No estaba enamorado de como la luz del día caía sobre un
costado del hogar y conforme iba cayendo la noche las estrellas y la Luna
iluminaban de una forma glamorosa cada rincón de ese hogar de concreto con
techo de teja roja y una alta barda que la cuidaba de sujetos como yo, de
sujetos indignos a su presencia.
No estaba enamorado de la chica que vi asomarse un día por
esa ventana mientras peinaba su largo y ondulado cabello castaño, no estaba
enamorado de esos ojos azules que buscaban algo fuera de ese hogar más allá de
la barda que la protegía.
No estaba enamorado de la idea de un día verla afuera de su
hogar y animarme a hablarle. No estaba enamorado de la idea de que me dedicaría
una sonrisa o incluso un par de palabras. No estaba enamorado de ella por su
belleza superficial; no lo estaba.
No sabía quién eras ni a lo que te dedicabas. No te conocía
en lo absoluto, pero sabía que eras algo más que una dama que se asoma por la
ventaba buscando algo que te interese.
Tal vez la llegada de un familiar, de un amigo o amiga, de un novio; no lo sé,
yo solo volteaba a ver esa ventana esperando que ese día te asomaras buscando
algo.
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