-Niño… niño despierta… niño… ¿cómo te llamas? ¿De dónde
vienes?... niño despierta- Eran las palabras de un hombre que distinguía entre
el ruido de la habitación y mi despertar lento.
-Niño… ¿sabes quién eres?- ¿Quién era? ¿Dónde estaba?
Poco a poco fui abriendo los ojos y vi a un señor ya grande
vestido de doctor encima de mí y debajo de una lámpara blanca de una habitación
de hospital. Estaba conectado a aparatos y mangueras que metían y sacaban líquidos
de mi cuerpo. Bip bip bip bip.
-Niño ¿Quién eres? Di algo-
-¿Dónde estoy?- Cobraba poco a poco la vista hasta por fin
tener una idea clara de que estaba en un lugar de emergencias, donde las
paredes eran cortinas, las camas pequeñas y se escuchaba mucho ruido alrededor.
-Estas en el aula de emergencia de la capital, te
encontramos en la playa a punto de caer desahuciado por falta de alimentos y
bebidas ¿Qué hacías en la costa? Esa es una zona muy peligrosa- Su tono era
preocupado, parecía decir la verdad.
-¿En la costa? ¿Qué hacía?- Y a la mente me llegaron como un
tren que golpea a una persona distraída dos nombres, los nombres de mis
compañeros, de mis excompañeros y… esa voz “la prueba final”
Y reaccionando con temor abrí los ojos como un par de platos
y viendo mis brazos conectados comencé a quitarme todos los tubos que tenía y a
tratar de pararme.
-¡Deje eso joven! ¡No lo haga!- Gritaba el doctor mientras trataba
de evitar mis acciones y aunque todos sus esfuerzos fueron en vano no me dejaba
levantarme hasta que los dos caímos al suelo y logre salir de las cortinas que
me cubrían.
Gente gritando, corriendo, llorando; enfermeras caminando
con pasos rápidos y doctores tratando de dar consuelo o de leer sus carpetas. Gire
a mi alrededor y era la misma imagen en todas direcciones, una imagen de gente,
mucha gente; no estaba solo.
-¡Deténganlo! ¡Seguridad!- Fueron los gritos del doctor que
se reincorporaba del suelo y mi respuesta fue obvia, correr.
Corrí descalzo por el pasillo donde no dejaba de ver
personas que chocaban conmigo por accidente o tratando de detenerme hasta que
llegue a una puerta, la cual la empuje y salí al exterior haciendo sonar una
alarma de emergencia.
El calor del Sol, el aire del viento contaminado, autos
pasar por la calle, gente caminando asustada por mi presencia ansiosa, un semáforo,
espectaculares en el techo de edificios, edificios, departamentos, oficinas,
gente, gente… gente.
Corrí en dirección al flujo vehicular hasta llegar a una
avenida grande y en donde estaba la puerta principal del hospital en donde
había gran cumulo de personas que me veían con horror, temor, extrañeza y demás
sentimientos. No me había dado cuenta que tenía solo puesta una bata delgada
azul claro y que de mi brazo escurría un poco de sangre por las agujas que me
había arrancado.
Me quede parado y gire y observe, observe mientras giraba.
Este mundo, el mundo real ¿lo era?
-¡No te muevas! ¡Policía!- Estaba ahora rodeado de señores
con trajes de la seguridad del hospital que se acercaban lentamente hasta no dejarme
mover.
-Ustedes no entienden- Les decía mientras trataba de salir
de ese círculo. Era como un perro de la calle acorralado por los de la perrera,
sin poder ver una salida.
-¿Qué no entendemos?- Un agente de seguridad preguntó.
-Esta es la prueba final, esto es lo último para poder salir
del juego- Les decía a todos con alteración.
-¿Cuál juego?- … ¿Cuál juego?
Me volvía a quedar quieto absorto en mis pensamientos, en
mis recuerdos de todo lo que había sucedido hasta que sentí una mano que me
tomaba del brazo, luego otra y otra y otra. Trataba de quitármelas de encima y
gritaba pidiendo ayuda pero nadie hacía nada, solo me veían aterrorizados.
-Métanlo al hospital- Decía uno.
-¡No! ¡Déjenme! ¡Tengo que salir de aquí! ¡No!- Y entre
varios policías me metieron al hospital cerrando las puertas y pidiéndole a la
gente de los alrededores que se calmara, que todo estaba ahora en orden y que
no entraran en pánico pero de fondo solo se seguían escuchando mis gritos hasta
que se fueron perdiendo por el mismo ruido urbano, desaparecía de escena.
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