-Luis, Luis contéstame; soy yo Marco-
-¿Marco?- lo escuchaba e la madrugada mientras estaba
acostado en mi fría cama y por alguna razón desamarrado.
-Sí, ven; ayúdame- Hablaba desde el otro lado de la puerta
de metal que sabía que se iba a abrir si me paraba.
-Tú no existes, se supone que estás muerto; yo te vi muerto
entre mis brazos- Trataba de mantener la calma, trataba.
-Me estas escuchando ¿no? No estás loco, estoy vivo- Era su voz,
era él pero ¿era real?
-No, no puedo; no debo. Quiero salir ya de aquí- Tomaba las
sabanas con fuerza tratando de concentrarme.
-¡Carajo! ¡Párate y ayúdame!- Eran sus gritos y golpeaba la
puerta de metal con sus puños retumbando en la noche fría.
-No, déjame en paz; quiero dormir- Lagrimas comenzaban a
pasear por mis mejillas.
-¡No seas tonto, esta es tu oportunidad de salir! Todo es
parte del plan, ahora párate y corre. Están todos dormidos- Me estaba
convenciendo y sin darme cuenta ya estaba sentado en la cama a unos centímetros
de que los dedos de los pies tocaran el suelo.
-Es ahora, corre- Ahora lo escuchaba no en la puerta, sino
en un susurro; dentro de mi cabeza y me daban escalofríos.
-No debo…- Ya estaba parado frente a la puerta con la mano
en la perilla.
-¡Es ahora!- Giraba la perilla y estaba cerrada, ahora
estaba cerrada; siempre había estado abierta y ahora cerrada ¿Ahora qué?
-No en la puerta, aquí estoy- Y la voz estaba detrás de mí a
unos metros.
Lentamente, con temor y con los ojos cerrados me di la
vuelta esperando verlo de repente frente a mí. Abrí los ojos y no estaba,
estaba solo en la habitación.
-Aquí arriba- Levante el rostro y ahí estaba, en el ducto de
ventilación -¿Nos vamos?-
-Eres tú, eres Marco y estas vivo-
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