Mi hogar era grande, una planta baja y un primer piso, una
cocina de gran tamaño, un y medio baño, dos habitaciones en la que una de ellas
era donde dormía y en la otra era donde trabajaba y hacia demás cosas, un
cuarto de servicio, un jardín trasero en el que solo había pasto, un garaje no
muy grande y un lugar de estacionamiento. Lo que más me gustaba era un traga
luz que había en las escaleras para subir, que en la noche a cualquier hora se
veía la Luna. Por el interior toda la casa estaba pintada de blanco, solo el
piso de madera y los muebles daban un tono diferente.
La fachada era estilo americano en la que había un portón no
muy grande y unas ventanas viendo a la calle, al igual que la ventana del a lo
alto del baño del primer piso. Estaba pintada entre blanco y con detalles con
piedra.
No sabía qué hora era cuando había llegado a mi hogar
después de trabajar, debió ser de noche pero perdí la noción del tiempo. Lo
primero que siempre hacia era entrar a la cocina y tomar un vaso de agua o algo
de refresco; pero siempre era un liquido y hoy no había sido la excepción.
Habían sido unos últimos días pesados y extenuantes ya que
la carga de trabajo y mis errores en mi vida personal no me dejaban en paz,
sabía que había hecho mal y que le había causado daño a mis seres queridos, en
especial a uno; al que más amaba y al que más me importaba. Tenía ganas de
hacer algo pero no sabía que era, quería volver a hacer lo que antes más me
gustaba pero sabía que estaba mal, había dejado esa vida y me había enfocado en
una vida normal pero aun así había cometido errores que ahora debía de pagar y
que estaba dispuesto a arreglar por amor; pero esa sensación no me dejaba en
paz.
Todo estaba en silencio cuando deje el vaso de agua en la
mesa de la cocina y me recargue en ella cerrando los ojos y suspirando; estaba
mal, yo estaba mal y quería arreglarlo pero ahora lo único que podía pensar era
en volver a tomar un cuchillo y hacer lo que mejor sabía. Escuche que la puerta
de la entrada se abría y se cerraba enseguida, abrí los ojos y me di la vuelta
caminando a ver qué era lo que había escuchado tratando de recordar si había
cerrado con llave la casa, si lo había hecho.
Pase la puerta de la cocina y al ver la de la entrada vi a
una persona parada en frente de ella viéndome. Tenía puesto un pasamontañas,
guantes de hule oscuros, tenis de uso rudo de punta de casquillo, un pantalón
oscuro y una playera negra de manga larga y de cuello de tortuga. No era más
alto que yo y solo veía sus ojos, eran cafés y penetrantes, se me hicieron
conocidos.
-¿Quién demonios eres y que haces dentro de mi hogar
bastardo?- Fue lo primero que logre decir.
… guardo silencio y me siguió viendo.
-¡Te hice una pregunta estúpido! ¡¿Quién eres?!-
… oculto sus manos detrás de su espalda y cuando las volvió a sacar la izquierda estaba vacía
porque la abrió completamente y la derecha tenía un cuchillo de tamaño regular,
lo sostenía con fuerza. El cuchillo también se me hiso familiar.
Me estremecí y volteando a ver de re ojo la cocina observe
que tan lejos estaban también mis cuchillos, a no más de cinco pasos pero ahora
los sentía a kilómetros. Lo vi de nuevo y con la mano vacía enseño el dedo
índice haciendo una seña de negatividad, un no.
Salte dentro de la cocina y lo más rápido que pude tome un
cuchillo y me di la vuelta. Ya estaba enfrente de mí, nadie era tan veloz. Me
tomo del cuello y me empezó a alzar, empuñe el objeto de mi mano y lo clave en
sus costillas, por un momento me dejo de apretar el cuello y me permitió ver si
había acertado, y así era ya que empezaba a sangrar de uno de sus costados. El
sujeto vio su herida y volvió a verme a los ojos para volverme a tomar del
cuello con aun más fuerza y aventarme a la puerta de la cocina con un
movimiento contundente. Estaba en suelo cuando me pregunte “¿porqué no había
gritado? Es una herida de gravedad la que le hice y me aventó como si nada y
sus ojos, se que lo conozco”. Lo vi desde el suelo mientras él me observaba y
comenzaba a caminar lentamente hacia mí.
