viernes, 19 de abril de 2013

El informante.


Esta historia se cuenta en la época de blanco y negro; en donde las mujeres usaban vestidos color pastel de bodas y los hombres usaban traje para toda ocasión. Donde el romanticismo estaba en el aire y de moda, donde los autos eran cuadrados, lentos y ruidosos. Donde los bares y cabarets estaban llenos de gente de un estado social alto y se consumía alcohol ilegal.

Donde los parques estaban llenos de árboles frondosos y la gente caminaba por la calle sin miedo a lo desconocido; donde los policías paseaban por los callejones haciendo girar su manaca y chiflando un son de amor.

Esta es la época en la que vivo, un simple lustrador de zapatos que ve la vida pasar en una sillita de madera, con su cepillo, su gorrita, un chicle en la boca y una mancha en mis prendas para trabajar; donde lustraba zapatos ajenos a los míos y escuchaba historias ajenas a mi vida de mis clientes. Donde leía el periódico a diario y ninguna noticia se me iba ya que eso me ayudaba a traer clientes y contarles los hechos del día anterior o del actual. Era conocido como “El Informante” un joven tonto y deseoso de encontrar a esa dama de los que todos hablaban; a veces era alta, a veces bajita, gordita o flaquita pero siempre se referían como a “La Dama de sus ojos” quería conocerla.

Vivo en un edificio viejo, donde apenas hay agua en la tubería pero donde cae del techo. Mis amigos a veces son los ratones que pasan por el piso de madera que cruje y mi cama es un sillón viejo que es iluminado por la Luna noche con noche; es lo que más me gusta de ese noble lugar llamado mi hogar. Me levanto todos los días antes de que el Sol despierte y regreso a casa cuando él ya está dormido. Como lo que hay y cuando se puede, bebo un trago de vez en cuando y suspiro cada que un cliente se va. Es mi vida, la vida de un romántico que solo bolea zapatos.

Era un día flojo y no había trabajo, terminando de leer el periódico estaba cuando un auto elegante y clásico paso por la acera y en los asientos de atrás estaban unos ojos que se asomaban viendo pasar el tiempo y los lugares cuando me vieron y todo se detuvo. Pintados de morado y de color café en sus pupilas, algo rasgados y frunciendo poco el ceño. La había encontrado.

El carro se detuvo pocos metros adelante y la puerta del conductor se abrió rápidamente, era un chofer; se veía por su facha. Una pierna desnuda salió delante y seguida de un cuerpo con un vestido para fiesta de noche color rojo, con el cabello arreglado y algo curveado aunque fuera lacio, con labios pequeños pero pintados con un mismo rojo hipnotizan te, mejillas rosadas, no muy alta y de esa complexión física perfecta.

Yo estaba de rodillas en el suelo cuando me miro con esos ojos cafés hermosos y mis piernas temblaban, mi corazón palpitaba como un loco enamorado y mi boca no se cerraba al igual que mis ojos ante tal dama. Giro su cuello y entro por una puerta de cristal al restaurante de la calle.

Como pude me reincorpore y trate de parpadear, impulsivo me fui a asomar de reojo por el ventanal y la vi, sentándose mientras todos los hombre del lugar que la rodeaban la miraban y la trataban como una reina; unos le invitaban unos tragos y otros hasta le mandaban a traer rosas y ella solo sonreía.

Que dama, que mujer y nunca la podría tener un trabajador de la calle aunque este perdidamente enamorado de ella, un amor a primera vista y que le daría todo lo que pudiera pero, seamos sinceros ¿Cuándo se fijaría en mi?

Cabizbajo regrese a mi puesto y trate de no pensar, aunque nunca lo deje de hacer, de repetir esa mirada, esos labios, ese vestido, ese cuerpo, esa mujer. Trate de seguir con mi trabajo pero de vez en cuando me salía una lágrima de la lástima que me tenía; uno que otro cliente me preguntaba:

-Informante ¿Qué vos pasa? Esta llorando y eso no es de usted- y yo solo contestaba con la voz ronca:

-La vida es una lagrima señor, va y viene- y ellos solo movían la cabeza afirmando el argumento.

La noche paso y estaba recogiendo mis cosas, me preguntaba si volvería a ver a esa mujer, si alguna vez podría sentir su aliento u oler su aroma, sentir su cabello o hasta darle un beso en la mejilla; ese último me gusto y sonreí con picaría aunque al final lance un suspiro.

Escuche que alguien se acervaba y se detenía cerca de mí, no lo podía ver porque estaba agachado pero me pare y alce la cara.

… no pude pensar ni hablar. Era ella.

El silencio se apodero de nosotros bajo la Luna que ahora me esperaba y me acompañaba, que me veía y se burlaba de mi por mi nerviosismo; estaba sudando como loco.

-Hola- ¡Caramba me hablo! Escuche su voz y es hermosa, sentí su aliento y es cálido, olí su perfume y me hice adicto ¡Que dama!

… pensaba miles de cosas pero no hablaba aunque si temblaba hasta que me arme de valor; ¡pero qué valor el mío!

-No te puedo dar la vida que mereces, no soy el más rico ni el más guapo mucho menos el más inteligente; soy un simple hombre que se ha enamorado de primera vista de ti, que te quiere dar todo lo que mereces, que nunca se cansara hasta darte la felicidad que te mereces, que solo te quiere ver sonreír y hasta reír. Que nunca quisiera que cambiaras nada, que apenas te conoce pero que quiero saber todo de ti, que tu y tu y tu y tu y tu y tu y tu y solo tu serás la dueña de mi corazón, que que que que que que que….-empezaba a tartamudear.

Solo sonreía y sus manos se pusieron en mi rostro tranquilizándome. Su calor, que calidez, que cosa, que amor, que suavidad, que manos, que mujer, que dama.

-Tranquilo- fue lo único que dijo antes de que volviera a entrar el silencio y le robara un beso en sus labios.

Me podían meter a la cárcel por eso, pero la felicidad nadie me la quitaba, pero ella, lo que hiso fue… seguir el beso. ¡Qué beso! Que labios, que sensación, que latir de mi corazón, que amor, que mujer, que dama.

La Luna de testigo nos veía y las estrellas de espías nos miraban perdidos en el desierto de la calle, en su silencio y en su romanticismo en el aire.

Mi mundo es en blanco y negro, pero a ella siempre la vi de colores.

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