sábado, 9 de marzo de 2013

Del otro lado del cuchillo.


Mi hogar era grande, una planta baja y un primer piso, una cocina de gran tamaño, un y medio baño, dos habitaciones en la que una de ellas era donde dormía y en la otra era donde trabajaba y hacia demás cosas, un cuarto de servicio, un jardín trasero en el que solo había pasto, un garaje no muy grande y un lugar de estacionamiento. Lo que más me gustaba era un traga luz que había en las escaleras para subir, que en la noche a cualquier hora se veía la Luna. Por el interior toda la casa estaba pintada de blanco, solo el piso de madera y los muebles daban un tono diferente.

La fachada era estilo americano en la que había un portón no muy grande y unas ventanas viendo a la calle, al igual que la ventana del a lo alto del baño del primer piso. Estaba pintada entre blanco y con detalles con piedra.

No sabía qué hora era cuando había llegado a mi hogar después de trabajar, debió ser de noche pero perdí la noción del tiempo. Lo primero que siempre hacia era entrar a la cocina y tomar un vaso de agua o algo de refresco; pero siempre era un liquido y hoy no había sido la excepción.

Habían sido unos últimos días pesados y extenuantes ya que la carga de trabajo y mis errores en mi vida personal no me dejaban en paz, sabía que había hecho mal y que le había causado daño a mis seres queridos, en especial a uno; al que más amaba y al que más me importaba. Tenía ganas de hacer algo pero no sabía que era, quería volver a hacer lo que antes más me gustaba pero sabía que estaba mal, había dejado esa vida y me había enfocado en una vida normal pero aun así había cometido errores que ahora debía de pagar y que estaba dispuesto a arreglar por amor; pero esa sensación no me dejaba en paz.

Todo estaba en silencio cuando deje el vaso de agua en la mesa de la cocina y me recargue en ella cerrando los ojos y suspirando; estaba mal, yo estaba mal y quería arreglarlo pero ahora lo único que podía pensar era en volver a tomar un cuchillo y hacer lo que mejor sabía. Escuche que la puerta de la entrada se abría y se cerraba enseguida, abrí los ojos y me di la vuelta caminando a ver qué era lo que había escuchado tratando de recordar si había cerrado con llave la casa, si lo había hecho.

Pase la puerta de la cocina y al ver la de la entrada vi a una persona parada en frente de ella viéndome. Tenía puesto un pasamontañas, guantes de hule oscuros, tenis de uso rudo de punta de casquillo, un pantalón oscuro y una playera negra de manga larga y de cuello de tortuga. No era más alto que yo y solo veía sus ojos, eran cafés y penetrantes, se me hicieron conocidos.

-¿Quién demonios eres y que haces dentro de mi hogar bastardo?- Fue lo primero que logre decir.

… guardo silencio y me siguió viendo.

-¡Te hice una pregunta estúpido! ¡¿Quién eres?!-

… oculto sus manos detrás de su espalda y cuando las  volvió a sacar la izquierda estaba vacía porque la abrió completamente y la derecha tenía un cuchillo de tamaño regular, lo sostenía con fuerza. El cuchillo también se me hiso familiar.

Me estremecí y volteando a ver de re ojo la cocina observe que tan lejos estaban también mis cuchillos, a no más de cinco pasos pero ahora los sentía a kilómetros. Lo vi de nuevo y con la mano vacía enseño el dedo índice haciendo una seña de negatividad, un no.

Salte dentro de la cocina y lo más rápido que pude tome un cuchillo y me di la vuelta. Ya estaba enfrente de mí, nadie era tan veloz. Me tomo del cuello y me empezó a alzar, empuñe el objeto de mi mano y lo clave en sus costillas, por un momento me dejo de apretar el cuello y me permitió ver si había acertado, y así era ya que empezaba a sangrar de uno de sus costados. El sujeto vio su herida y volvió a verme a los ojos para volverme a tomar del cuello con aun más fuerza y aventarme a la puerta de la cocina con un movimiento contundente. Estaba en suelo cuando me pregunte “¿porqué no había gritado? Es una herida de gravedad la que le hice y me aventó como si nada y sus ojos, se que lo conozco”. Lo vi desde el suelo mientras él me observaba y comenzaba a caminar lentamente hacia mí.

