…
Estaba oscuro y hacía frío.
Mi cuerpo estaba desnudo con excepción de una trusa que portaba, mis ojos estaban vendados y me encontraba acostado en una cama, mis piernas estaban estiradas y sujetas de forma individual, mis brazos también estaban estirados arriba de mi cabeza pero estos estaban esposados. Sentía el metal de las esposas en mis muñecas y como los músculos de mi cuerpo se tensaban con el transcurso de los minutos. En las cercanías escuchaba a alguien caminar tranquilamente alrededor de la cama, de vez en cuanto escuchaba susurros y una que otra risita, esta última era lo que me ponía más nervioso porque no era normal en una situación como esa. Tenía la boca descubierta pero no me animaba a hablar.
Como si hubiera habido una señal, la persona que rodeaba la cama salto sobre esta sentándose en mi cadera, mi cuerpo se tenso aun más y la presión arterial se elevo hasta provocarme un leve mareo. Se hizo un silencio incomodo hasta que me quito la venda de los ojos; la luz de la lámpara del techo me cegó y tuve que cerrar los ojos y girar la cabeza a uno de los costados hasta rozar mi nariz con uno de mis brazos amarrados. Luego de un par de segundos mis ojos se adaptaron a la luz del cuarto, era el mismo donde había seguido a la mujer de ojos obscuros. Volteé a ver a mi secuestrado o secuestradora mejor dicho.
Se notaba cómoda y complacida ante la situación que tenía enfrente de sus ojos, portaba un juego de ropa interior de colores morado y negro mientras estaba sentada en mi cintura. Ambos nos quedamos callados hasta que se inclino a mi rostro reduciendo la distancia de nuestros labios a un centímetro.
Su aroma era algo cautivador y sus ojos que no dejaban de asechar a los míos se volvían cada vez más intensos y como un amante, lentamente se acerco a mi oreja izquierda y la empezó a besar tiernamente, fue recorriendo mi mejilla hasta llegar al centro de mis labios. Automáticamente mis ojos lentamente se volvieron a cerrar y empecé a disfrutar del momento. Forcejeaba con las amarras de mis piernas y las esposas de mis muñecas pero no para quitarla de mí, sino para poderla tocar, para poder acariciar esa mejilla suya y poder rozar su hermoso cabello. Mientras nos sumergíamos en un beso, sus manos empezaron a acariciar mi cuerpo.
Estaba cautivado y mi corazón no dejaba de palpitar y la temperatura de la habitación incremento.
Termino de besarme en los labios y se volvió a sentar en mi cintura, no sabía que decir o hacer; me tenía donde quería. De pronto, de su cintura saco un cuchillo y me lo mostro mientras me veía y sonreía como si tuviéramos una conexión amorosa y hubiéramos hecho el amor minutos antes, aun así no deje de mirarla a los ojos y lanzando un suspiro, volví a cerrar mis ojos.
Sentí como se inclino hacía mí y como sus labios se volvieron a poner cerca de uno de mis oídos y empezó a decir:
-Dime, ¿por qué no te puedo matar?-
Me quede callado.
-Hay algo en ti que no me deja hacerlo. No te conozco pero siento como si, te sonara tonto, te amara-
Seguí callado pero en ese momento, sentí el filo del cuchillo pasar por uno costado de mi cuerpo. Estaba asustado y excitado al mismo tiempo.
-Pero tú esposa…-
Brinque al acordarme de ella pero seguí manteniendo mis ojos cerrados y el silencio de mi boca.
-Te apuesto a que ya no te acordabas de ella. Ella es…, como decirlo…- Se acerco aun más a mi oreja- Mala, abusa de su poder, indigna y deja en la calle a personas honestas.-
Abrí los ojos y como si hubiera recuperado las fuerzas en mi habla le dije:
-¿Qué quieres que haga?-
-Eso ya lo sabes- Y sumergiendo el cuchillo en mi abdomen siguió hablando. –Tienes algo especial y tienes que aprovecharlo.
Con u grito sordo absorbí el dolor del frío metal de cuchillo introducirse en mi cuerpo, rasgando mi piel y atravesando mis entrañas. De alguna u otra forma alcance a decir:
-¿Quién eres?-
Y como si estuviera esperando esa pregunta me dijo sensualmente mientras con una mano acariciaba mi mejilla y con la otra la herida de la que brotaba sangre.
