lunes, 23 de mayo de 2011

El inicio de un asesino. Parte 1

A veces la gente se pregunta las causas de diversas acciones que realizan, esta es todo lo contrario. Sé porque cambie mi postura ante la vida, se porque hago lo que hago, se porque soy lo que soy.


Ya que esta carta fue encontrada en la caja donde guardo mis posesiones más preciadas como una foto de mi familia y una carta de una mujer a la cual amaba y que pronto sabrán el porqué de su defunción.


Antes que nada te quiero felicitar, seguiste las pistas joven buscador y ahora aquí esta tú recompensa, lo que habías estado buscando por años; respuestas, el porqué, el quién y el cómo.


Este texto literario fue escrito en uno de los moteles en donde cometí uno de los tantos asesinatos, después claro de desangrar a la prostituta que mataba a sus clientes; pero eso ya lo sabías. Ahora te preguntaras porque te diré como empezó todo, la respuesta es simple, la gente tiene que saber.


Son cerca de las 2 de la mañana y todo está en silencio, tengo solo prendida la lámpara del escritorio de la habitación y me encuentro inspirado acerca del relato.


Algo que debo decirte es que en la carta que ahora tienes en tus manos, están mis huellas dactilares, no encontré la necesidad de ocultarlas ya que sabes quién soy, pero no quién era.


Mi nombre era Macro Padilla Mora, nacido el 23 de mayo de 1987 de padres humildes que siempre se demostraban su amor. Mexicano y con una hermana y un hermano, ella menor por dos años y el mayor por tres.


Fui un niño común que jugaba con autos a escala y muñecos de acción; ya en mi juventud solo encontraran éxitos escolares con los que enorgullecí a mis padres y logre diferentes acreditaciones. Terminando una carrera de manera exitosa de ingeniería en una universidad privada y casándome joven, sin hijos y sin perro.


Amaba a esa mujer y fue la correcta para contraer matrimonio, tuvimos una bonita luna de miel en los Cabos donde disfrutamos del sol y de lo que nuestros cuerpos aguantaban. Duramos dos años muy felices hasta que apareció ella, la mujer con la que soñé durante días después de conocerla y que me cambiaría por el resto de mi vida.


Caminaba por las calles oscuras de la ciudad de México en la colonia Cuauhtémoc ya que mi auto no servía por fallas mecánicas; de pronto empecé a oír unas pisadas detrás de mí, estas se acercaban rápidamente como una persona que corre la última recta en una carrera y que está a punto de alcanzar a su contrincante.


Me detuve en un poste de luz y girando mi cuerpo observe a una joven mujer de no más de 27 años; además era alta, delgada, de cabello obscuro rizado, tés blanca y lo que más sobre salía, tenía unos ojos cafés hermosos y unos labios perfectos de color rojo que cautivarían a cualquier hombre. Portaba unos pans negros y su aspecto demostraba que llevaba corriendo por lo menos un par de kilómetros.


En ese instante, mientras estaba paralizado ante tal mujer que se acercaba a mí olvide que estaba casado que amaba a mi pareja, fue como un golpe de emociones que invadían mi pecho, sentía nerviosismo y al mismo tiempo adrenalina; lo que nunca me imagine fue que cuando pasara enfrente de mi me miraría y dijera en voz baja “Ven”; tomándome de mi brazo me jalo para seguir su camino y de manera involuntaria di el primer paso hacia ella para después seguirla.


Corría de manera sigilosa por la calle, mientras yo solo la seguía sin saber a dónde íbamos. En uno de los tantos callejones de una calle que no recuerdo cual era, entramos corriendo a obscuras a lo alto de la pared izquierda de un edificio se veía una ventana abierta e iluminada. Sin dudar, la joven hermosa saltó y tomando unas escaleras de emergencia se balanceo y logro sujetarse de ellas hasta que empezó a subir; de igual manera pero con más esfuerzo logre tomar las escaleras que pendían sobre el suelo y logrando aferrarme a ellas empecé a subir hasta que en un cuarto piso la mujer entro por la ventana que estaba abierta. Me encontraba rezagado de ella así que tarde en entrar por la ventana.


Era un cuarto de color rosa descolorido que estaba alumbrado por una lámpara de un escritorio que estaba pegado a la ventana. Tenía un colchón algo viejo y un armario cerrado que apenas y se podía sostener de los rieles pegados al techo.


Con la vista busque a la persona que me había llevado hasta ese lugar, pero no estaba. Me acerque a la puerta y trate de girar el cerrojo pero estaba cerrado, cuando como si lo hubiera sabido antes, mire al armario y me acerque lentamente a él. Eran dos puertas, tome una de orilla y la abrí precipitadamente logrando un estruendo en la habitación, pero estaba vacío. Introduje mi cabeza de manera temerosa al armario para ver si no estaba escondida en el otro lado de la puerta.


Estaba obscuro pero aun no aparecía nadie, cuando de pronto sentía como algo se introducía en mi cuello y una mano tomaba mi cabeza impidiendo que girara. La fuerte mano me soltó y logre voltear, era la joven que sostenía en la mano izquierda una aguja vacía, ambas manos tenían ahora guantes de hule. Mientras la veía me empecé a sentir débil y me puse de rodillas, de pronto entendí que se había escondido en el espacio del escritorio donde va la silla, por esa razón no la había visto y mientras observaba el lado contrario del escritorio del armario, ella aprovecho para incorporarse e inyectarme la aguja.


Me derrumbe sobre la alfombre barata y la miraba a los ojos, la vista se empezó a hacer borrosa pero logre ver como esos labios formaban una sonrisa diabólica antes de que me quedara en penumbras.

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