La música retumbaba en el lugar, de pared a pared y los
vidrios vibraban junto con el bajo de las grandes bocinas que prendían conforme
al ritmo. Era música sin letra o con una muy escasa, los sonidos de una caja
eran los que movían a la gente entre sus notas altas y bajas. Era una fiesta de
las que llaman épicas.
Todos brincaban sin control y se movían dejándose llevar por
el aire caliente que era producido por los cuerpos sudorosos que bailaban; por
la pasión reflejada entre las parejas en los sillones y aquellas apoyadas en
las paredes del lugar; y por el humo de cigarro de aquellos que lloraban por
amores fallidos o que solo trataban de bajar su ansiedad de conquistar a
aquella dama que les había regalado una sonrisa o a aquel hombre con el que habían
bailado y que las había dejado sin aliento. Hombres y mujeres con los corazones
agitados y sudor en sus frentes.
Las luces parpadeaban colores, era un arcoíris dentro del
departamento. Rojo, azul, verde, amarillo, rosa, café; era increíble todo. Esas
torres con focos hacían maravillas con el lugar, llenándolo perspectivas
diferentes; a veces solo veías a las personas como si estuvieran pintadas de
morado y de inmediato cambiaban, aparecían y desaparecían con diferentes
posiciones a la anterior. Era un lugar mágico, parecía una explosión pero sin
que nadie gritara de dolor, sino una explosión de sonrisas y alegría inyectado
a todos de adrenalina.
En las mesas; caramba ¿cuál era mi vaso?, líneas finas de un
polvo blanco pero no veía ningún pizarrón verde o a alguno de los invitados con
cara de profesor, vasos rojos sin terminarse y con bebidas de muchísimos colores
y hasta olores que me dejaban mareado, cigarros de todos los tamaños y especies
pero todos con humo aun saliendo; algunos eras cafés otros blancos y otros
hasta verdes. Que curiosos estaban pero no me atrevía a tomar uno, eran para
los grandes. También habían unas pastillas pequeñas blancas regadas por el piso
y en la mesa; había muchas personas enfermas ya que todos tomaban una de vez en
cuando; espero no contagiarme de gripa.
Pero no eran las
personas que bailaban ni el lugar o la música o las luces de colores y ni
siquiera las bebidas y demás cosas en la mesa lo que llamaba mi atención; sino
eras tú, la mujer que estaba sentada a mi lado y que no me atrevía a ver.
El sillón era viejo y de color café, con uno que otro hoyo
por donde se le salía el relleno y hasta en algunos se alcanzaba a ver el
resorte plateado. Los dos estábamos sentados en él, a unos escasos centímetros de
distancia. No hablamos con nadie, éramos los únicos sentados en silencio en el
lugar ya que otros se dedicaban a
expresarse su amor; unos sentados encima de los otros con sus manos enredándose
entre sus cuerpos que a veces suspiraban y otras estaban ocupados encerrados en
la oscuridad de sus miradas sintiendo los labios chocar y hacer corto circuito
en sus cuerpos. No es envidia, solo que algún día yo podría ser él.
Estabas totalmente recargada en el sillón con los brazos
cruzados mirando a los jóvenes pasar frente a ti y lanzando uno que otro
suspiro de aburrimiento. Yo quisiera estar dentro de ese suspiro para sentir el
calor de tus labios.
Tu cabello oscuro, lacio y largo cubría solo un hombro tuyo;
el que estaba más lejos de mí, dejando tu cuello desnudo y tú otro hombro
siendo una tentación voraz para cualquier depredador.
Tu vestido era blanco y tan largo que llegaba a tus
rodillas, con un cinturón negro que protegía su cadera y esa hebilla blanca que
era el detalle que te hacia deslumbrar. Tus zapatos negros con un tacón no muy
alto y unas pulseras blanca y negra en una de tus muñecas.