-El amor de tú vida-
Estaba oscuro y hacía frío.
Mi cuerpo estaba desnudo con excepción de una trusa que portaba, mis ojos estaban vendados y me encontraba acostado en una cama, mis piernas estaban estiradas y sujetas de forma individual, mis brazos también estaban estirados arriba de mi cabeza pero estos estaban esposados. Sentía el metal de las esposas en mis muñecas y como los músculos de mi cuerpo se tensaban con el transcurso de los minutos. En las cercanías escuchaba a alguien caminar tranquilamente alrededor de la cama, de vez en cuanto escuchaba susurros y una que otra risita, esta última era lo que me ponía más nervioso porque no era normal en una situación como esa. Tenía la boca descubierta pero no me animaba a hablar.
Como si hubiera habido una señal, la persona que rodeaba la cama salto sobre esta sentándose en mi cadera, mi cuerpo se tenso aun más y la presión arterial se elevo hasta provocarme un leve mareo. Se hizo un silencio incomodo hasta que me quito la venda de los ojos; la luz de la lámpara del techo me cegó y tuve que cerrar los ojos y girar la cabeza a uno de los costados hasta rozar mi nariz con uno de mis brazos amarrados. Luego de un par de segundos mis ojos se adaptaron a la luz del cuarto, era el mismo donde había seguido a la mujer de ojos obscuros. Volteé a ver a mi secuestrado o secuestradora mejor dicho.
Se notaba cómoda y complacida ante la situación que tenía enfrente de sus ojos, portaba un juego de ropa interior de colores morado y negro mientras estaba sentada en mi cintura. Ambos nos quedamos callados hasta que se inclino a mi rostro reduciendo la distancia de nuestros labios a un centímetro.
Su aroma era algo cautivador y sus ojos que no dejaban de asechar a los míos se volvían cada vez más intensos y como un amante, lentamente se acerco a mi oreja izquierda y la empezó a besar tiernamente, fue recorriendo mi mejilla hasta llegar al centro de mis labios. Automáticamente mis ojos lentamente se volvieron a cerrar y empecé a disfrutar del momento. Forcejeaba con las amarras de mis piernas y las esposas de mis muñecas pero no para quitarla de mí, sino para poderla tocar, para poder acariciar esa mejilla suya y poder rozar su hermoso cabello. Mientras nos sumergíamos en un beso, sus manos empezaron a acariciar mi cuerpo.
Estaba cautivado y mi corazón no dejaba de palpitar y la temperatura de la habitación incremento.
Termino de besarme en los labios y se volvió a sentar en mi cintura, no sabía que decir o hacer; me tenía donde quería. De pronto, de su cintura saco un cuchillo y me lo mostro mientras me veía y sonreía como si tuviéramos una conexión amorosa y hubiéramos hecho el amor minutos antes, aun así no deje de mirarla a los ojos y lanzando un suspiro, volví a cerrar mis ojos.
Sentí como se inclino hacía mí y como sus labios se volvieron a poner cerca de uno de mis oídos y empezó a decir:
-Dime, ¿por qué no te puedo matar?-
Me quede callado.
-Hay algo en ti que no me deja hacerlo. No te conozco pero siento como si, te sonara tonto, te amara-
Seguí callado pero en ese momento, sentí el filo del cuchillo pasar por uno costado de mi cuerpo. Estaba asustado y excitado al mismo tiempo.
-Pero tú esposa…-
Brinque al acordarme de ella pero seguí manteniendo mis ojos cerrados y el silencio de mi boca.
-Te apuesto a que ya no te acordabas de ella. Ella es…, como decirlo…- Se acerco aun más a mi oreja- Mala, abusa de su poder, indigna y deja en la calle a personas honestas.-
Abrí los ojos y como si hubiera recuperado las fuerzas en mi habla le dije:
-¿Qué quieres que haga?-
-Eso ya lo sabes- Y sumergiendo el cuchillo en mi abdomen siguió hablando. –Tienes algo especial y tienes que aprovecharlo.
Con u grito sordo absorbí el dolor del frío metal de cuchillo introducirse en mi cuerpo, rasgando mi piel y atravesando mis entrañas. De alguna u otra forma alcance a decir:
-¿Quién eres?-
Y como si estuviera esperando esa pregunta me dijo sensualmente mientras con una mano acariciaba mi mejilla y con la otra la herida de la que brotaba sangre.
-El amor de tú vida-
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