miércoles, 21 de diciembre de 2011

Blanco azulejo

Era un día caluroso, mientras estaba sentado en una banca de uno de los tantos parques de la ciudad de Oaxaca observaba un local lleno de cuchillos de infinidad de tipos; eres algo imponente y me pregunte “¿qué pasaría si?” y volvió ese ser dentro de mí que tanto había extrañado ya hace más de dos meses, he aquí su regreso.
Un niño atendía el local cuando este argumentaba, sería mejor matar a alguien con un cuchillo tan grande como este y cogía uno tan largo como sus piernas. Con indiferencia me paraba de la banca y me acercaba lentamente a él diciendo: “creo que, estas equivocado, si quisiera matar a alguien sería con este” y recogía un cuchillo pequeño, como un mondador y lo acercaba a su cuello lentamente hasta que el filo rozaba su garganta he imaginaba…
Besando a una bella mujer a solas, en una casa pintada en blanco y con solo el sonido de nuestros corazones latiendo a mil por hora; parados y desnudos sobre el piso blanco de azulejo mientras sacaba lentamente ese mondador de la mesa del local de mi bolsillo trasero y lo enterraba profundamente sobre el cuello de la hermosa mujer que gimió lentamente y con sus manos empezó a aferrase mas fuerte a mis brazos pero siguiéndome besándome apasionadamente.
Un trazo de sangre empezaba a salir por el cuello paseando por lo que restaba de su cuello, el pecho entero, la cadera, el muslo, la pierna y hasta el pie, se empezaba a marcar sobre el suelo esa mancha roja que crecía lente, pero constantemente alrededor del pie de la blanca dama.
El beso siguió y nunca se detuvo, el gemido siguió y nunca se detuvo, la pasión siguió y nunca se detuvo.

Todo termino cuando nuestros labios se separaron y separe el frío metal del mondador de su cuello. Ella caía lentamente arrodillándose frente a mí y luego cayendo de espaldas con los ojos abiertos y el orgasmo en todo su cuerpo que empezaba a sentir el frío del piso y de su propia muerte. Y ahora la mancha roja crecía precipitadamente alrededor del cuello, cubriendo su cabello obscuro y rodeando su cabeza.

Me senté sobre sus pies mientras ella terminaba de respirar y de desangrarse sobre el blanco azulejo.

P.D.- Si no hubiera sido por el viaje no hubiera reencontrando a mi asesino. Gracias Oaxaca.

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