domingo, 21 de octubre de 2012

Ángel de alas rotas. Parte 3


El resto de la noche transcurrió con normalidad. Llegue a mi hogar y decidí no hablar acerca de lo sucedido, no quería que pensaran que necesitaba de atención y por eso inventaba ese tipo de cosas o que tomaba algún tipo de droga alucinógena así que solo dije que mi día había estado bien y que solo estaba cansado.

Comí, me di un baño tibio y vi un rato la televisión; pero en todo momento, cuando estaba sentado en la mesa, bajo el agua y en frente de la pantalla pensé en que si lo que había visto había sido real, en la posibilidad de haberme pegado la cabeza y haber imaginado eso, en que si en verdad estaba cuerdo y no necesitaba ayuda psicológica; pero nada me quedaba claro. El choque, sus ojos, las alas, el estallido del foco, mi necesidad de aire; todo se había sentido, visto e incluso olido tan real y era lo que más me mantenía preocupado, que simplemente no era posible. Al final de cuentas decidí dejar de pensar en eso para olvidarlo o descansar y después analizarlo con mayor detenimiento pero regresaba a lo mismo.

Ya a la media noche fui a acostarme y me dispuse dormir algo. Cuando estaba sobre mi cama viendo el techo de mi cuarto, cuando todos en mi hogar ya estaban dormidos y en la calle no se oía nada seguía despierto con los brazos apoyados en nuca, sin playera porque tenía calor y solo con un pantalón de algodón sentí una mirada sobre mí, una sensación de ser observado por alguien pero no le tome importancia y pensé que solo eran nervios.

Trate de cerrar los ojos pero estos regresaban a su lugar como si no quisieran dormir y la verdad es que no tenía sueño de pronto empecé a pensar en que si había sido verdad; en que era cierto todo desde sus hermosos ojos hasta esas alas oscuras e imponentes. Me había enamorado de esa mirada, de esos labios, de su cabello, de ese rostro, de ese cuerpo, de una cosa que no era real.

Termine tachándome de loco y alce la vista para ver el reloj que estaba del otro lado de mi cuarto, eran las 2 de la mañana; cuando sentí que lago se movió de mi lado izquierdo, junto a la puerta, frente a mí. Gire el cuello y vi a alguien parado, escondiéndose en una pared y tratando de cubrir su cuerpo, solo salían sus dedos y una mitad de su rostro que no dejaba de verme.

Me senté rápidamente apoyándome con mis brazos que estaban dormidos y solo pude emitir un gemido de espanto cuando vi sus ojos, era ella. Su corto cabello ahora caía sobre sus orejas, sus dedos  temblaban y sus ojos no parpadeaban pero me miraban absortos al entorno. Un auto paso por la calle y mi habitación se ilumino, la vi con mayor facilidad.

Nadie decía nada, yo no podía. Mi corazón parecía que explotaba dentro de mi cuerpo y mi cuerpo estaba exhausto.

De la nada empezó a salir de su escondite lentamente y comenzó a caminar hacia mi cama. Su cuerpo estaba totalmente desnudo y a merced de cualquiera. Trate de decir algo o hacer algo pero no pude.

Empezó a subir la cama y a avanzar en ella a gatas, yo empecé a tener frio ante todo eso. Sus movimientos eras lentos y sensuales, sus ojos eras perfectos y preciosas, su cuerpo era hermoso y seductor. Su mano rozo mi pierna y con solo la sabana entre ella sentí su fría piel. Su vahó llego a mi pecho y este se erizo.

Puso sus manos sobre las mías y sus labios frente a los míos, estaba a centímetros de juntarse. Sus ojos no me dejaban y su frío corporal paseaba por todo mi cuerpo. Estábamos en silencio hasta que dijo algo antes de fusionar sus labios a los míos y hacerlos uno.

-Soy real-

Fue algo divino, místico, placentero. Todos mis sentidos se agudizaron y se concentraron en ella, en los ruidos que hacía, en los movimientos de sus labios, su brisa tibia que salía de su nariz, en su fría piel. Me olvide del mundo y solo era ella.

Apretó mis manos con las suyas y sentí un ligero movimiento de su cuerpo. Tenía los ojos cerrados y cuando los abrí vi sus alas salir de su cuerpo blanco, suave y frágil y expandirse por todo mi cuarto, ahora estaban en buen estado, no tenían espacios vacíos ni estaban rasgadas, pero seguían negras como la noche que estaba sobre nosotros. Sus ojos estaban cerrados y yo cerré los míos lentamente.

Me perdí por completo y me había vuelto suyo desde ese momento. 

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