Como pude me puse de pie tomando el cuchillo que no estaba
muy lejos de mí y empecé a correr hacia las escaleras donde sentí que me tomaba
del pie haciéndome caer y golpeándome la cabeza, me dio la vuelta y por encima
de él estaba la Luna, imponente que hasta detuvo el tiempo y me dejo admirarla,
hoy estaba más brillante que nunca y más hermosa que de costumbre. Lentamente
su cara la fue cubriendo hasta ser remplazada por el pasamontañas y tomándome
de los hombros me levanto y alzo dejando que ya no tocaran mis pies el suelo.
Con un movimiento con fuerza logre que soltara cayendo de pie y poniéndome en
posición para que como un bateo a una pelota pasara mi cuchillo por su cuello,
había sido un movimiento fino y preciso del que nadie se libra y del que todos caen
muertos, pero él no; solo se había hecho para atrás y como si nada volvió a
verme.
-¡¿Quién eres?! ¡¿Qué quieres de mí?!- estaba aterrado pero
con un momento de cordura y como si algo me lo pidiera vi la pared por donde
había pasado el viento producido por mi cuchillo después de cortar su cuello
que empezaba a sangrar de una manera lenta y estaba limpia, blanca. Después vi
escaleras abajo y de igual manera estaban limpias como si no estuviera pasando
nada.
Me palidecí y solté el cuchillo produciendo un único
silencio del metal contra el suelo, la cabeza me daba vueltas y con dificultad
me podía poner de pie. Me tomo del cuello y me aventó escaleras arriba, a la
entrada de mi cuarto donde veía enfrente de mí la mesa de cama y encima de ella
el teléfono. Tenía tantas ganas de hacer una llamada que cuando empecé a gatear
volví a sentir una mano que me daba la vuelta y me impedía que me moviera. El
sujeto se sentó encima de mí y se descubrió el rostro.
Esos ojos, ese cabello, esa boca, esa nariz, ese mentón,
esas mejillas, esa frente, esas orejas… era yo y estaba sonriendo.
-Quiero que la llames y le digas todo lo que le tienes que
decir. No te arrepientas de nada y solo hazlo. No importa si piensa que es una
broma después de lo que le hiciste o si no te cree, solo hazlo y no dejes que
le miedo te invada. Sabes que la amas y que eres un estúpido que quiere
recuperar al amor de su vida a costa de todo.- Diciendo esto tomo el teléfono
de la mesa y marco un número, al final me puso el auricular en la oreja y
empecé a escuchar el tono hasta que contesto con un “bueno”.
Cerré los ojos y empecé a decirle:
-Lo siento, no me importa que no me creas, no me importa que
ahora me odies y que me lastimes o hagas algo. Solo lo siento, perdón por lo
que hice, se que te lastime y que nunca lo olvidaras, que no merezco estar a tu
lado y que sientas que jugué contigo, que te trate como quise y que nunca te
respete. Que confiabas en mi y que me creías aunque no lo aparentaras, lo
siento.- las lagrimas comenzaban a brotar de mi rostro.- No me importa que
estas palabras no te llegue al corazón y hasta las odies, que me odies y que me
hagas sufrir por lo que te hice; me lo merezco. No me importa si me quieres
dejar después de esto, pero yo quiero remediar las cosas, no quiero ser como
los demás quiero quedarme como lo he demostrado antes; quiero ser diferente
porque no me quiero dar por vencido contigo, quiero una vida en un futuro a tu
lado. Lo siento, en serio lo siento, jamás debí, nunca debí y fue demasiado
tarde cuando me arrepentí pero nunca quise y nunca quiero perderte. No sé si
pensar que ahora tú me harás lo mismo pero te perdonaría porque tú lo has
hecho, porque sé que en verdad te amo y aunque ahora no lo valga, en serio lo
hago y nunca me cansare de decirlo aunque me cueste mi propia vida. ¡Perdón, e
serio perdón! Nunca me perdonare por lo que te hice y por esa razón siempre
tratare de ser el mejor, de darte lo mejor y de que aunque no lo olvides te des
cuenta de que aprendí de mi error de que aunque me pude ir aceptando mis
consecuencias y tal vez aprendiendo, decidí quedarme apara asumir mis faltas de
una mayor manera ya que ahora tengo que volver a recuperar tu confianza.-
Comencé a sentir un liquido, mojado debajo de mi espalda y se acercaba a mi
cabeza y piernas. – Perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón,
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perdón, perdón, perdón y perdón. Luchare, en serio lo hare.-
Solté el teléfono y moví mi cuello para ver qué era lo que
estaba mojándome. Tenía un cuchillo enterrado en la boca de estomago y lo que
estaba mojándome era mi propia sangre que salía. No estaba el hombre y el
silencio apodero mi cuarto hasta que deje caer mi cabeza en el suelo de madera
y cerré los ojos lentamente.
