sábado, 11 de junio de 2011

Una anécdota submarina

3-feb-1940

No había nada que reportar en la bitácora del submarino que viajaba por las obscuras aguas del pacifico; a éste se la había encomendado interceptar unos barcos europeos que se dirigían peligrosamente a las costas del golfo mexicano y el objetivo principal era hundirlos.

Se habían enviado tres barcos, un porta aviones y un submarino. Todos los navíos contaban con sus respectivos capitanes y una tripulación que había sido seleccionada de entre los mejores. El comandante en jefe del ataque protector estaba a cargo del capitán Moreno y, aunque mucha gente se había opuesto a que fuera a pelear en alta mar este se había embarcado a la batalla en el submarino que ahora estaba navegando para proteger a la nación.

Era un hombre simple pero que siempre le gustaba portar su traje para demostrar su importancia e imponer autoridad entre los marinos que lo rodeaban.

El capitán estaba sentado en su camarote escribiendo una bitácora que no narraba nada fuera de lo normal y siempre estos textos contenían la frase “sin novedad”. Pero ese día iba a encontrar algo más que narrar.

La alarma empezó a retumbar en el interior del submarino y eso solo significaba una cosa, habían encontrado a contrincante. El capitán sin más tardanza dejo el lápiz con el escribía la bitácora a un lado del libro, se levantó de su silla apurado y salió disparado al puesto de comando donde ya lo esperaba un hombre de aspecto cansado y de avanzada edad que solo le comento:
-Señor, hemos localizado cinco barcos dirigiéndose a nuestra posición a alta velocidad. Tiempo estimado de encuentro en una hora y contando. Suponemos que ellos también ya han rastreado nuestras naves incluyéndonos. ¿Qué prosigue, señor?-

Con confianza y autoridad el capitán le dijo a su tripulación:
-Reitera la orden de que toda la gente se encuentre en sus puestos de combate en todos los barcos y dime la ubicación de nuestros barcos y los de ellos.-

-En seguida señor- contestó el comandante del submarino.

El puesto de comando constaba de un cuadro de 6 metros de largo y tres de altura, lo que provocaba que la gente chocara entre sí al pasar por un mismo punto. En los contornos de la habitación había hombre y mujeres sentados enfrente de televisores viendo mapas, el estado del barco y ubicación de naves aliadas y enemigas. En el centro del cuarto sobre salía un cuadro donde había solo una mesa y una silla de gran tamaño donde se sienta el capitán. En este caso el capitán en jefe. En dos extremos de la habitación desembocaban dos pasillos que pasaban por todo el submarino; haciendo el centro de comandos el centro del submarino.

Interrumpiendo el sonido de los teclados en las computadoras, el comandante informó:
-El enemigo se encuentra a ochenta nudos al norte de distancia señor. Estamos en posición de un ataque.-

El capitán guardo silencio un momento y luego contestó con el mismo tono de autoridad que la última vez:
-Esperen a que el porta aviones se acerque veinte nudos más y luego que lance sus aviones.- Y utilizando las manos apoyándose en la mesa el capitán continuo- Que los barcos pasen al porta aviones creando una barrera para protegerlo. Señor Ramírez…-

Interrumpiendo, el señor Ramírez contesto firmemente:
-Sí, señor.-

-Quiero que nos sitúe por debajo y en medio de nuestros barcos.- Y como si necesitara una explicación dijo- Causaremos un impacto sorpresa.

-Enseguida, señor.-

Y después de un largo suspiro el comandante dijo lo que duraría poco en tiempo, pero una eternidad en su vida:
-Todo listo, señor- Esas palabras sonaron en toda la habitación haciendo que la gente dejara de teclear y los demás se detuvieran a oír lo que diría el capitán.
El silencio era sepulcral, todos se veían nerviosos y todos sabían lo que seguía solo esperaban la orden.

-Vamos a regresar a casa. Lancen torpedos.- Y como si hubiera dado una orden a todos los navegantes, estos corrieron en todas direcciones y el ambiente de tranquilidad que antes había en el submarino, desapareció. Todo seguía en silencio y el capitán esperaba a que el encargado de los misiles le dijera el estado de los torpedos.

Y el silencio se disolvió en una serie de información que daban los marinos al capitán al mismo tiempo.

-El impacto es afirmativo.- decía uno.

-Sesenta nudos para encuentro.- comentaba otro.

-Los aviones desplegaron antes de tiempo.- informaba una señorita.

