jueves, 12 de diciembre de 2013

Gestos.

No sabía de su existencia, no los había visto antes, no sabía quiénes eran, no sabía a qué se dedicaban, no sabía que les gustaba, no sabía cómo se habían conocido, no sabía la historia de cada uno, no sabía que eran diferentes; no sabía nada de ellos con excepción de una cosa, eran una pareja de seres humanos singulares y que estaban enamorados.

La noche pasaba por la ventana del camión en el que iba, las luces deslumbraban e iluminaban momentáneamente los rostros que miraban las lámparas pasar a su lado a gran velocidad. Yo estaba en uno de los primeros lugares del autobús de lado izquierdo y pegado al pasillo ya que no me había dignado a adentrarme más en el transporte y preferí irme a la segura; sentarme en el primer lugar que vi, a lado de una mujer de másomenos treinta años que vestía una combinación de negro y blanco, típico saco y pantalón para un trabajo en una oficina. No le prestaba atención a ella, sino a un par de situaciones diferentes.

Una de ellas era a la película que se proyectaba en las pantallas situadas en el techo poco alumbrado del bus, era una compilación de situaciones con personas diferentes de cómo abordan el embarazo; entre una película cómica y un drama típico americano. Tampoco le prestaba mucha atención a eso, solo de vez en cuando.

Otra situación era la de un hombre sentado a mi altura del otro lado del pasillo, a unos cuarenta centímetro de distancia. Él era mayor a la mujer que estaba del otro lado, como unos cinco años más grande. Parecía un hombre alto, delgado y pacifico. Iba más informal en vestimenta, pero lo que me llamó la atención era que estaba muy concentrado en la película y con una sonrisa en su rostro; disfrutando plenamente los comentarios que yo no escuchaba. De vez en cuando lo miraba y nunca dejo de sonreír.

En lo que iba concentrado era en la música, en mis pensamientos, en lo que había pasado en el día. En todo lo que pase para poder recibir aunque sea una sonrisa, una mirada seductora, un beso, un abrazo, un sentir de su tacto, un poder escuchar su respiración, un poder tomarla de la mano y sentir su corazón palpitar. ¿Valió la pena perderme en un paradero enorme  de la ciudad, en preocuparme por ir en la ruta correcta, en sentir ese nerviosismo de conocer personas que tenía que ganarme su aceptación? Claro que sí y lo volveré a hacer.

Estaba absorto en esas imágenes que deslumbraban en mi cabeza, en esas sensaciones que deseaba volver a sentir y en ese rostro por el que viaje mientras miraba por la ventana, la película, la mujer a mi lado y el hombre sonriente. Todas esas personas con historias, con objetivos, con propósitos, con razones de estar ahí sentados y yo con las mías. Vivimos en un mundo donde nunca sabremos a lado de quien nos sentamos, solo son personas que tienen un porqué.

Al fin, en casa o a una media hora más de camino; pero ya cerca.

Baje del autobús y curiosamente la mujer que estaba sentada a mi lado salió en esa misma parada; la ironía de la vida y yo seguía escuchando música en mis audífonos. Ahora comenzaba a tocar mi celular el nuevo disco de Thirty seconds to Mars, Love Lust Faith + Dreams. Disfruto mucho de su música y deseo irlos a ver en concierto.

Caminaba por debajo de un puente oscuro pero transitado por vehículos y gente deseosa de ir a sus destinos cuando voy cruzando la calle y los veo. Instantaneamente iban cruzando la calle a la par que yo pero más atrás y llamarón mi atención. Una pareja de sordo-mudos.

Él era moreno, alto y flaco, portaba una mochila; ella era igual de delgada, con un tono de piel parecido al hombre pero de una altura menor y traía una bolsa grande. La ropa de los dos era informal y casual. No dejaban de hablar.

Sus manos se movían magistralmente en el aire, parecía que hiciera maravillas con el viento que pasaba por entre sus dedos como un mago que le demuestra a una niña un truco que ella jamás había visto y sus gestos eran más que sobre exagerados para personas que no saben de ese idioma, como yo.

Solo los mire de reojo y cuando volví la mirada tenía una sonrisa enorme, me había encantado de esa escena, de esa pareja y había pensado en que me gustaría aprender ese lenguaje para saber de qué tanto hablaban.  

Para llegar a mí casa tenía que tomar un taxi que se llena de tres personas más y toma una ruta específica; se llaman colectivos.

Me subí en la parte de atrás del colectivo de la ruta de mi casa y después de decir “buenas noches” al hombre que estaba sentado en el único lugar de adelante como si me hubieran llamado gire la mirada y los vi. También iban a tomar un colectivo o solo ella para ser especifico.

El conductor les entendió con un gesto que ambos hicieron y antes de que se subiera la dama tomo a su caballero de su chamarra y con una sonrisa lo jalo a su cuerpo y lo beso; fue todo en silencio para ellos, fue todo tranquilo, romántico y dulce para esa pareja que ahora se despedía.

Dejo de tomarlo de la chamarra y subía su mano hasta su mejilla rozándola con su pulgar y él la tomaba de la cadera sujetándola de una manera en que sus cuerpos no dejaran pasar el frío entre ellos y con la otra mano se veía como se abría paso por su cabello del otro lado de su cara.

Era la canción City of Angels lo que escuchaba “One life, one love” mientras los veía, mientras recordaba esa sonrisa, esa mirada, mientras sentía su mano pasar por mi pecho y sus labios rozar los míos. No dejaba de pensar en ella y mi corazón lo sabía al igual que mi mente.

Fueron menos de veinte segundos cuando ella se despego de él y con una última sonrisa se subió al auto y cerró la puerta. Él hiso unos gestos más acompañados con la magia de sus manos y al final sonrió.

Espero hasta que el auto arranco y se fue dejándolo en la acera bajo ese foco solitario que alumbra la parada de los llamados colectivos.

Me voltee y mire por la ventana, la noche era fría y oscura pero yo no dejaba de sonreír.


“I´m in home”

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