Como pude me puse de pie tomando el cuchillo que no estaba muy lejos de mí y empecé a correr hacia las escaleras donde sentí que me tomaba del pie haciéndome caer y golpeándome la cabeza, me dio la vuelta y por encima de él estaba la Luna, imponente que hasta detuvo el tiempo y me dejo admirarla, hoy estaba más brillante que nunca y más hermosa que de costumbre. Lentamente su cara la fue cubriendo hasta ser remplazada por el pasamontañas y tomándome de los hombros me levanto y alzo dejando que ya no tocaran mis pies el suelo. Con un movimiento con fuerza logre que soltara cayendo de pie y poniéndome en posición para que como un bateo a una pelota pasara mi cuchillo por su cuello, había sido un movimiento fino y preciso del que nadie se libra y del que todos caen muertos, pero él no; solo se había hecho para atrás y como si nada volvió a verme.

-¡¿Quién eres?! ¡¿Qué quieres de mí?!- estaba aterrado pero con un momento de cordura y como si algo me lo pidiera vi la pared por donde había pasado el viento producido por mi cuchillo después de cortar su cuello que empezaba a sangrar de una manera lenta y estaba limpia, blanca. Después vi escaleras abajo y de igual manera estaban limpias como si no estuviera pasando nada.

Me palidecí y solté el cuchillo produciendo un único silencio del metal contra el suelo, la cabeza me daba vueltas y con dificultad me podía poner de pie. Me tomo del cuello y me aventó escaleras arriba, a la entrada de mi cuarto donde veía enfrente de mí la mesa de cama y encima de ella el teléfono. Tenía tantas ganas de hacer una llamada que cuando empecé a gatear volví a sentir una mano que me daba la vuelta y me impedía que me moviera. El sujeto se sentó encima de mí y se descubrió el rostro.

Esos ojos, ese cabello, esa boca, esa nariz, ese mentón, esas mejillas, esa frente, esas orejas… era yo y estaba sonriendo.

-Quiero que la llames y le digas todo lo que le tienes que decir. No te arrepientas de nada y solo hazlo. No importa si piensa que es una broma después de lo que le hiciste o si no te cree, solo hazlo y no dejes que le miedo te invada. Sabes que la amas y que eres un estúpido que quiere recuperar al amor de su vida a costa de todo.- Diciendo esto tomo el teléfono de la mesa y marco un número, al final me puso el auricular en la oreja y empecé a escuchar el tono hasta que contesto con un “bueno”.

Cerré los ojos y empecé a decirle:

-Lo siento, no me importa que no me creas, no me importa que ahora me odies y que me lastimes o hagas algo. Solo lo siento, perdón por lo que hice, se que te lastime y que nunca lo olvidaras, que no merezco estar a tu lado y que sientas que jugué contigo, que te trate como quise y que nunca te respete. Que confiabas en mi y que me creías aunque no lo aparentaras, lo siento.- las lagrimas comenzaban a brotar de mi rostro.- No me importa que estas palabras no te llegue al corazón y hasta las odies, que me odies y que me hagas sufrir por lo que te hice; me lo merezco. No me importa si me quieres dejar después de esto, pero yo quiero remediar las cosas, no quiero ser como los demás quiero quedarme como lo he demostrado antes; quiero ser diferente porque no me quiero dar por vencido contigo, quiero una vida en un futuro a tu lado. Lo siento, en serio lo siento, jamás debí, nunca debí y fue demasiado tarde cuando me arrepentí pero nunca quise y nunca quiero perderte. No sé si pensar que ahora tú me harás lo mismo pero te perdonaría porque tú lo has hecho, porque sé que en verdad te amo y aunque ahora no lo valga, en serio lo hago y nunca me cansare de decirlo aunque me cueste mi propia vida. ¡Perdón, e serio perdón! Nunca me perdonare por lo que te hice y por esa razón siempre tratare de ser el mejor, de darte lo mejor y de que aunque no lo olvides te des cuenta de que aprendí de mi error de que aunque me pude ir aceptando mis consecuencias y tal vez aprendiendo, decidí quedarme apara asumir mis faltas de una mayor manera ya que ahora tengo que volver a recuperar tu confianza.- Comencé a sentir un liquido, mojado debajo de mi espalda y se acercaba a mi cabeza y piernas. – Perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón y perdón. Luchare, en serio  lo hare.-

