Me acercaba al sillón silenciosamente, en cuclillas y con el
cuerpo encogido. La sombra del sillón cubría todo mi ser y su sonido evitaba algún
indicio de mi presencia. Cuando llegue a la parte posterior del respaldo del sillón me levante imponentemente sobre
la sombra apareciendo ante la luz y aun sin ser visto. Cubrí con el antebrazo
derecho el cuello del sujeto fornido y con la mano del mismo lado sujete mi otro
brazo realizando una llave que impedía que el oxigeno le llegara al oxigeno
provocando que se desmayara unos segundos después pero con lo que no contaba
era que al cerrar la llave el hombre se paró de su lugar levantándome del suelo
evitando que aplicara la fuerza que yo hubiera querido pero aun así la posición
seguía siendo efectivo, solo tenía que aguantar por más tiempo.
El hombre se levanto inclinándose hacia el frente levantando
me del suelo y cargándome hasta que salte el sillón. Se empezó a sacudir
precipitadamente golpeándome con la pared con sus brazos tratando de abrir el
candado, no podía gritar por lo mismo. Fueron un par de minutos de movimientos
bruscos hasta que se arrodillo por falta de oxigeno y cansancio, sus brazos dejaron
de oponerse y su cuerpo de relajo hasta que cayó dormido sobre el suelo lleno
de botellas de cerveza y polvo. Estaba exhausto que tuve que reposar por un
minuto sentado en el suelo a un lado del cuerpo.
Salí por la puerta trasera de la casa y camine por la calle
hasta mi auto, lo cual encendí y acerque al hogar. No había aun nadie en la
calle. Abrí la cajuela del vehículo y saque la jeringa con la morfina efectiva
por unas tres horas. Regrese a la sala, inyecte al dormilón y lo arrastre por
la puerta trasera hasta mi auto, lo introduje a los asientos de atrás y nos
dirigimos a una pequeña cabaña abandonada.
¿Quién abandona una cabaña con una tina en el baño? No importaba,
hoy yo se lo agradecía.
Llegando al lugar desolado y oscuro estacione el auto, saque
de la cajuela un pliego de plástico de tres por tres metros y forre con este la
tina del lugar; también saque unas lámparas y las acomode en baño para que tuviera
luz; tape con telas las ventanas para que se siguiera viendo obscura para el
exterior pero todo lo hice con mis guantes de látex.
Saque al hombre del auto, lo arrastre hasta la casucha, lo
desnude y cubrí de plástico todo su cuerpo, excepto su cara la cual amordace su
boca para que no hablara. Después lo introduje en la tina, en la cual cavia
apenas al ras y al final me dedique a esperar a que el hombre golpeador se despertara
y mientras pasaba eso empecé a sacar de
mi maleta que estaba en el auto todos mi utensilios.
Estaba sentado en la orilla de la tina cuando se despertó,
estaba desorientado y la falta de iluminación le facilito que se adaptara a la
habitación, trato de hablar pero se dio cuenta que no podía y después quiso mover
su cuerpo paro tampoco pudo. Abrió los ojos y me miro fijamente preguntándose quién
era el sujeto sentado a un lado de él.
-No me conocer si es lo que estas preguntándote- le dije
tranquilamente.
-¿Ves esto?- le pregunte mostrándole una jeringa con un
liquido transparente en su interior – para que me entiendas, es adrenalina, ya
que no quiero que te duermas porque quiero que sientas cada cosa que te va a
pasar en tu última noche de tu vida-
Volvió a intentar moverse pero era inútil, lo único que podía
hacer era producir sonidos con su garganta y parpadear velozmente. Me acerque a
él y lo inyecte.
-En los próximos segundos sentirás que tu corazón se agita rápidamente,
como si estuvieras muy emocionado y algo que también produce es insomnio y
grandes cantidades de sudor- Me incline para recoger un cuchillo pequeño y muy
filoso que estaba en el suelo para después enseñárselo. Se paralizo.
-Has golpeado mucho a una mujer y supongo que no ha sido a
la única, ahora a mi me toca hacer lo mismo contigo. Tal vez pienses que eso no
es merecedor de algo como lo que estoy a punto de hacerte pero un golpeador es
un golpeador y has lastimado a esa mujer de una manera incurable y también eres
propenso a golpear a más gente, como a tu hijo.- Mientras hablaba sus ojos fijos
y asustados me veían a mí y al cuchillo que brillaba por su filo y empezaba a
sudar como loco; su cuerpo se llenaba de adrenalina.
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