viernes, 11 de mayo de 2012

El fin del asesino. Parte 4

La reunión se acabo sin mayor novedad. Todos nos agarramos de las manos y gritamos fuertemente “si lo podemos lograr” y al final más aplausos.

Fui el primero en Salir de la reunión y al cruzar la puerta me escondí detrás de unos árboles donde nadie me pudiera ver. Todos fueron saliendo con la cara en alto como si hubieran logrado algo extra normal cuando la verdad es que solo esa victoria les duraría un par de días o hasta unas cuantas horas para volvieran a abrir una botella de alcohol o a volverse a inyectar la droga sintética. Desvié mi mirada a aquella mujer golpeada que salía lentamente de la iglesia porque sabía que tenía que volver al infierno donde vivía. Camino hasta la acera de enfrente y dio vuelta a la derecha donde saco las llaves de su automóvil, siguió caminando hasta la esquina donde doblo a la izquierda y la perdí de vista. Todos ya se habían ido por lo que salí tranquilamente recorriendo el mismo trayecto hasta llegar a la esquina donde me pegue a la pared y voltee a ver cuidadosamente donde estaba la dama. Estaba parada enfrente de un auto rojo a media cuadra, memorice las placas y salí disparado para la dirección contraria de su posición para subirme a mi auto y alcanzarla en un punto donde ella saliera de su lugar de estacionamiento y poderla seguir con normalidad, y así fue.

La seguí con una cierta distancia entre autos pero sin perderla por más de media hora hasta un barrio de clase media baja, donde había poca iluminación de las calles y cada casa estaba separada por algo más de dos metros. Eran hogares de concreto de unos cuarenta metros cuadrados aproximadamente, de una sola planta, un jardín delantero; aunque la mayoría estaba seco, y de techos de entre lámina y tejado. Se detuvo frente a una casa roja y se bajo del auto rápidamente. La luz del hogar estaba prendida y cuando el auto se detuvo salió un hombre fornido, no muy alto, de tés morena y tatuajes en los brazos para luego agarrar del brazo a la mujer y arrastrarla al interior de la morada. Ahora veo porque no se metía con él, el físico la intimidaba y porque viajaba tanto para solo ir a una reunión en una iglesia, para separarse de él.

Me estaciones una cuadra adelante y me baje del auto, lo primero que notas es que no había nadie en la calle, estaba poco iluminada y además se oían en demasía los autos pasando por las calles aledañas, lo que dificultaba que se escuchara algo; era el lugar perfecto. Me acerque a la casa por un costado recargándome en la pared como si fuera a caer, me fui moviendo lentamente hasta la ventana en donde ya se alcanzaban a oír los gritos del hombre reclamándole a su mujer donde estaba, que tenía hambre y diciéndole una majadería tras otra hasta que un sonido agudo me estremeció seguido por el de unos cristales hechos añicos, la había abofeteado con tanta fuera que había sido lanzada hasta chocar con una mesa de centro la cual se rompió. Después el hombre se hinco para levantarla y colocarle otra cachetada pero ahora del otro lado y del mismo modo la mujer cayó al suelo casi inconsciente.

Con tal escena me moví ahora rápidamente hasta la puerta cuando se abrió de golpe, me detuve en seco y salió corriendo, con las fuerzas que tenía la mujer golpeada y detrás de ella el fortachón gritando mas groserías. Me dieron la espalda cuando de pronto note que habían dejado la puerta abierta, fue cuando me introduje al hogar silenciosamente y al primer cuarto que vi entre y cerré la puerta pasivamente. Escuche el auto arrancar el irse a toda velocidad mientras seguía gritando el hombre. Después hubo un silencio y escuche cerrarse la puerta de golpe.

El cuarto estaba a obscuras solo debajo de la puerta entraba algo de luz la cual se vio interrumpida por las pisadas del gigante, seguía diciendo obscenidades mientras yo recordé que la mujer había comentado algo de un niño, su hijo y me pregunte donde estaba él cuando me di la vuelta y lo vi.

Estaba bajo su colcha temblando de miedo tapándose el cuerpo completo para hacerse invisible. Aun no me había visto cuando fue bajando la tela lentamente hasta que apareció su cabello rojizo como el de su madre, su frente morenita y sus ojos obscuros, ahí fue cuando se detuvo y me miro fijamente sin decir ni una sola palabra pero dejo de temblar, como si yo le diera confianza y a continuación bajo por completo la sabana, estaba sentado con su pijama viéndome fijamente.

Estábamos de frente, sin decir nada. No estaba en mis planes entrar esa noche a la casa ni mucho menos que me viera el hijo; por primera vez durante mucho tiempo no supe que hacer.

El cuarto no era muy grande y estaba pintado de un azul cielo muy bonito, adornado con estampas de súper héroes, con juguetes tirados en la alfombra que tapizaba la habitación. Era un hermoso cuarto para un niño de su edad. Que desgracia.

-¿Vienes a salvarnos?- dijo el niño en voz baja, con la cabeza inclinada hacia adelante y una mirada de timidez.

-No- le respondí fríamente moviendo hacia los lados la cabeza.

El niño se volvió a enderezar, agacho la cabeza y dijo:

-Mi mamá dice que algún día iba a venir un súper héroe a salvarnos y a llevarnos a un lugar mejor- y señalo una imagen pegada en la pared de un héroe de caricatura en una pose de victoria.

-Yo no soy un héroe- conteste.

-Lo sé, no tienes capa- El niño dijo decepcionado cabizbajo. Se me había olvidado su papá.

-No todos los héroes usan capa- le dije para animarlo con un sonrisa y una risa.

-Entonces, ¿si eres un héroe?- volvió a alzar la cabeza y a volverme a ver a los ojos. No supe que contestar cuando el joven se acostó en su cama, se acomodo y al poco rato se quedo dormido.

Seguía parado en la puerta de su habitación, pensando en lo que acababa de suceder cuando escuche que la televisión se prendía y empezaba a funcionar. Abrí con cuidado la puerta y tenía un pasillo enfrente, de un lado la puerta de salida y del otro al hombre que me daba la espalda mientras él estaba sentado en el sofá viendo la televisión son una cerveza en la mano. ¿Qué hago? Me pregunte, salí del cuarto del niño y antes de cerrar la puerta lo volví a ver pasivo en su cama, alcé la cara y cerré la puerta silenciosamente.

Era hoy o nunca.

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