lunes, 6 de enero de 2014

Intrusos. Parte 5

-¿Quién será? Adivina adivinador, adivina querido asesino ¿quién será la que está dándote la espalda? ¿Es acaso tu pareja a la que dejaste en la cama mientras estabas sentado en tu sala esperando nuestra llegada? O ¿Es la mujer que te salvo aquella vez en el bosque, la que solo fue cómplice de tus actos? Piensa, piensa ¿quién será?- Tenía la cara tapada pero veía sus ojos claros mirándome y con su seño fruncido que se le notaba a través del pasamontañas negro.

Su figura era delgada y no era muy alta, más bien promedio. Su pantalón negro igual y unas botas oscuras que se consiguen en cualquier ferretería. Su compañero estaba igual vestido; era un hombre no tan delgado y algo esbelto; a él le podía alcanzar a ver sus ojos cafés y tenía una mirada tranquila mientras esperaba sentado en una silla blanca su momento de entrar en acción. Tenía los brazos cruzados al igual que sus piernas y se mecía en la silla de adelante para atrás.

-¿Es acaso tu madre o hermana o algún familiar? Sabes que te alejaste de ellos terminando tu carrera ¿por qué? ¿Estabas cansado de ellos, no eran como tú, no te entendían, pensabas que eras adoptado, de pequeño no te compraron ese juguete y los odias a partir de eso o simplemente no querías ser recordado por ellos? Vamos dime la verdad que a final de cuentas será la última en tu vida-

 Ya no sentía los brazos y piernas y el charco de sangre debajo de mi incrementaba aunque no se comparaba con el que tenía enfrente que parecía que crecía y crecía ante mis ojos.

¿Quién eres? Ese cabello oscuro, entre lacio y quebrado, largo; tu figura no muy delgada pero tampoco grande, tus hombros pequeños, tu cadera marcada pero era por tu posición, tus piernas creo grandes aunque el pantalón también parece ser grueso; entonces son delgadas, no eres muy alta o creo que de mi altura. Traes ropa oscura y holgada, no puedo definir tu figura bien. Solo déjame verte la cara, puedes ser cualquiera o nadie. Vamos, déjame verte el rostro, una pista aunque sea como tú última voluntad. ¡Ya dime quien eres! No podía pensar, no podía imaginármelo, no podía recordar, esa  impotencia, esa pesadez de inutilidad; el nerviosismo me estaba matando poco a poco. En otros momentos podía imaginarlo mejor, haber hecho suposiciones pero ahora; aquella mujer frente a mí era una completa desconocida.

-¿Qué se siente? ¿Qué se siente no saber si es acaso una persona que conoces a la que vez ensangrentada ante tus ojos o si acaso es un desconocido? Dime ¿qué es lo que te estás perdiendo?- Me hablaba desde la silla en la que estaba sentado; tranquilo e indiferente.

¿Qué me estoy perdiendo? ¿Qué no estoy viendo? ¿Qué quiere que me dé cuenta? ¿Qué acaso estaba tan grande la mancha de sangre bajo ella? No creo que no, creo que… o por Dios.

No pude pensar, no pude hablar, no pude moverme; solo abrí los ojos y palidecí. No era posible, no eran capaces, no, no, no lo creía. La sangre si estaba aumentando bajo ella, por Dios.

-Veras… nunca estuviste solo en esta habitación, nunca fuiste el único atado aquí; había alguien más y pues como te acabas de cuenta, no hace mucho tiempo pues ella no tenía nada- ¡Malnacidos, la mataron frente a mí! ¡Malditos estúpidos hijos de mierda!

Se paró de su lugar y camino lentamente a donde estaba el cuerpo hasta mancharse la suela del tenis y se puso de cuclillas muy cerca del cuerpo. Alzo su mano y yo tratando de gritar sin dejarme de mover lo más que podía, tratando de evitar lo que fuera a hacer; la toco.

Pasó sus dedos por su cuello cubierto por su cabello y lo quito lentamente y algo aterrador pasó, algo que hizo que cerrara los ojos lo más fuerte que pude y deseara estar muerto, que no estuviera en ese lugar pasando eso, deseando no ser como era, no haber hecho todo eso en mi pasado y que me mataran lo más rápido posible. Lagrimas salían de mis ojos rápidamente y como podía abría la boca y trataba de gritar detrás de la cinta adhesiva cuando sentí que un cuchillo atravesaba mi otra pierna, la que no tenía la bala y giraba con fuerza mientras la mujer me gritaba con furia “Abre los ojos amado mío, ábrelos y ve todo, ve todo lo que has hecho, ve tu pasado, tu presente y tu futuro. ¡Ábrelos ahora!” por el dolor no pude evitarlo.

Cuando la toco, el cuerpo de la mujer se movió de pies a cabeza tratando de levantarse, de soltarse, de gritar, de llorar, de lo que sea. Aun estaba viva a pesar de lo que le hayan hecho para derramar tanta sangre.
 
-Ahora dime ¿Quién vale tanto para ti para que este aquí frente a ti? Contesta-

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