viernes, 15 de noviembre de 2013

Entre el frío.

Es extraño, no tengo frío a pesar de sentir el aire fresco pasar rápidamente por mi piel, fue lo último que pensé antes de volver a abrir los ojos y dar una última sonrisa.

Estaba parado en una pradera en medio de la noche, las estrellas brillaban a todo lo que daban y la Luna crecía conforme más tiempo la veías imponerse sobre los humanos. El largo pasto se movía con gracia y coordinado siendo víctima del viento; solo se escuchaba el silbido que provenía de los árboles que rodeaban el prado y uno que otro animal que se dedicaba a cazar en la noche para poder sobrevivir.

El momento era mío y de nadie más, estaba solo y la civilización estaba a kilómetros de distancia. Aquí no existía la tecnología, la religión o alguna sociedad diferente a la ley de la naturaleza; era un lugar libre del tacto del humano y eso se respiraba, tranquilidad y paz.

Suspire y una gran bocanada de humo salió por mi boca, mi cuerpo generaba calor por sí solo y lograba un equilibrio con el entorno frío. La piel se me erizaba y sentía el corazón palpitar rápidamente para poderme dar vida y fuerza para ese momento tan maravilloso.

Voltee a ver diferentes direcciones en busca de alguien que me haya seguido pero lo único que encontré fueron árboles, pasto, arbustos y uno que otro animal que cruzaba por ahí. Tranquilizado por mi soledad volví a cerrar los ojos y empecé a escuchar el palpitar de mi corazón y el respirar de mis pulmones como único ruido presente; cerré mis manos con fuerza y empecé a contraer los músculos de mi cuerpo empezando por mis brazos, luego mi pecho, abdomen y piernas.

Poco a poco el calor empezó a invadir mi cuerpo, cerraba mis ojos y presionaba mi mandíbula con mayor fuerza; quería gritar del esfuerzo pero mi mente me pedía que aguantara un poco más.

El silbido de los árboles se calló al igual que mi respiración y solo escuchaba mi corazón palpitar cada vez con menos fuerza, era un momento en que el tiempo se detuvo y como si estuviera en el vació no sentía nada diferente que no fuera la fuerza de mi cuerpo y el ahora lento palpitar de mi órgano.

No me atrevía a abrir los ojos ya que sabía que iba a estar en una oscuridad profunda en la que ni mi cuerpo se vería pero aun así lo hice y no estaba equivocado; todo estaba oscuro, ya no estaba en la pradera.

No sentía mi corazón ni mi cuerpo, no estaba respirando ni parpadeando. Como si me hubiera ido a otro lado inmerso en mi mente.  El silencio era penetrante.

No se cuento tiempo haya pasado pero fue después cuando enfrente de mí una luz aparecía muy tenue, una luz blanca que crecía de intensidad hasta cegarme la vista, solo veía blanco.

No podía pensar en nada, ni sentir nada; estaba vacío por ese momento hasta que sentí un golpe en mi corazón, como si alguien hubiera entrado en mi cuerpo y con todas sus fuerzas me hubiera golpeado justo en el corazón; en ese momento volví a sentir algo, primero era la falta de aire en mis pulmones, luego como se doblaban mis piernas de dolor, mis brazos abrazándome, mis ojos cerrarse y mi boca abrirse por el dolor. Mi cuerpo estaba contraído de dolor.


El tiempo pasó y volví a escuchar el aire pasar por los árboles y sentir el aire frío correr por mi piel erizándola. El dolor iba bajando hasta que pude y quise volver a abrir mis ojos.

Miraba al pastor preguntándome que era lo que había pasado y donde había estado hasta que me di cuenta que en frente de mi había un par de pies parados; eran unos Converse blancos para ser exacto.

Mis brazos seguir abrazando mi pecho y fui subiendo la mirada pasando por las piernas, la cadera y cintura; hasta ese momento ya sabía que era una mujer pero para averiguar quién tenía que ponerme de pie ya que estaba incado. Me fui parando sintiendo el frío cada vez más fuerte pero como recompensa averigüe quien era.

No pregunte que hacia ahí ni como había llegado ni que había visto, solo deje de abrazarme y la abrace a ella diciéndole en voz baja que hacía mucho frío; debía taparse ya que estaba enferma.

Sentí el calor de su piel que comenzaba a circular por mi cuerpo agradecido, su corazón tranquilo que retumbaba en su interior y su respirar cálido.

Sus manos a pesar que estaban frías me seguían abrazando con fuerza hasta que me separe de ella y con mis manos ahora en sus mejillas la bese con ternura y tranquilidad por el tiempo que allá sido pero en ese momento volví a sentir mi corazón acelerado y ahora el frío había desaparecido del ambiente, ahora solo estaba el de sus manos que recorrían mi espalda con delicadeza juntándome a su cuerpo caliente. Estaba con la mente centrado en ella y en ese momento.

Nos volvimos a separar y un cansancio impresionante abordo mi cuerpo haciendo que me apoyara en ella.

Con su voz tranquila me pidió que nos fuéramos de ese lugar y yo acepte sin dudarlo. Mientras caminábamos para los arboles me pregunto que donde estaba mi playera o camisa y hasta ese momento me había dado cuenta que no la traía puesta y no sabía que le había pasado; la traía puesta cuando llegue al lugar y estaba parado entre el pasto; había desaparecido.

Lo único que le conteste era que no lo sabía y que a lo mejor se la había llevado el duende del bosque de la montaña, me regalo una sonrisa y una pequeña risa que me hicieron sonreír aun más y reírme un poco.

Pero por curiosidad me di la vuelta y no había nada con excepción de un humo blanco que se elevaba del pasto; justo donde estaba incado.


 ¿Qué pasó? Me pregunte hasta ese momento en que la volví a ver y ella a mí. Después de eso ya no recordé lo que pasó esa noche fría en medio de la pradera; solo una luz en la oscuridad que crecía y crecía y se detenía frente a mí dándome calor. 

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