El silencio de mi caminar era eterno mientras te recordaba
parada en la puerta de tu dulce hogar mientras me alejaba lentamente con la
lluvia cayendo sobre todo el valle. De la nada voltee y escuche tus pasos rápidos
acercarse a mí, seguidos por un abrazo y un sollozo que nunca me gusta oír de
ti.
El agua saltaba del suelo y regresaba para volver a ser
parte del charco que se había formado. Se escuchaba como caía del cielo a gran velocidad
y chocaba contra lo que se encontrara en su paso. Nos empapaba con gracia
mientras estábamos abrazados bajo ella; mientras tus propias gotas paseaban por
tu suave mejilla y yo te decía al oído cuanto te amaba en ese momento, en el
pasado y ahora.
Regresábamos bajo techo y sin dudar nos dábamos un tierno y
eterno beso, con un lado la lluvia cayendo y del otro una lámpara prendida
iluminando lo suficiente para ver su hermoso rostro. Mientras el beso se
prolongaba nuestros cuerpos se iluminaban rápidamente y producían un estruendo
que hiso que nos juntáramos aun más y sintiéramos nuestros corazones palpitar
cada vez más fuerte.
Bajo la lluvia miles de cosas pueden ocurrir, pero solo unas
pocas son las que tienen un valor inigualable.
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