Mis manos están en tu cadera y en tus providentes glúteos que
hacen voltear a más de una. Mis uñas se entierran poco a poco en tu espalda que
cubierta por una camisa esta. Mi lengua juega con tu oreja mientras te trato de
explicar en un suspiro entrecortado como me haces sentir.
De pronto siento como me pegas a la pared con tus manos en
mis muñecas evitando que me moviera, con tu boca besando y mordiendo mi cuello,
con tus piernas abiertas y haciendo que tu cuerpo se junte al mío para que te pueda
sentir más cerca.
Tu excitación con tus ojos cerrados y el sonido del radio de
fondo en la habitación en penumbras del motel al que me llevaste te mantiene distraído
y eso es malo, muy malo.
Abro los ojos viendo al techo mientras aun sigues ocupado
conmigo y sonrío poco a poco con malicia. Eres mío y jamás dejaras de serlo;
esta noche será eterna para los dos.
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