sábado, 5 de mayo de 2012

El fin del asesino. Parte 3

La alarma empezó a sonar en la mañana como cualquier otro día, me levante desgreñado como cualquier otra mañana, me quite la ropa para dormir como cualquier otra persona para entrar a la regadera caliente que me estaba esperando. Me prepare unos huevos revueltos, un jugo de naranja, un vaso con leche y pan tostado con mermelada para empezar las comidas del día, después fui al baño a lavarme los dientes y alistarme para ir al trabajo. Hasta ese punto mi día es tan normal como cualquier otra persona que vive sola en un departamento en una bonita zona de la ciudad.

Llegue al trabajo tranquilamente, salude al policía “buenos días” como un trabajador normal. Me dirigía a mi oficina pero siempre que volteaba miraba un rostro familiar y lo saludaba con un ademan con la mano. Tenía una oficina independiente de las demás, de buen tamaño y con un buen aspecto; siempre me gusto tenerla ordenada. Cuando me preparaba para sentarme en la silla que muy pocas veces utilizaba mi secretaria de aspecto cansado y ya de una edad madura entro en la habitación y me dijo las noticias del trabajo; como cualquier otro día y me recordó que tenía una junta para presentar el nuevo proyecto y al final siempre le agradecía aunque esa información ya la supiera.

La tarde laboral transcurrió normal, la junta fue un éxito con muchos aplausos y apretones de manos con empresarios que ni sabía sus nombres pero si sus intereses y todos sonreíamos y reíamos de chistes que eran solo frases con un tono humorístico “jeje”. No falto la hora de la comida con los compañeros del trabajo que me invitaban a comer con ellos en un restaurante, la cafetería de la fabrica o hasta de los tacos de la esquina, que sin duda eran los más buenos y siempre terminaban hablando de la chica bonita de la fabrica o de la jornada de futbol más reciente, y más risas “jeje”.

Salía de trabajar a las seis de la tarde y me dirigía directamente a mi hogar para cambiarme de ropa y dirigirme a las platicas de “autoayuda para adictos” en la iglesia de la colonia pero ahí es cuando dejaba de ser un día normal, cuando entraba al armario y zafaba una pared sobre puesta y sacaba una maleta con mis reales artefactos de trabajo. En un maletín metía todo lo necesario y hasta de más, nunca se sabe.

Ya anochecía en la ciudad de la furia en la que vivía y presagiaba que iba a ser una noche perfecta, oscura, silenciosa y emocionante. Llegue a la casa del seños y entre a una de las puertas traseras del convento en la que ya se encontraban mis amigos “adictos” y como el caballero que soy los saludaba uno por uno y entablaba una conversación corta con uno de ellos en la que hablábamos de cómo nos superábamos día a día, yo mentía. El padre salió de un cuarto y nos invitaba a entrar a aquel en el que contábamos nuestros problemas a gente que en verdad no conocíamos.

Entro la mujer, a la que iba a cambiar su vida desde aquella noche aunque no lo supiera. Solo era cuestión de una hora de escuchar el lloriqueo de alguien y después todo cambiaría.

“Aplausos”

El día empezó normal y termino igual, para mí.

No hay comentarios: