sábado, 29 de septiembre de 2012

Dos cuerpos bajo la lluvia.


El silencio de mi caminar era eterno mientras te recordaba parada en la puerta de tu dulce hogar mientras me alejaba lentamente con la lluvia cayendo sobre todo el valle. De la nada voltee y escuche tus pasos rápidos acercarse a mí, seguidos por un abrazo y un sollozo que nunca me gusta oír de ti.

El agua saltaba del suelo y regresaba para volver a ser parte del charco que se había formado. Se escuchaba como caía del cielo a gran velocidad y chocaba contra lo que se encontrara en su paso. Nos empapaba con gracia mientras estábamos abrazados bajo ella; mientras tus propias gotas paseaban por tu suave mejilla y yo te decía al oído cuanto te amaba en ese momento, en el pasado y ahora.

Regresábamos bajo techo y sin dudar nos dábamos un tierno y eterno beso, con un lado la lluvia cayendo y del otro una lámpara prendida iluminando lo suficiente para ver su hermoso rostro. Mientras el beso se prolongaba nuestros cuerpos se iluminaban rápidamente y producían un estruendo que hiso que nos juntáramos aun más y sintiéramos nuestros corazones palpitar cada vez más fuerte.

Bajo la lluvia miles de cosas pueden ocurrir, pero solo unas pocas son las que tienen un valor inigualable.

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