Solté el teléfono y moví mi cuello para ver qué era lo que estaba mojándome. Tenía un cuchillo enterrado en la boca de estomago y lo que estaba mojándome era mi propia sangre que salía. No estaba el hombre y el silencio apodero mi cuarto hasta que deje caer mi cabeza en el suelo de madera y cerré los ojos lentamente.


… Tiempo después.


El silencio del hogar había sido sustituido por pisadas, el sonido que producían las cámaras profesionales al tomar una fotografía y de comentarios en voz baja de lo que estaban viendo.

El blanco de las paredes y el café del suelo habían sido sustituidos por un rojo en dos distintos tonos, uno vivo al juntarse con el blanco de las paredes y uno oscuro al estar con el café del piso y de uno que otro mueble.

El olor a hedor había llegado a casa de  los vecinos y estos llamarón a un policía el que encontró la escena, este llamo a la jefatura y con unas palabras comenzó una investigación “traigan a un equipo de forenses, peritos, a la policía estatal, a la federal y a todo el mundo; aquí paso algo horrible.” Era novato.

-Explíqueme que paso aquí en el nombre del Señor- dijo el detective que acababa de llegar a que estaba al mando de las investigaciones del peritaje.

-Empecemos con que la puerta principal estaba cerrada y el sujeto toma un vaso de agua. Se termina el vaso y lo deja en la mesa, en seguida toma un cuchillo y se lo clava en la costilla inferior derecha, se queda parado un rato y comienza a caminar a la puerta; se tropieza, suelta él cuchillo ensangrentado en este punto y se vuelve a incorporar tomando el objeto para llegar a las escaleras donde se detiene a la mitad y se corta una parte del cuello, no tan profundo pero si de peligro. No se mueve y comienza a subir las escaleras lentamente. Aquí podemos ver que el flujo de sangre aumenta al ver más cantidad de sangre sobre las paredes y el piso. Se tropieza llegando al final y comienza a gatear a su cuarto donde por estas manchas en el mueble de la cama trato de tomar el teléfono solo logrando tirarlo. Para este lugar, su cuerpo ya debió haber perdido dos terceras partes de su sangre y empieza a alucinar dejando que sus órganos dejen de funcionar. Con el teléfono en el suelo el logra tomar el auricular y se lo coloca en la oreja.-

-Ahí es donde llama por teléfono.- dijo el detective.

-No señor, nunca llama a nadie porque ya no le quedan fuerzas, su cuerpo esta a minutos de perecer. Continuo, pone el teléfono en su oído y el cuchillo lo acuesta en la boca del estomago; se da la vuelta y ahí es como lo encontramos.-

El detective comenzaba a analizar lo antes dicho y como última pregunta dijo:

-¿En qué parte de las escaleras se detuvo?-

-Justo a la mitad y justo debajo del traga luz.-

El señor se quedo callado y dijo:

-Debe haber una hermosa vista de la Luna desde ese punto.-

-Así es señor, es preciosa.-






Observaciones del autor.

Más de dos veces voltee a ver la puerta de mi habitación asustándome por los cambios de ritmo de la música que escucho mientras escribo, no me había pasado tan seguido; estaba aterrado. Mi pierna por un momento deje de sentir y mi corazón bombeaba con tanta fuerza que me distrajo más de una vez.

Hace tiempo un texto de este tipo no me hacia llorar.

Lo siento.

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