Estoy abriendo los ojos y poco a poco la puedo ver, su luz
es lo que me hipnotiza. Soy invisible ante sus ojos cerrados y el único que
contempla su belleza en esos momentos mientras las olas chocan entre si siendo
el fondo perfecto la pintura de dama.
Su cabello oscuro baila con el fuerte viento que pareciera
que saliera de la Tierra y brincara ante ella celosa por su rostro y cuyo viento
le favorece y se enreda entre sus mejillas, su nariz y sus orejas que están ocultas
por esos enormes audífonos coloridos. Sus labios están cerrados pero dicen
palabras que no puedo descifrar.
Veo su garganta y lentamente está se contrae tragando saliva.
Pasa su suave y pequeña mano sobre su dulce y tierna mejilla tratándose de
quitar ese aire que intenta llamarle la atención para que abriera los ojos,
para que yo pudiera ver esos ojos que vanidosos estaban entre las oscuridad de
sus parpados.
Su piel de porcelana y de un tono rosado era todo lo que
complementaba esa imagen; un contraste de colores y sensaciones que encantaban
hasta al hombre más rudo y valiente de este mundo.
Su lengua sale poco a poco de sus seductores labios como si
fuera un prisionero que vuelve a ver la luz del Sol, triunfante y lleno de
alegría. Su musculo humedece poco a poco ese par de labios que hacen que me
sienta indefenso y con el corazón gritando dentro de mi cuerpo a penas logro
respirar y lanzar un suspiro que sale de mi boca como un humo caliente y gritando
en silencio esa sensación de placer, emoción, excitación y seducción que me
provocaba solo verla hacer sus gestos vánales y sencillos.
No puedo respirar y la luz poco a poco se va; ella va
desapareciendo en la oscuridad y en un parpadeo regreso a mi vida perdiéndola de
vista, donde jamás la volveré a ver.
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