Tus piernas y brazos delgados; tu piel lisa, blanca y
supongo suave; tu poco maquillaje que apenas alcanzaba a ver de reojo hasta que
me viste y me regalaste una sonrisa. Dios, me vio; rápido deja de verla y ve
otra cosa.
Tus labios con un tono claro de ser rojos, tus mejillas un
poco resaltadas, tus ojos rodeados de un negro atractivo y ese ahora aroma que
me llega quitando el olor de cigarro del lugar y ahora dejándome solamente con
ese aroma fresco y seductor pero, esos labios; pequeños, curveados y… necesito
volver a ver.
Me apoye en mis rodillas con mis codos y empiezo a jugar con
mis manos que ahora estaban sudadas. Sentía esa adrenalina por el nerviosismo
correr por mi cuerpo y esa clara necesidad de mi cerebro de volverla a ver y lo
hice girando lentamente mi cuello hasta poderte ver otra vez de reojo.
Impensable que te encontraría aquí, esas mejillas, esos ojos
oscuros, esos labios.
Volvía a ver mis manos y me pregunte que era; las 23:11. No
tardaba en irme. Mire al frente y vi a una pareja que peleaba y discutía hasta
que ella soltó un par de golpes al hombre y se fue dejándolo a él parado y sin
una palabra en su boca; no fue detrás de ella.
Seguí viendo a mí alrededor y vi a un par de parejas
sentadas en una mesa cuadrada; los hombres sentados enfrente de las mujeres.
Estaban jugando domino. Reían y bromeaban, a veces había miradas de odio y
sonrisas de nerviosismo pero a lo lejos se mandaban besos con un gesto en los
labios. Termino el juego y una de las mujeres pareció ganar por sus brazos
alzados de victoria hasta que el hombre que estaba enfrente de ella se levanto
de su lugar y atravesando la mesa la tomo del cuello y la acerco a sus labios dándole
un beso. Apostaron besos, tal parece.
Regrese a ver mis manos y habían dejado de estar sudadas
pero ella seguía mi lado, la sentía. Tenía que hacer algo, estaba a punto de
explotar sino hacia algo antes de tenerme que ir.
Suspire y me arme de valor, pero necesite algo más para
poder hacer algo pero de la nada adoptaste mi misma posición. Era ahora o
nunca, que nerviosismo.
Tú tenías 10 y yo 9 años, estábamos ahí por nuestros
hermanos mayores. Íbamos en salones diferentes y en años diferentes pero tenía
que hacer algo pero, ¿qué podía hacer un niño en esa situación?
Hermano, ya vámonos. Escuchaba a mi hermano mientras lo veía
haciéndome un gesto con las manos.
El tiempo lo tenía encima, tenía que hacer algo; me iba a
arrepentir sino salía de ahí con saber que había hecho algo. Respiraba por la
boca, abría y cerraba mis manos, parpadeaba sin saber porqué y sin pensar…
Tu piel sí era suave, tu aroma era más fresco de cerca, tu
cabello también olía algo muy rico y el calor de tu cuerpo era más que
envolvente. Te bese en la mejilla con los ojos cerrados tratando de prestar
atención a mí alrededor y no a mi corazón que parecía que iba a salir de mi
pecho.
Fue rápido pero para mí, pareció eterno.
Mis labios se despegaron de tu mejilla y regrese a mi
posición para que segundos después me parara y alcanzara a mi hermano que ya se
había adelantado. No mire atrás, pero sentía muchas cosas, algo más que no sé
como decir que es. Solo que estaba pasado y sentía, era algo; algo grande, cálido
y… y… se sentía bonito.
Mañana la escuela iba a dar playeras para la carrera del
colegio por su aniversario así que todos tenían que estar presentables. Iba a
ver caras conocidas pero por ahora me quedaba con lo que había pasado y eso que
apenas habían pasado 2 meses del comienzo del año escolar.
¿Qué pasara el lunes que nos veamos en la escuela?
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