Un niño atendía el local cuando este argumentaba, sería
mejor matar a alguien con un cuchillo tan grande como este y cogía uno tan
largo como sus piernas. Con indiferencia me paraba de la banca y me acercaba
lentamente a él diciendo: “creo que, estas equivocado, si quisiera matar a alguien
sería con este” y recogía un cuchillo pequeño, como un mondador y lo acercaba a
su cuello lentamente hasta que el filo rozaba su garganta he imaginaba…
Besando a una bella mujer a solas, en una casa pintada en
blanco y con solo el sonido de nuestros corazones latiendo a mil por hora; parados
y desnudos sobre el piso blanco de azulejo mientras sacaba lentamente ese
mondador de la mesa del local de mi bolsillo trasero y lo enterraba
profundamente sobre el cuello de la hermosa mujer que gimió lentamente y con
sus manos empezó a aferrase mas fuerte a mis brazos pero siguiéndome besándome apasionadamente.
Un trazo de sangre
empezaba a salir por el cuello paseando por lo que restaba de su cuello, el
pecho entero, la cadera, el muslo, la pierna y hasta el pie, se empezaba a
marcar sobre el suelo esa mancha roja que crecía lente, pero constantemente alrededor
del pie de la blanca dama.
El beso siguió y nunca se detuvo, el gemido siguió y nunca
se detuvo, la pasión siguió y nunca se detuvo.
Todo termino cuando nuestros labios se separaron y separe el
frío metal del mondador de su cuello. Ella caía lentamente arrodillándose
frente a mí y luego cayendo de espaldas con los ojos abiertos y el orgasmo en
todo su cuerpo que empezaba a sentir el frío del piso y de su propia muerte. Y
ahora la mancha roja crecía precipitadamente alrededor del cuello, cubriendo su
cabello obscuro y rodeando su cabeza.
Me senté sobre sus pies mientras ella terminaba de respirar
y de desangrarse sobre el blanco azulejo.
P.D.- Si no hubiera sido por el viaje no hubiera reencontrando
a mi asesino. Gracias Oaxaca.
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