viernes, 14 de septiembre de 2012

La terraza rosada.


El atardecer caía sobre nuestros cuerpos cálidamente mientras besaba apasionadamente tus suaves y deliciosos labios. Mis manos paseaban por tu cuerpo sintiendo todo tipo de texturas y mis ojos permanecían en la oscuridad viendo todo tipo de colores distorsionados. Sentía tu aliento en mi cuello y tu corazón gritar por salir disparado por la alteración.

La gente alzaba la vista para vernos sobre el borde de la terraza rosada del elegante restaurante de la ciudad. Vestíamos elegantes pero perdíamos la compostura conforme al tiempo y a la caída de la luz del astro. Eran cientos las personas que nos miraban por debajo, entre hombres y mujeres sus gestos estaban repartidos pero todos en común, era de seriedad y normalidad.

El Sol bajaba y la temperatura igual.

Estabas en el borde de la barandilla mientras te besaba apasionadamente como el amor que sentía por ti y abruptamente mis manos tomaban tus brazos, te dejaba de besar y te empujaba sobre el borde.

Caías a la velocidad de la gravedad sobre la gente que seguía inexpresiva, nadie grito, nadie lloro, ni un solo sonido se produjo. Toda la ciudad estaba callada, viendo la escena.

Casi es de noche y el calor se va olvidando.

Abría los ojos, me acomodaba la corbata, la camisa y el saco y volteaba con un aspecto serio. Alzaba la cara y veía a la misma mujer que había desaparecido de la terraza hace unos momentos, tenía un vestido rojo que arrastraba por el piso de mármol y un aspecto en el rostro que nadie explicaría. Sus ojos eran penetrantes y más hermosos que nunca, su cabello oscuro como la obscuridad que se aproximaba a nosotros  y sus labios expiraban una sensación de sensualidad y placer.

Se acercaba a mi lentamente hasta poderme tomar de los brazos y llevarme a la barandilla del edificio, nunca dejaba de mirarme a los ojos ni de respirar sobre mi cuerpo que estaba a su merced. Sus labios comenzaron a aproximarse a los míos, cerré los ojos pero lo único que sentí fue su dedo índice imponerse al beso que iba a ser eterno entre nosotros.

Abrí mis ojos, deje de inclinar mi cabeza y volví a ver sus ojos que ahora se alejaban con todo y su bello cuerpo. Me daba su espalda desnuda y perfecta. Caminaba lentamente hasta que se detuvo, su cuello giro suavemente para mirarme; esa imagen fue indescriptible, estaba enamorado. Alzo su brazo y coloco sus dedos en dirección a mi posición en forma de pistola.

Eran solo dos metros los que nos separaban, nos observábamos fijamente bajo el silencio de la ciudad y de la gente que nos miraba detenidamente. Yo en el borde de la rosada terraza y ella con una pistola por mano.

Bajo el pulgar.

Un estruendo se escucho seguido por un hombre cayendo de espaldas de un edificio elegante en el que su único atractivo era la terraza rosada. Nadie grito o lloro, solo una sonrisa aparecía en el hermoso rostro de la dama.

Ella miraba el final del día cuando un hombre apareció a su lado y solo la tomo de la mano sin decir más palabras.  Era el hombre que antes había caído.

-Te amo-

-Yo igual preciosa ¿Ya te dije que hoy te ves hermosa?-

-Creo que sí, pero oírlo otra vez me encanta-

La noche empezaba y el calor volvía.

No hay comentarios: