En la choza abandonada se vivía lo mismo que en el exterior, las velas alumbraban como el satélite natural del planeta, lo que podía pero era más que suficiente; los únicos sonidos eran el respiran de mi presa y mis palabras tranquilas que resbalaban por mi lengua como cual orador que convence a una multitud. Era una noche mágica, épica, llena de sentimientos y emociones, pero sobre todo de la sangre derramada por los que la ofrecen como en la máxima época de los Aztecas.
No me dejaba de ver mientras su sudor viajaba por su frente
y solo cerraba los ojos para parpadear. Su respiración era constante, agitada,
temerosa y delatora.
Estaba sentado encima de su cadera, de su cuerpo desnudo
cubierto por plástico, lo tenía de frente como cual posición sexual, el
horizontal y yo vertical, mis brazos estaban caídos y solo veía sus ojos que soltaban sus últimas lagrimas.
-Es hora- dije pasivamente mientras él se tenso y sus ojos
de movían de derecha a izquierda, hacia arriba y hacia abajo, tratando de
encontrar la manera de salir de ese
lugar.
Me levante y salí de la tina igual cubierta por platico, me
arrodille a la orilla y cogí el cuchillo, lo observe por unos segundos, como si
hubiera encontrado un tesoro personal cuando desvié mi vista y observe que sus
ojos tampoco dejaban de verlo.
Y sin que me viera solo dije:
-Has lastimado muchas veces y ahora te toca. Va a ser lento
y doloroso- su cabeza temblaba, ahora si me miraba –y va a haber mucha sangre,
pero por suerte solo va a ser tuya. Sé que estoy enfermo, pero pronto se
acabara todo, lo presiento.-
Y alzando el cuchillo a contra luz, donde un as luminoso apareció
encima de nuestras cabezas, con fuerza y precisión lo enterré en el tobillo del
sujeto, se escucho hueco el impacto y salieron mares de sangre de su
extremidad. Yo miraba fijamente con el corazón a mil por hora con la mano en el
cuchillo aun con fuerza para que se hundiera más. Lo quite.
-¿Porqué te preguntaras?- Pregunte con un tono de excitación
que no podía aparentar.- Por que va a ser lento y por todo tu cuerpo- Dije
finalmente volviendo a ver el cuchillo que se encontraba en mi mano ahora lleno
de sangre que goteaba de la punta, viendo como el liquido vital para la vida salía
por su tobillo y decidido lo volví a enterrar en su cuerpo, pero ahora en su
otro tobillo, luego en los dos muslos, luego en los dos antebrazos, seguidos
por los brazos.
No paraba, no podía hacerlo. El tiempo pasaba lentamente cada
que penetraba su piel, rasgaba su musculo e impactaba su hueso rompiéndolo y
cortando venas, arterias, cartílagos y nervios y al final, cuando tocaba fondo
lo dejaba enterrado por dos segundos para después sacarlo con velocidad y
volverlo a introducir pero a otra parte de su cuerpo que se desangren taba
empezando como una mancha, concluyendo con un charco de rojo vivo.
La adrenalina no dejaba que se desmayara, todo lo sintió,
todo lo vio y todo se moría; pero aun no acababa.
-No te deseo la muerte, sino la justicia- dije con tono
ahora cansado pero aun seguro cuando por última vez alcé el cuchillo y lo
introduje directamente a su corazón, abriendo sus ojos como un par de platos,
levantando su cuerpo pálido, viendo como sus ojos perdían la vida, como su
cuerpo de desvanecía, como su cuerpo caía muerto sobre una tina ahora del color
de la pasión.
Solté el cuchillo y lo deje enterrado en su órgano. Me senté
en el piso sucio de la casona y cerré los ojos. Todo había acabado.
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