajo de las puertas y por las ventanas de las
casas y haber sido respirado por todos; haciéndolos despertar de sus lindos y
tiernos sueños e inundándolos en pesadillas y miedos.
-¿Ya te enteraste de lo que pasó anoche?- me comentaba un
hombre con el que de vez en cuando cruzaba palabras cuando me cansaba y me
sentaba en una banca. Hablábamos de vez en cuando acerca de deportes o cosas de
política pero yo lo consideraba como un simple conocido; creo que él a mi como
un amigo cercano porque a veces me invitaba a fiestas o me platicaba de su familia;
yo era algo parecido a su desahogo de su vida cotidiana, un hombre de casi su
misma edad con el que podía hablar cosas diferentes. Un padre con dos hijas que
iban en la preparatoria felizmente casado pero con un alto grado de
preocupación por el futuro ¿A si eran los padres hoy en día? ¿Eso era en lo que
pensaban? ¿Vivian para y por sus hijas y esposa y todo lo que hacían era motivo
de fiesta? Creo que la respuesta a todo eso era afirmativa. No le tenía celos,
pero si curiosidad ¿qué era lo que se sentía estar de ese lado?
-¿Lo del autobús? Muy trágico ¿cómo es posible que pasen
cosas así?- Preguntaba aun sabiendo la respuesta.
Se llevó las manos a la boca y dijo:
-Mi esposa y mis hijas están aterradas. No puedo dejar de
pensar en aquellas personas, madres de familia, trabajadores, hijos; dios santo,
que horrible- Fue lo primero que también pensé en el día.
-¿Qué te puedo decir? Así pasa, hay que vivir con eso y
salir adelante- Su rostro también mostraba angustia y yo lo estaba disfrutando.
-Tienes razón, solo hay que vivir con cuidado y a la gente
mala le pasan cosas malas- ¿Esa gente era mala? No lo sé y no me importa. –Pero
bueno, te dejo hermano. Unos cinco minutos más y a regresar con mis hermosas
hijas- Finalizaba mientras se levantaba de su lugar y se despedía con un
apretón de manos.
-Cuídate hermano- y cuida a tus hijas y esposa.
-Igualmente- Lo haré.
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