-El Naufragio está recibiendo gran daño. El Libertad tiene disparos positivos. El Independencia tiene problemas con aviones enemigos.- explicaba un joven.

Y tratando de poner calma en el submarino el capitán dijo casi gritando:
-Quiero que todos se calmen.- dijo de forma general y luego señalando a un marino continuo-Localiza al porta aviones enemigo y húndelo, esa es una prioridad.-

En un submarino había que mantener la calma en uno mismo, ya que era un lugar cerrado y en cualquier momento se podía caer en la locura. Eso lo tenía claro el capitán, por esa razón decidió sentarse y pensar que era lo que podía hacer.

Se empezaron a dar órdenes y a recibir información. Todo era un manojo de nervios hasta que el Naufragio se empezó a hundir, y ese era el barco que estaba por encima de nosotros. Esa noticia impacto al capitán e hizo que saltara de su silla.

-Desciende cien metros y en un ángulo de quince grado quiero que empieces a ascender sin salir a la superficie.-

-Enseguida, señor.- contesto nervioso el que navegaba al submarino.

De pronto se empezaron a escuchar sonidos provenientes del exterior. Era el barco que se hundía por encima de nosotros, lo que escuchábamos eran los fierros calientes retorciéndose al entrar al agua fría. Toda la nave guardo silencio y dejo de hacer sus asuntos para escuchar como el barco se acercaba a nosotros. Uno que otro marino sabía la importancia de esquivar a la nave y por eso empezaron a rezar en susurros.

-Lo desviamos, señor.- Y con un suspiro de alivio el capitán se posiciono para volverse a sentar cuando otro marino le dijo consternado:
-Empezaron los ataques al porta aviones.-

Luego de diez minutos de combate, el submarino empezó a recibir sus primeros ataques. Esté se sacudía precipitadamente provocando que algunos perdieran el equilibrio y hasta cayeran al suelo.

La gente corría diciendo la palabra “fuga”. Eso era lo peor que podías oír en un submarino. Como capitán sabes que al oír esto sabes que estás perdido y que lo único que podías hacer era ir a la superficie, pero en esta situación era peor.

Recibían impactos cercanos del enemigo hasta que uno acertó. En ese momento, como si hubiéramos chocado con algo, la nave se estremeció y provocó que más de uno se golpeara la cabeza con las pantallas que tenía en frente de su cara.

-Señor, el Naufragio y el Independencia han sido hundidos.- comentó el comandante. –y el porta aviones no resiste más impactos.-



De forma automática el capitán dio la orden de seguir atacando al enemigo, esto resulto efectivo porque logro que gran parte de los barcos del rival se hundieran. Pero las condiciones no eran buenas; solo quedaba un barco y el submarino, y si ambos resabian un impacto, ambos se adentrarían a las profundidades del mar. La buena noticia era que tenían localizado al único navío que seguía en pie, pero lo malo era que solo tenían un tiro más y la situación no era nada alentadora.

Por primera vez en toda la batalla la tripulación se encontraba notablemente asustada. Todos miraban al capitán como si él tuviera la respuesta, pero no era así, él sabía que hacer pero era de mucho riesgo y…

-Lancen el torpedo.- ordeno tajantemente.

Todo se silencio, nadie hablo y no se escuchaban sonidos del exterior. Nadie rezaba y nadie suspiraba.

-¡Objetivo alcanzado!- Eso rompió el silencio entre la tripulación y todos volvieron a respirar gritando de alegría y abrazándose unos a otros. Algunos lloraban y otros se sentaban el frío piso como si hubieran corrido miles de kilómetros y estuvieran exhaustos. Mientras que el capitán solo suspiro y se arreglo su traje.

Después de tres semanas de esperar al enemigo y pelear por 15 minutos, todo se resumía en un…”bien hecho capitán, lo logramos. Ahora podemos volver a casa.”



-Bueno creo que te gane- dije seriamente pero con una sonrisa en la cara. -¿Otro?

-Ok, pero no me voy a dejar perder tan fácil.- me comentó mi amiga que estaba enfrente de mí con su tablero.

Entonces empezamos a quitar esas fichitas blancas y rojas que llenaban el tablero, y esos barcos que estaban marcados.

-¿Lista?-

-Si-

-A 14-

-No, B 5-

-Me diste.- y el capitán refunfuñaba.

1 comentario:

gabriel revelo dijo...

Ahhhhh, ese juego es bien divertido, aunque a la mayoría le parece aburrido, para mi es de los más padres que hay.