No recordaba nada antes de eso y solo podía pensar en eso.
El pánico llego, trate de empujar las paredes de madera con todas mis fuerzas,
de gritar lo más fuerte que podía para que alguien me escuchara y hasta trate
de estirar mis piernas y brazos para que se abriera por la parte de arriba o de
abajo aunque callera metros de altura; nada. Empezó a hacer frío y todo dejo de
tener sentido, me empecé a jalar el cabello, mi cabeza temblaba como si fuera
un loco, gritaba y golpeaba la caja con furia. Al final me cansaba y mi cabeza
se inclinaba hacia un lado y abría los ojos en su totalidad.
El borde de la pared frente a mí se empezaba a iluminar de
abajo hacia arriba y fue cuando empuje bruscamente la pared cuando sus bordes
estaban totalmente alumbrados. Por la misma fuerza caí de la caja y sin poder
nada por la deslumbrante luz, choque de frente contra el suelo.
Mis ojos se iban acostumbrando a la luz y vi que estaba en
un bosque en la noche rodeado de árboles. Di la vuelta para ver el lugar donde
estaba atrapado y lo único que vi fueron más árboles. Seguí girando sobre mi eje
y vi un camino entre la naturaleza y un letrero a un costado que lo señalaba y
decía “corre”. Me pregunte esa palabra cuando de la nada un haz de luz pasó
cerca de mí produciendo un zumbido a un costado mío y comezón en mi brazo.
Estaba sangrando, había sido un tipo de flecha que con solo rozarme me produjo
una cortada inmensa en mi extremidad. Volví a ver el letrero y ahora decía “¡CORRE!”
y lo hice a toda velocidad sin dudar.
Corría entre el bosque
saltando troncos y charcos y escuchando solo mi jadear y los zumbidos que
pasaban rápidamente a un lado mío, no me atrevía a ver mi cuerpo que aseguraba
que estaba lleno de sangre.
Empezaron a aparecer más ráfagas de luz en mi camino y con
ellas más obstáculos que evitar. Seguía corriendo hasta que el final del camino
deje de ver árboles y empecé a escuchar agua que caía metros de altura; era una cascada.
Dejaron de haber árboles y ya era campo abierto pero veía el
borde de a donde me dirigía. No podía detenerme ya que las flechas pasaban de mis
espaldas hacia adelante.
Ya casi en la orilla respire hondo, cerré los ojos y brinque
con fuerza.
…
Me incorpore en mi cama con la cara toda sudada y aferrado a
mis sabanas. Parpadee alrededor de mi cuarto y todo estaba en su lugar. El
reloj marcaba las tres de la mañana y no se oía ruido de la calle. Me dio
comezón en mi brazo, me rasque y cuando vi mi mano… estaba cubierta de sangre.
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