sábado, 25 de agosto de 2012

Es difícil recobrar la vida cuando estas seis metros bajo tierra.

Cuando abrí los ojos estaba ciego y apenas podía respirar. Estaba en una caja hecha a mi medida. Estaba parado y quería extender mis brazos y era imposible, las paredes de la caja en la que estaba eran muy estrechas y no me podía mover a ningún lado, solo tenía libertad de mover mi cabeza aun sin ver nada y de empujar un poco la pared que estaba frente a mí.
 

No recordaba nada antes de eso y solo podía pensar en eso. El pánico llego, trate de empujar las paredes de madera con todas mis fuerzas, de gritar lo más fuerte que podía para que alguien me escuchara y hasta trate de estirar mis piernas y brazos para que se abriera por la parte de arriba o de abajo aunque callera metros de altura; nada. Empezó a hacer frío y todo dejo de tener sentido, me empecé a jalar el cabello, mi cabeza temblaba como si fuera un loco, gritaba y golpeaba la caja con furia. Al final me cansaba y mi cabeza se inclinaba hacia un lado y abría los ojos en su totalidad.

El borde de la pared frente a mí se empezaba a iluminar de abajo hacia arriba y fue cuando empuje bruscamente la pared cuando sus bordes estaban totalmente alumbrados. Por la misma fuerza caí de la caja y sin poder nada por la deslumbrante luz, choque de frente contra el suelo.

Mis ojos se iban acostumbrando a la luz y vi que estaba en un bosque en la noche rodeado de árboles. Di la vuelta para ver el lugar donde estaba atrapado y lo único que vi fueron más árboles. Seguí girando sobre mi eje y vi un camino entre la naturaleza y un letrero a un costado que lo señalaba y decía “corre”. Me pregunte esa palabra cuando de la nada un haz de luz pasó cerca de mí produciendo un zumbido a un costado mío y comezón en mi brazo. Estaba sangrando, había sido un tipo de flecha que con solo rozarme me produjo una cortada inmensa en mi extremidad. Volví a ver el letrero y ahora decía “¡CORRE!” y lo hice a toda velocidad sin dudar.

 Corría entre el bosque saltando troncos y charcos y escuchando solo mi jadear y los zumbidos que pasaban rápidamente a un lado mío, no me atrevía a ver mi cuerpo que aseguraba que estaba lleno de sangre.

Empezaron a aparecer más ráfagas de luz en mi camino y con ellas más obstáculos que evitar. Seguía corriendo hasta que el final del camino deje de ver árboles y empecé a escuchar agua que caía  metros de altura; era una cascada.

Dejaron de haber árboles y ya era campo abierto pero veía el borde de a donde me dirigía. No podía detenerme ya que las flechas pasaban de mis espaldas hacia adelante.

Ya casi en la orilla respire hondo, cerré los ojos y brinque con fuerza.


Me incorpore en mi cama con la cara toda sudada y aferrado a mis sabanas. Parpadee alrededor de mi cuarto y todo estaba en su lugar. El reloj marcaba las tres de la mañana y no se oía ruido de la calle. Me dio comezón en mi brazo, me rasque y cuando vi mi mano… estaba cubierta de sangre.

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