Fui el primero en Salir de la reunión y al cruzar la puerta
me escondí detrás de unos árboles donde nadie me pudiera ver. Todos fueron
saliendo con la cara en alto como si hubieran logrado algo extra normal cuando
la verdad es que solo esa victoria les duraría un par de días o hasta unas
cuantas horas para volvieran a abrir una botella de alcohol o a volverse a
inyectar la droga sintética. Desvié mi mirada a aquella mujer golpeada que salía
lentamente de la iglesia porque sabía que tenía que volver al infierno donde vivía.
Camino hasta la acera de enfrente y dio vuelta a la derecha donde saco las
llaves de su automóvil, siguió caminando hasta la esquina donde doblo a la
izquierda y la perdí de vista. Todos ya se habían ido por lo que salí
tranquilamente recorriendo el mismo trayecto hasta llegar a la esquina donde me
pegue a la pared y voltee a ver cuidadosamente donde estaba la dama. Estaba
parada enfrente de un auto rojo a media cuadra, memorice las placas y salí disparado
para la dirección contraria de su posición para subirme a mi auto y alcanzarla
en un punto donde ella saliera de su lugar de estacionamiento y poderla seguir
con normalidad, y así fue.
La seguí con una cierta distancia entre autos pero sin
perderla por más de media hora hasta un barrio de clase media baja, donde había
poca iluminación de las calles y cada casa estaba separada por algo más de dos
metros. Eran hogares de concreto de unos cuarenta metros cuadrados aproximadamente,
de una sola planta, un jardín delantero; aunque la mayoría estaba seco, y de
techos de entre lámina y tejado. Se detuvo frente a una casa roja y se bajo del
auto rápidamente. La luz del hogar estaba prendida y cuando el auto se detuvo salió
un hombre fornido, no muy alto, de tés morena y tatuajes en los brazos para
luego agarrar del brazo a la mujer y arrastrarla al interior de la morada.
Ahora veo porque no se metía con él, el físico la intimidaba y porque viajaba
tanto para solo ir a una reunión en una iglesia, para separarse de él.
Me estaciones una cuadra adelante y me baje del auto, lo
primero que notas es que no había nadie en la calle, estaba poco iluminada y además
se oían en demasía los autos pasando por las calles aledañas, lo que
dificultaba que se escuchara algo; era el lugar perfecto. Me acerque a la casa
por un costado recargándome en la pared como si fuera a caer, me fui moviendo
lentamente hasta la ventana en donde ya se alcanzaban a oír los gritos del
hombre reclamándole a su mujer donde estaba, que tenía hambre y diciéndole una majadería
tras otra hasta que un sonido agudo me estremeció seguido por el de unos
cristales hechos añicos, la había abofeteado con tanta fuera que había sido
lanzada hasta chocar con una mesa de centro la cual se rompió. Después el
hombre se hinco para levantarla y colocarle otra cachetada pero ahora del otro
lado y del mismo modo la mujer cayó al suelo casi inconsciente.
Con tal escena me moví ahora rápidamente hasta la puerta
cuando se abrió de golpe, me detuve en seco y salió corriendo, con las fuerzas
que tenía la mujer golpeada y detrás de ella el fortachón gritando mas groserías.
Me dieron la espalda cuando de pronto note que habían dejado la puerta abierta,
fue cuando me introduje al hogar silenciosamente y al primer cuarto que vi
entre y cerré la puerta pasivamente. Escuche el auto arrancar el irse a toda
velocidad mientras seguía gritando el hombre. Después hubo un silencio y
escuche cerrarse la puerta de golpe.
El cuarto estaba a obscuras solo debajo de la puerta entraba
algo de luz la cual se vio interrumpida por las pisadas del gigante, seguía diciendo
obscenidades mientras yo recordé que la mujer había comentado algo de un niño,
su hijo y me pregunte donde estaba él cuando me di la vuelta y lo vi.
Estaba bajo su colcha temblando de miedo tapándose el cuerpo
completo para hacerse invisible. Aun no me había visto cuando fue bajando la
tela lentamente hasta que apareció su cabello rojizo como el de su madre, su
frente morenita y sus ojos obscuros, ahí fue cuando se detuvo y me miro
fijamente sin decir ni una sola palabra pero dejo de temblar, como si yo le
diera confianza y a continuación bajo por completo la sabana, estaba sentado
con su pijama viéndome fijamente.
Estábamos de frente, sin decir nada. No estaba en mis planes
entrar esa noche a la casa ni mucho menos que me viera el hijo; por primera vez
durante mucho tiempo no supe que hacer.
El cuarto no era muy grande y estaba pintado de un azul
cielo muy bonito, adornado con estampas de súper héroes, con juguetes tirados en
la alfombra que tapizaba la habitación. Era un hermoso cuarto para un niño de
su edad. Que desgracia.
-¿Vienes a salvarnos?- dijo el niño en voz baja, con la
cabeza inclinada hacia adelante y una mirada de timidez.
-No- le respondí fríamente moviendo hacia los lados la
cabeza.
El niño se volvió a enderezar, agacho la cabeza y dijo:
-Mi mamá dice que algún día iba a venir un súper héroe a
salvarnos y a llevarnos a un lugar mejor- y señalo una imagen pegada en la
pared de un héroe de caricatura en una pose de victoria.
-Yo no soy un héroe- conteste.
-Lo sé, no tienes capa- El niño dijo decepcionado cabizbajo.
Se me había olvidado su papá.
-No todos los héroes usan capa- le dije para animarlo con un
sonrisa y una risa.
-Entonces, ¿si eres un héroe?- volvió a alzar la cabeza y a
volverme a ver a los ojos. No supe que contestar cuando el joven se acostó en
su cama, se acomodo y al poco rato se quedo dormido.
Seguía parado en la puerta de su habitación, pensando en lo
que acababa de suceder cuando escuche que la televisión se prendía y empezaba a
funcionar. Abrí con cuidado la puerta y tenía un pasillo enfrente, de un lado
la puerta de salida y del otro al hombre que me daba la espalda mientras él
estaba sentado en el sofá viendo la televisión son una cerveza en la mano. ¿Qué
hago? Me pregunte, salí del cuarto del niño y antes de cerrar la puerta lo volví
a ver pasivo en su cama, alcé la cara y cerré la puerta silenciosamente.
Era hoy o nunca.
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