…
… Tiempo después.
…
El silencio del hogar había sido sustituido por pisadas, el
sonido que producían las cámaras profesionales al tomar una fotografía y de
comentarios en voz baja de lo que estaban viendo.
El blanco de las paredes y el café del suelo habían sido
sustituidos por un rojo en dos distintos tonos, uno vivo al juntarse con el
blanco de las paredes y uno oscuro al estar con el café del piso y de uno que
otro mueble.
El olor a hedor había llegado a casa de los vecinos y estos llamarón a un policía el
que encontró la escena, este llamo a la jefatura y con unas palabras comenzó una
investigación “traigan a un equipo de forenses, peritos, a la policía estatal,
a la federal y a todo el mundo; aquí paso algo horrible.” Era novato.
-Explíqueme que paso aquí en el nombre del Señor- dijo el detective
que acababa de llegar a que estaba al mando de las investigaciones del
peritaje.
-Empecemos con que la puerta principal estaba cerrada y el
sujeto toma un vaso de agua. Se termina el vaso y lo deja en la mesa, en
seguida toma un cuchillo y se lo clava en la costilla inferior derecha, se
queda parado un rato y comienza a caminar a la puerta; se tropieza, suelta él
cuchillo ensangrentado en este punto y se vuelve a incorporar tomando el objeto
para llegar a las escaleras donde se detiene a la mitad y se corta una parte
del cuello, no tan profundo pero si de peligro. No se mueve y comienza a subir
las escaleras lentamente. Aquí podemos ver que el flujo de sangre aumenta al
ver más cantidad de sangre sobre las paredes y el piso. Se tropieza llegando al
final y comienza a gatear a su cuarto donde por estas manchas en el mueble de
la cama trato de tomar el teléfono solo logrando tirarlo. Para este lugar, su
cuerpo ya debió haber perdido dos terceras partes de su sangre y empieza a
alucinar dejando que sus órganos dejen de funcionar. Con el teléfono en el
suelo el logra tomar el auricular y se lo coloca en la oreja.-
-Ahí es donde llama por teléfono.- dijo el detective.
-No señor, nunca llama a nadie porque ya no le quedan
fuerzas, su cuerpo esta a minutos de perecer. Continuo, pone el teléfono en su oído
y el cuchillo lo acuesta en la boca del estomago; se da la vuelta y ahí es como
lo encontramos.-
El detective comenzaba a analizar lo antes dicho y como última
pregunta dijo:
-¿En qué parte de las escaleras se detuvo?-
-Justo a la mitad y justo debajo del traga luz.-
El señor se quedo callado y dijo:
-Debe haber una hermosa vista de la Luna desde ese punto.-
-Así es señor, es preciosa.-
Observaciones del autor.
Más de dos veces voltee a ver la puerta de mi habitación
asustándome por los cambios de ritmo de la música que escucho mientras escribo,
no me había pasado tan seguido; estaba aterrado. Mi pierna por un momento deje
de sentir y mi corazón bombeaba con tanta fuerza que me distrajo más de una
vez.
Hace tiempo un texto de este tipo no me hacia llorar.
Lo siento.
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