Las cámaras nos habían visto entrar a la universidad ese
día, nos habían visto bajar del auto con la mochila, nos habían visto besarnos
en la fuente, me habían visto cargar la mochila por los pasillos y dejarla en
unos arbustos, me habían captado afuera del colegio y darle a un niño un
control, me habían visto parado con la dama y nos habían visto parados del otro
lado de la acera sonrientes, tomando chocolate caliente y sonriendo ante la
situación; pero sobre todo, habían captado el momento en que la mochila había
estallado en un salón donde guardan las cosas perdidas, un salón con ductos de
gas y cables de electricidad, un salón que había volado en mil pedazos juntos
con 40% de la universidad y decenas de vidas y otras cuantas directas al
hospital. Las cámaras lo habían visto todo y nosotros las habíamos visto.
La semana pasó y la gente perdió la razón, perdió la cordura
y la atención en lo que hacía. Gente se fue de sus hogares y supuesta seguridad
para la gente llego con cámaras y policías por dondequiera. Todo el lugar se
congelo en cuestión de días pero nosotros seguíamos con nuestras vidas al igual
que la demás gente que no tenía de otra, todos pensaban que estas cosas pasan,
que hay gente loca en este mundo, que había que tener mucho cuidado y que el
mundo ya no era un lugar seguro. Y estaban en lo correcto pero, nunca lo había
sido y el toque final tenía que comenzar.
Sin embargo, había que hacer muchas cosas antes que eso y
eso le dio oportunidad a la población de relajarse un poco; a olvidar un poco
los sucesos mientras el gobierno trataba de descubrir a los culpables de los atentados
contra el camión y la institución, y lo iban a lograr, a su tiempo, pero cuando
eso sucediera; ya todo habrá empezado.
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