Tan dulce, tan suave,
tan lento, tan delicioso, tan atractivo, tan delicado, tan… real para mi mente.
El estremecimiento surgía en mi piel y en mi cabeza, los
colores aparecían en mis ojos cerrados como fuegos pirotécnicos en una noche
sobre el mar y mis manos temblaban sin pedir más que tu piel junto a la mía.
No me atrevía a verte sumergida en tus sensaciones y en tus
emociones; solo me satisfacía sintiendo tus labios enlazados en los míos y tus
manos pegadas como imanes entre mis prendas que me rozaban y me mostraban la
fuerza que transmitías y contenías entre tus pensamientos que surgían en tu
mente.
Tu cabello delicado y celoso de los labios no me soltaba las
manos y pedía que no lo dejara de tocar con mi mano extendida entregada a él;
entre mechones se perdían mis dedos y entre su textura mi tacto se enloquecía.
Ambos de pie frente a frente, con mis manos en tu cintura y
las tuyas en mis hombros, con tu cabello dejándose guiar por el aire y con mí
respirar cortado ambos teníamos los ojos abiertos y las bocas levemente abiertas.
Respirábamos acelerados por la nariz pero exhalábamos atreves de nuestros
labios que soltaban humo producido dentro de nuestro cuerpo que se unía y desaparecía
en el aire al juntarse por su amor y excitación.
Estábamos solos y el amanecer nos comenzaba a invadir con
los rayos de un Sol que corría hacia nosotros siendo testigo de nuestros actos
pero el frío que había en el ambiente era impenetrable e imposible de quitar;
para nuestra gracia, fue lo mejor que nos pudo pasar.
La luz corría de nuestros pies hacia nuestras caras que no
se veían y seguían inmersas en esa sensación y atracción; humo comenzó a
aparecer a nuestro alrededor como si estuviéramos en llamas, era el calor de
nuestros cuerpos en una fría mañana que comenzaba a despertar. Las bocanadas de
nuestros cuerpos explotaban al tocarse, crecían al besarse y desaparecían al
unirse.
Lentamente entre los vahos de los labios el joven comenzaba
a moverse al cuello, era lento y seductor, era tierno y quería transmitir esa
sensación que tenía en el corazón por medio de sus besos a ese suave y sensible
cuello.
Luego sus labios se volvieron a encontrar entre las
emociones y ambos explotaron entre susurros y sensaciones de tacto. La delicadeza
comenzaba a hacerse a un lado y la llama de un gran incendio comenzaba a crecer
impetuosa a demostrar que poderosa entre su brillo y calor.
Como el humo del calor, como el vaho de sus labios, como el
tacto entre las prendas y el cabello, como ese beso hecho de pólvora y como ese
abrazo que nos dimos al final suspirando y sintiendo nuestros corazones
agitados nos miramos inmensos de esa mirada que delata más que mil palabras;
que decía el deseo, la pasión, el amor y la adrenalina de estar juntos entre el
frío y la mirada de un Sol que nos comenzaba a someter en su calor.
No se habló de nada, no se tenía nada que decir; solo
sentir.
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