Son ahora las 12:44 de la noche o de la mañana siguiente de
un sábado.
Cosas malas nos pasan y malvados nos volvemos, no esperamos
ver que la gente nos entregue su amor, cariño o muestras de afecto. Rotos en
nuestro interior nunca pensamos en causar una sonrisa o en alegría a los demás;
no conocemos esos sentimientos de verdad o los evadimos porque resulta todo un
dilema para nuestras mentes.
Nunca pensé salvar cuatro vidas, nunca pensé recibir una
sonrisa de una niña o de un niño desconocida; nunca pensé recibir tanto afecto
de una persona.
Estoy a punto de cumplir diecinueve años y aun me comporto
como si tuviera quince o menos. Inmaduro, tonto, impulsivo, celoso y con graves
problemas en la cabeza. No me quejo, simplemente esa es mi situación y así soy,
no pienso cambiar.
He cambiado, me han cambiado. Ser más humano y más abierto a
mis sentimientos.
Ahora muero de sueño pero nada he cambiado, no he cambiado;
sigo siendo el mismo. La persona que habla de la religión como una política, el
sujeto que habla de la política como un juego de creencias. La sexualidad como
un dulce y la muerte como tema de kínder. Que ve la sangre como un vaso de
leche y que siente la muerte como el respirar. Siempre voy a ser así pero no
siempre fui como ahora.
Lloro por la envidia de la sociedad, por su egoísmo y por su
malestar hacia los otros seres vivos. Un día viendo por la ventana me pregunte “¿porqué
estoy tan sensible?”.
Me da coraje como es el ser humano por naturaleza poniéndose
límites, barreras y viendo como hace más difícil su propio avance.
¿Acaso soy demasiado ambicioso, necio y extraño? Poco me interesa
la respuesta, porque sé que es afirmativa.
A punto de cumplir diecinueve años y aun tengo muchas cosas
que aprender, muchas cosas que vivir, llorar y hacerme enojar. Estoy ansioso y
temeroso de perderme en el camino, de perder quien soy ahora. Tengo los pies en
el suelo y sé que la gente que me rodea me ayudara en eso.
“Tengo que estar de pie para saber quien soy en realidad.”
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